Béisbol cubano: ¿pretexto para una exclusión tóxica?

Dmitri Prieto

foto: Caridad

HAVANA TIMES — No me considero de esos que quieren vivir por encima de los sentimientos. Creo que la pasión por el juego está inscrita en el ADN humano, y es un sano remedio contra la morriña autosuficiente.

Pero cada vez que hay final de la Serie Nacional del beisbol cubano me da por pensar cómo puede emerger la perdición de la convivencia en mi país.

Gente de Europa me han contado su actitud crítica (frecuentemente contrastante con lo que esperaríamos desde Cuba) ante la pasión por el futbol que se juega allá – dado que es un pretexto para el ejercicio público del machismo, la violencia y la xenofobia; me da miedo que en Cuba el beisbol pueda generar algo parecido.

Esta vez perdió Industriales –equipo de la Capital, y para muchos/as insignia de la pelota cubana-  frente a Ciego de Ávila. Las mascotas de ambos bandos –león y tigre, respectivamente- dieron lugar a chistes y juegos de palabras de todo tipo.

En mi pueblo, Santa Cruz del Norte, no es que el equipo de Ciego tenga demasiados partidarios, pero muchas personas lo apoyaron por el solo hecho de ir contra los leones azules de la Capital.

Porque la gente de provincia tienden a representar a los capitalinos como engreídos y orgullosos de su condición.

En la vida real, existen hasta normas jurídicas que privilegian a los habitantes de Ciudad de La Habana: sus libretas de abastecimiento dan derecho a más productos, y asentarse en predios habaneros no lo puede cualquiera debido a la enorme cantidad de condiciones y trámites que la legislación pide cumplir.

En fin, toda una serie de privilegios, además del que implica el simple hecho de habitar en la capital del país.

Entre la gente “común”, el privilegio genera rechazo.

También hay quien critica lo que pudiéramos llamar la “proyección escénica” de los industrialistas (tanto jugadores como fanáticos). A veces son vistos como engreídos por su condición de representar una ciudad privilegiada.

De hecho, he visto grafitis en defensa de Industriales con contenido absolutamente xenófobo (hacia personas de otras provincias); también hay jocosas “planillas para integrar el club de Industriales” cuyas premisas enfatizan el ser capitalino nato, no contaminado con el “campo”.

Y la actitud de algunos jugadores es de absoluta supremacía a lo macho: vimos en la TV cómo durante el último juego de la Serie ´2012 los labios de uno de ellos articulaban (habían quitado el sonido) la frase ¡SOY UN PINGÚ!… La escena en MUTE la repitieron varias veces.

No es de extrañar, entonces, que por mimesis o quizás por simple condicionamiento cultural, la conga de los fans anti-industrialistas recorrió a la madrugadora Santa Cruz con el estribillo de “¡Ruge, Leona!” – todo un alarde combinado de lo que en otras latitudes sería titulado mezcla interseccional de machismo (se despoja al león de su género masculino) y homofobia (es malo ser hombre “afeminado”)…

Y en el ya muy capitalino barrio de Marianao, algún fanático contento (posiblemente un inmigrante “del interior” del país) pintó ya hace unos años un grafiti con el contenido siguiente: “HAY UNA LEONA MENSTRUANDO”.

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