Restaurante ruso-ucraniano en La Habana

Abre sus puertas “NaZdarovie!”

Por Gabriela Radfar

Brindis de arrancada

HAVANA TIMES — La nostalgia post-soviética ya tiene un lugar propio en la capital de Cuba. El Restaurant “NaZdarovie!”, situado en Malecón llegando a Prado, abre por primera vez al público este viernes 22 de agosto de 2014 (la coincidencia con la víspera del 75 aniversario del fatídico pacto Molotov-Ribbentrop es mera casualidad).

El establecimiento –operado por cuenta propia y situado en altos de una típica casa habanera, con vista al mar y al Castillo del Morro desde su amplio balcón- está decorado con reproducciones de carteles y otras imágenes que recuerdan la era soviética. Su oferta consiste exclusivamente en platos y bebidas de los países de la ex-URSS, y el staff de cocina y atención a clientes lo componen en su totalidad integrantes de la diáspora de esas tierras en Cuba.

El miércoles 20 de agosto se hizo una presentación informal del espacio a un grupo de personas que son parte de la diáspora post-soviética o estudiaron en la URSS.

Gregory Biniowsky expone su estrategia con un cartel de la Internacional Comunista de fondo

Gregory Biniowsky -canadiense residente en Cuba cuyos 4 abuelos emigraron de Ucrania, quien funge como director ejecutivo (CEO) y promotor intelectual del proyecto- declaró que su deseo es que “NaZdarovie!” sea no sólo un eficaz negocio orientado al turismo para satisfacer a quienes visitan Cuba y desean encontrarse con parte de su historia, sino también que se convierta en un espacio socio-cultural para compartir costumbres, recuerdos y muestras de artes típicas, acogiendo a quienes guardan en sus corazones y memorias vivencias relacionadas con el extinto país eurasiático.

Por eso, se prevé que este espacio genere periódicamente oportunidades para que integrantes de la diáspora post-soviética o naturales de Cuba que estudiaron en la URSS puedan ir ahí a protagonizar encuentros y tertulias, con apoyo social de la casa.

La gastronomía de “NaZdarovie!” es de procedencia ucraniana y rusa, correspondiendo a las más numerosas comunidades étnicas de ex-soviéticas que vinieron a vivir a Cuba. Así que entre los platos típicos no faltarán los clásicos pelmeni, varéniki, golubtsí, y el borsht, así como en calidad de oferta especial el cake Kyïvsky (“de Kiev” -o “Kyïv”, según el idioma-).

Al encuentro informal asistieron graduados de las primeras promociones de estudiantes cubanos en la URSS.

Para Gregory, el lugar debe ser esencialmente un sitio de paz, que muestre la posibilidad real de sobrepasar -aunque sea a escala “micro”- los actuales conflictos, como el dolorosísimo enfrentamiento entre Rusia y Ucrania.

Con deliberado sentido de trágica recapitulación, no exento de ironía que raya con lo satírico, una de las reproducciones de mayor tamaño en la pared del establecimiento que muestra la versatilidad de la gráfica soviética, es de un cartel propagandístico de 1954 que rememora el aniversario 300 de la “reunificación de Ucrania con Rusia”: dos atletas con rasgos antropológicos de ambas etnias e idénticas camisetas rojas con las siglas de cada una de las repúblicas soviéticas, llegan juntos a la meta. En aquel año, Khruschov, líder del PCUS de origen ucraniano, traspasó la península de Crimea de Rusia a Ucrania, contribuyendo así al posterior conflicto entre ambos países eslavos.

En aras de la diversidad, creo que convendría -junto con el menú y los elementos gráficos en ruso-, que se utilicen en este restaurant también los equivalentes ucranianos, comenzando por el nombre de la casa: “a su salud” –que es lo que significa- se dice en ucraniano “na zdorovia”, con una ligera variación al final de la palabra. Los detalles pueden ser importantes.

“Por la amistad indestructible y por nuevos éxitos en el deporte”: Cartel ruso-ucraniano de 1954 que hoy se visualiza con trágica ironía…

Y si el proyecto resulta exitoso, no podrán faltar en el menú el plov del Asia Central, el shashlyk georgiano, la zubrovka bielorrusa, el brandy armenio y los vinos moldavos. La vivencia (post)soviética incluye tradiciones culinarias y enológicas de una multitud de pueblos, y así ha sido experimentada por quienes conocieron cualquiera de los países donde éstos habitan. También es recomendable que se oferten variantes de los platos principales kosher, hallal, y adaptadas a las restricciones alimentarias cristiano-ortodoxas (así como vegetarianas).

El espacio del restaurant tiene dos salones: la estética del mayor remite a la época de la URSS, y la del otro, más reservado, a la del Imperio. En idéntico sentido, sería excelente que el aire aristocrático de ese exclusivo recinto no sólo tome inspiración de imágenes múltiples de los Zares de todas las Rusias, sino también de los poetas Pushkin (ruso), Shevchenko (ucraniano), Rustaveli (georgiano), Kupala (bielorruso), verdaderos príncipes de las letras de sus respectivos pueblos…

Más que pasto de la “Ostalgie” a lo ex-RDA, podrá entonces hablarse de un sitio verdaderamente original.

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