El tiempo, el implacable, el que pasó

Alfredo Fernández

Fidel Castro votando el 3 de febrero. Foto: TeleSur

HAVANA TIMES — El título de este post lo he tomado de una canción de Pablo Milanés, difícilmente creo que exista otro más a tono para describir la última presentación en público de Fidel Castro.

Un anciano balbuceante que apenas podía sostenerse en pie fue lo que apareció ante las cámaras del Noticiero Nacional de Televisión, quedando en el pasado aquel invencible Comandante que exhalaba testosterona a tiempo completo por sus poros.

“El tiempo, el implacable, el que pasó, siempre una huella nos dejó”… reza un verso de la citada canción, y nunca fue más verdad que el 3 de febrero en la emisión estelar del noticiero al mostrar al expresidente cubano ejerciendo su derecho al voto en los recientes comicios.

Más que las propias elecciones, la última  salida de Fidel Castro a la escena pública ha sido el comentario de última hora. Terminaba el reportaje con un ancianito encorvado que incluso había que ayudar a encestar su boleta en el buzón electoral, y acto seguido los teléfonos de Cuba se caían.

—      ¿Lo viste?

—      Le deben de tener odio, pues sino no lo sacaran así

—      ¡Por Dios, que mal está, si ni se le entiende lo que habla!

Estos y un sin número de comentarios más se vertieron anoche de teléfono a teléfono. Los más temerosos esperaron a encontrarse hoy con el vecino en la cola del pan, el compañero de trabajo o montarse en un taxi botero, para hablar cosas muy parecidas.

Lástima y nada más, es lo que inspira hoy quien se las arregló para estar constantemente en la palestra pública mundial. Admirado y odiado por muchos, Fidel Castro llega a la cuarta edad no como un viejo estadista que supo guiar a su país a una mejora económica y social sin precedentes, como ya lo hicieron Mandela y Lula, sino como ese hombre que creyéndose Dios se aferró al poder como un náufrago a una tabla.

Lo está pagando caro, sus coterráneos a 6 años de su renuncia, —por enfermedad, claro está—   apenas lo recuerdan. Ayer, cuando en la tarde se despedía del colegio electoral, el pueblo lo despidió como los nietos despiden al abuelito que se va de vacaciones y que, por algún tiempo, librará a la familia de su perenne demanda de atención.

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