Este mal que nos está matando

Por Ammi

HAVANA TIMES – Esta experiencia psicológica de cautiverio entre rehenes y captores en la que se estrecha un vínculo afectivo, conocido como el síndrome de Estocolmo, es el mayor impacto que se puede apreciar en una gran parte de los cubanos. Curiosamente estos sentimientos benevolentes se observan en las personas más necesitadas y abusadas por la dictadura.

Este sentir comienza con halagos a la Revolución cubana (tan empalagosos que resultan difícil de digerir.) Llegan al punto de demostrar entera solidaridad y comprensión.

Es triste ver como muchos campesinos viven en cabañas maltrechas, ya sea por temporales ciclónicos o porque eso fue lo único que lograron obtener. Aun así, con el techo pendiendo sobre sus cabezas dan loas a los logros del comunismo. Les brillan los ojos cuando hablan de Fidel (quien les quitó sus tierras y sus frutos). Y cuando mencionan a Ernesto Che Guevara, olvidan los nombres de los muertos por su mano.

Cuántos cubanos vemos cada día en las calles de todo el país corriendo para alcanzar los productos básicos para llevar comida a la mesa. Igualmente, pasando largas horas en una fila infinita bajo lluvia, calor, fatigas. Sin embargo, no pueden o no quieren levantar sus voces y sus brazos contra el yugo que los esclaviza.

¿A cuántos NO vemos en las redes sociales cada día? Denunciando las negligencias médicas, las terribles situaciones de viviendas, las penurias que cada quien carga. Y no somos ciegos, los vemos, los problemas están ahí, son reales. Pero siempre existe aquel, afectado por el impacto del amor hacia su secuestrador que lastimosamente podrá ver, solo: “Pequeños errores por más de 60 años”.

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