El pequeño privilegio de la playa de Santa María

Carlos Fraguela

HAVANA TIMES — Aprovechando la buena temperatura que todavía conserva el mar en Cuba a estas alturas de diciembre, me lancé a un viaje cómodo en ómnibus a la playa Santa Maria, al este de La Habana, y fue memorable por varias razones.

Una amable guía de turismo nos explicó acerca del servicio que brindan estas guaguas que te llevan y traen por cinco CUC. Las salidas son a partir de las nueve de la mañana, cada media hora y hasta las seis de la tarde en que sale el último viaje. El punto de salida es el parque Central de la capital.

Tardamos poco en llegar a la hermosa playa. Una duna se interpone entre la carretera y la orilla.

No faltó en la arena el policía pidiendo el Carné de identidad para recordarnos que estamos enumerados, bajo control policial y que somos ciudadanos no confiables. Fuimos identificados supongo por la presencia de mi amigo Ariel, descendiente de africano y que soporta la discriminación racial y el tabú de su elección sexual, recordado por una amonestación hecha hace años en algún sitio de encuentro (exhibición impúdica).

Por suerte la naturaleza aún es amigable y nos dio un hermoso mar azul, donde personas de diferentes nacionalidades se mezclan e intercambian impresiones como si fueran libres. En esta época el turismo extranjero aumenta y el nacional baja.

A nuestro lado un matrimonio de nacionalidad inglesa nos preguntó el motivo por el cual el oficial nos requiere. Una pequeña explicación y estamos preparados para contactar con el océano.

Cerca de la orilla un grupo de músicos cubanos toca para un pequeño grupo de turistas que se divierten de lo lindo bailando en la arena.

El agua casi tibia da ganas de demorarse sumergido en el grato baño. Los niños juegan haciendo castillos de arena como siempre y algún que otro bote de vela le pone el toque pintoresco de marina, mientras en la lejanía se divisa la combinación de surf y parapente.

Las opciones de comida: muy caras en nuestra opinión para los ciudadanos de a pie, que conociendo el asunto prefieren traer algo de sus casas para pasar el día sin desmayarse.

De regreso en la guagua, una señora mexicana muy interesada en la nacionalidad de cada pasajero va contando su experiencia en cada país que ha visitado y nos dice que está encantada con Cuba, preciosa y qué paisajes tan hermosos. Cuenta que en La Habana casi la han tenido que botar de las casas a donde ha visitado, pues ella no quiere irse por el buen ambiente que se respira.