Mi salario no alcanza

Daisy Valera

Trabajadores cubanos.

Hace dos meses, cuando cobré mi primer salario pensé que debía escribir sobre la forma mágica en la que pueden desaparecer 335 pesos en dos días.

No lo hice porque cosas más urgentes ocuparon mi tiempo.

El tema vuele a tomar importancia hoy, la tercera vez que me cae mi sueldo en las manos.

Hoy es  el día más feliz y también el más frustrante de todo el mes de trabajo.

Espero esperanzada que llegue mi turno en la cola que puede llegar a ser larga y lenta.

Por fin dejaré de estar pelada como un plátano, como solemos decir por acá.

Sé que en el fondo me equivoco, que el dinero se escurrirá de mis manos como agua.

¿Ese dinero acaso tocará mis manos?

Bueno, el momento cumbre de la felicidad es cuando pongo mis dos pies en el pequeño cuarto donde me pagan.

Pero mi felicidad tiene una vida corta, muere en el instante en que acabo de firmar un papel y recibo el sobre carmelita que tiene dentro mis exactamente 7 billetes.

Otro acto obligatorio en mi día del cobro es notar que la mayoría tienen un salario superior al mío.

Goloseo sus números en la lista, me asombro ante una cifra de 700 pesos, soy envidiosa por unos instantes y después me río de lo que puede hacer la miseria.

Un salario de 700 pesos dobla uno de 300, el mío me dura 3 días, 700 pesos no se pueden estirar más de 7.

¡Horror! El mes tiene 30.

Para los que no crean que se puede gastar todo mi salario incluso en un día, aquí les pongo  un pequeño desglose:

30 huevos: 45 pesos.

500 g de leche: 75 pesos.

1 botella de aceite: 60 pesos.

90 pesos para el pan del mes (un pequeño pan de tres pesos por día).

30 pesos en croquetas y 20 para pagar la comida del comedor obrero.

Los restantes 25 pesos es lo que corresponde al transporte.

Fin del salario, no hay que ser demasiado atento para notar que ni siquiera me puedo alimentar bien.

Hoy en lugar de 335 pesos me pagaron 292 con 81 centavo, estuve enferma 3 días.

Salí del cuarto de cobro con una rabia que casi no pude contener.

Del tiro me senté en la computadora a escribir, con un dolor de cabeza que me hace pensar en un derrame cerebral.

Grito para mis adentros cientos de insultos.

¿Qué coño voy a hacer con 43 pesos de menos?

¿Cómo un método médico no justifica las ausencias por enfermedad?

Después de unos instantes sólo me puedo hacer una pregunta,

¿Cómo un trabajador cubano le puede descontar del salario a otro, cuando sabe que cada peso en el mejor de los casos solo sirve para mitigar el hambre?

No encuentro respuesta, estoy demasiado llena de indignación.

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