Wendy Guerra escribe libros prohibidos desde Cuba

HAVANA TIMES – La exitosa escritora cubana Wendy Guerra vive en La Habana y muchos preguntarán ¿por qué?  Para la oficialidad cultural del país prácticamente no existe, ni ella ni sus libros.

A continuación presentamos una entrevista con Wendy publicado recientemente en Aristegeui Noticias.

“Uno se parece a su país y entre más lo niegas, más te pareces”

Por Héctor González   (Aristeguinoticias)

Cleo es una joven poeta residente en La Habana, una autora bajo sospecha. La Seguridad del Estado y el Ministerio de Cultura creen que su éxito ha sido construido por «el enemigo» como un arma de desestabilización, una invención de la CIA. Para determinado grupo de intelectuales del exilio, en cambio, Cleo es, con sus aires críticos, una infiltrada de la inteligencia cubana.

Atrapada en este vaivén de elucubraciones, prohibida e ignorada en Cuba, es la controvertida pero exitosa escritora traducida a varias lenguas que estremece a quienes la leen fuera de la isla.

A partir de la protagonista de Domingo de Revolución (Anagrama), se filtran algunos rasgos personales de Wendy Guerra (La Habana, 1970). “Me interesa la política de la intimidad. En eso sí, Cleo tiene un pedazo de mi alma. Como en todas mis novelas, la política entra por la ventana”, reconoce la también autora de títulos como Todos se van, Posar desnuda en La Habana y Negra, entre otras.

La relación complicada entre los cubanos y su país es un tema que la persigue, ¿por qué?

Debe ser porque todavía estoy en el país. Ahora que vemos los reacomodos tras la muerte de Fidel Castro, me pregunto si todos los cubanos, ¿no tenemos un poco de él en la sangre para mal y para bien? Creo que tenemos inoculado el problema. No creo que me persiga, es algo que está dentro de mí y sale en la literatura, donde no se puede mentir. La literatura es un análisis de sangre.

En la novela habla de una escritora que ganó un concurso de poesía, ¿cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia?

Sí, pero no es mi caso. En la novela hablo de un premio desmedido y con mucho dinero. Mi experiencia fue diferente.  Cuando gané mi primer premio por medio de la Universidad de La Habana, con el poemario Platea oscura, tenía catorce años y lo compartí con Alex Fleites, un excelente poeta, periodista y ser humano. Entonces dijeron que mi madre me escribía los poemas; cuando ella murió pensaban que mis libros los escribía García Márquez o Eliseo Alberto. Tuve muchos problemas de credibilidad en el exilio, en especial en México.

¿Por qué?

Pensaban que a mí me había entrenado la seguridad del Estado. Son procesos o recursos mentales enredados que sólo funcionan en la cabeza del cubano, quien ha vivido bajo este sistema tan cerrado. Para que no me hicieran daño estos ataques los use al hablar de Cleo, mi protagonista.

En Domingo de Revolución, habla de política pero desde la trinchera de lo individual. 

Me interesa la política de la intimidad. En eso sí, Cleo tiene un pedazo de mi alma. Como en todas mis novelas, la política entra por la ventana. Aunque cierres la casona, la realidad es más fuerte. La verdad, el dolor y la sospecha siempre entran por la ventana.

El personaje de la empleada doméstica se vuelve, en este sentido, enigmático por la ambigüedad que encierra.

Así es, porque no sabes si te salva o te vigila. Mi relación con Cuba es similar, no sé si me salva o me hunde, pero el precio que pagó Cleo y yo misma, es quedarnos a defender cosas que están en tu sangre y no son foráneas. Es la política de mi vida.

Al principio mencionó que Cuba tiene algo de Fidel adentro; en México se dice que todos llevamos algo del PRI también. ¿Hasta qué punto los gobernantes son reflejo de su sociedad?

Uno se parece a su país y entre más lo niegas, más te pareces. Si niego mi parentesco con Cuba, niego una verdad tal como Cuba niega muchas de sus verdades tácitas. Comparto con mi tierra el aspecto indómito, solitario e independiente. Me parezco en lo malo y en lo bueno. Claro que ahora Cuba se desmarca más de sus hijos y empieza a tener reacciones más anómalas. Cada vez hablamos menos del sistema que nuestros padres y abuelos quisieron fundar. Cuba se empieza a parecer a sí misma y nosotros comenzamos a emigrar o a escribir este tipo de libros. La utopía y la izquierda nos abandonaron.

¿Sin Fidel Castro cómo se reconfigura la literatura cubana?

Fidel está inoculado en las estructuras. La revolución cubana es un hecho y es difícil escapar.

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