Margaret Atwood en Cuba: “Quiero saber qué piensan los cubanos de Trump”

Por Bárbara Maseda

Margaret Atwood. Foto: Prensa Latina

HAVANA TIMES — En una de sus más famosas novelas, la escritora canadiense Margaret Atwood menciona una estación de radio cubana (Radio Estados Unidos Libre) que difunde mensajes subversivos por onda corta para llegar al pueblo oprimido de EE.UU., en un futuro distópico donde el gobierno de ese país ha sido derrocado por una teocracia totalitaria.

A más de treinta años de la publicación de El cuento de la criada (1985), Atwood ha tenido oportunidad de ver cómo parte del mundo que imaginó parece volverse realidad en los albores del Trumpismo: los derechos reproductivos de las mujeres se ven amenazados, y quienes buscan escapar del totalitarismo y el descalabro ponen sus ojos en Canadá.

La escritora piensa que determinados elementos de su novela “se asemejan cada vez más a las ideas de algunos legisladores estadounidenses”.

Una parte considerable del público parece estar de acuerdo: El cuento de la criada, que Constance Grady describiera como “un manual para sobrevivir en sistemas represivos”, ha subido como la espuma a los primeros puestos de venta en Amazon, como sucediera unas semanas atrás con 1984, de George Orwell.

Esta renovada popularidad ha coincidido con la visita de Margaret Atwood a la XXVI Feria Internacional del Libro, uno de los acontecimientos culturales más importantes en Cuba, en el cual es invitada especial por partida doble: por el lugar que ocupa en la literatura universal y porque el país al que se ha dedicado el evento es su natal Canadá.

Atwood tuvo la amabilidad de responder algunas preguntas para HavanaTimes sobre sus vínculos con Cuba.

Cuba, cultura, cadáveres, cuervos

Esta dista de ser la primera visita de Atwood a Cuba. Vino por primera vez a principios de los ochenta, en compañía de su compañero, Graeme Gibson, un escritor canadiense también.

Por esos años el agregado cultural de la embajada de Canadá era un antiguo conocido de Atwood, un estudiante de posgrado de Historia que había hecho algunas investigaciones para ella en 1978-1979.

Margaret Atwood y Graeme Gibson en La Habana. Foto: Yander Zamora/granma.cu

De su antiguo colaborador recuerda que además de sus responsabilidades culturales, tenía también a su cargo los trámites relacionados con los cadáveres de los canadienses que morían en Cuba. “Me gustaba la yuxtaposición: cultura, cadáveres…” dice.

Como parte de sus funciones dedicadas a los vivos, el agregado trajo a la escritora a Cuba, mediante un intercambio cultural organizado de conjunto entre la embajada y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

Atwood y Gibson conocieron a varios escritores cubanos en aquel viaje, que abriría puertas a futuros intercambios literarios y ornitológicos.

Por aquella época ya la pareja había desarrollado un interés en la observación de aves en sus entornos naturales, y pidieron ver especies cubanas.

Esas expediciones contemplativas estaban menos limitadas por la barrera del idioma que la literatura, así que resultaron más prolíficas: a Gibson se le ocurrió que a muchos aficionados de América del Norte les interesaría, de seguro, venir a observar especies endémicas de Cuba, y puso manos a la obra para crear un programa de visitas. En las dos décadas siguientes organizó muchos de esos viajes, y él personalmente participó en más de veinticinco.

En literatura también hubo cierto progreso: se tradujo una obra de Gibson, Movimiento perpetuo, y la pareja editó una antología de cuentos de 23 autores canadienses angloparlantes que también se tradujo al español en 1997 bajo el título Desde el invierno.

Último viaje a Cuba y su feria

Atwood trata de autorestarse importancia humildemente cuando comenta lo que significa para ella ser una de las invitadas de honor en esta feria: “Estoy en un grupo etario en que es normal que estas cosas pasen”.

Su poca difusión en Cuba es más una cuestión editorial que de potencial interés público: es difícil acceder a libros que no se han traducido y publicado localmente, y las alternativas no abundan, porque no es posible hacer compras en línea –e incluso si fuera posible, los precios serían impagables para el ciudadano promedio.

En el resto del mundo hispano es mucho más común encontrar versiones en español de sus libros, publicados por editoriales como Bruguera (El cuento de la criada, Pagar con la misma moneda, El año del diluvio, Desorden moral), Lumen (Nada se acaba, Chicas bailarinas), y Salamandra (Penélope y las doce criadas, Por último, el corazón), entre otras.

En la Feria Internacional del Libro 2017. Foto: Elio Delgado Valdés

No obstante, en Cuba sí se conoce su obra, sobre todo, en círculos literarios. Daína Chaviano, considerada una de las mejores escritoras de fantasía y ciencia ficción en español, ha mencionado a Atwood como una de sus influencias.

Por su parte, la canadiense no parece haber leído una amplia variedad de literatura cubana. Los autores que vienen primero a su mente parecen sacados de una lista aprobada oficialmente: “Carpentier, por supuesto. Martí. Miguel Barnet. Nancy Morejón. Pablo Armando. Abel Prieto. Más…”

Es una serie que excluye personajes y comunidades marginales esenciales, la cotidianidad y la vulgaridad del realismo sucio, las complejidades de la vida en Cuba, la irreverencia de autores menos complacientes. Es también una serie que incluye al actual ministro de Cultura y al presidente de la Uneac.

La selección revela, quizás, la naturaleza de la relación de Atwood con el país y su cultura: una construida a base de acciones diplomáticas y eventos oficiales, donde parece estar ausente la curiosidad insaciable que uno esperaría de la brillante crítica literaria.

Es un intercambio que más bien beneficia al lector local: su paso fugaz por La Habana amplía las posibilidades de los cubanos de acercarse a su obra.

Para esta feria se han publicado dos nuevos ejemplares en español, uno de poesía, Antología poética, en una edición bilingüe traducida por Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón, y una colección de 67 cuentos escritos entre 1977 y 2006: El quetzal resplandeciente y otros relatos.

Sobre sus expectativas para este viaje, comenta que le interesa un tema particular: “Espero encontrar a los cubanos hablando de lo mismo que está hablando todo el mundo en este momento: Donald Trump. Y posiblemente de su amistad con un viejo aliado de Cuba: Rusia. Me interesa mucho oír sus opiniones”.

Visto a través de su ojo experto para especulaciones sobre el futuro, puede que no sea un tema tan descabellado para traer a La Habana. Quién sabe si la trama se complica, y Cuba termina siendo, de hecho, la sede de “Radio Estados Unidos Libre”…

 

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