Crónica de un secuestro en La Habana

Javier Moreno Díaz

Ilustración por Yasser Castellanos

HAVANA TIMES – Una parte del grupo “Artistas cubanos/as en contra del Decreto 349” habíamos quedado en vernos a las dos de la tarde del día 22 de noviembre de 2018 en casa de Yanelys, para realizar una meditación en un espacio público a favor del arte y la libertad de expresión.

Pero antes fui a trabajar como todos los días y ya a las once de la mañana me disponía a dirigirme a mi casa, cuando a esa hora la jefa se antojó de que buscara unos papeles en el archivo. Media hora después salí, encendí mi acostumbrado cigarrillo y sentí algo raro en el ambiente, – ¿serán los nervios? – pensé.

Cerca de mi casa, por Márquez de la Torre, en Luyanó, ya casi llegando al hospital Miguel Enríquez, un hombre vestido de civil con un candado a manera de barba, se me acercó y me tomó por el brazo diciéndome que lo acompañara junto a dos policías que ya salían de una patrulla por si yo ofrecía resistencia.

La Seguridad del Estado y sus gendarmes me esposaron y me metieron al auto patrulla con rudeza, aunque no forcejeé como ellos querían, era el carro 348 y mi destino sería la estación policial de Aguilera.

Debían ser las doce o doce y media del mediodía, iban despacio como exhibiéndome, pude ver que el hombre del candado se adelantaba en una moto a gran velocidad. Al llegar me subieron por una especie de escalinata, me percaté de que  los policías en la carpeta miraban como burlándose, me encontraba ansioso y frustrado, quería rebelarme, pero lo más prudente en esos casos es dejarse llevar.

Me trasladaron hacia una especie de sótano, donde una reja señalaba a todas luces el sitio de reclusión; ante una mesa me hicieron desprenderme de mi billetera, mis cigarrillos y mi celular. Este último casi cae al suelo “por accidente”. Me condujeron con leve rudeza por un pasillo y pude contar dos celdas, en la segunda me encerraron a solas. Estaba oscura, con mal olor y sin baño.

Quise gritar, desahogarme con alguien, como mi estado no es muy común, al ser esquizofrénico, la ansiedad hace mella en mi constitución y mi psiquis con fuerza, pero decidí seguir los consejos de Amaury Pacheco cuando nos dijo lo que podría suceder y que ahora me estaba ocurriendo a mí.

Me relajé lo más que pude, me quité la camisa y me recosté al suelo de la celda en posición de muerto. Debo decir que perdí la noción del tiempo, cuando me entraba la ansiedad con fuerza pellizcaba mi pulgar con el índice, apretando un punto aprendido cuando joven.

Uno de los policías que estaban en la mesa me llamó por mi nombre y apellidos y abrió la puerta de la celda para conducirme hacia la reja de entrada donde otro policía me esperaba, este último de verde olivo y con aspecto de gorila.

Había anochecido ya.

Esposado me condujo hacia unas escaleras y unos pasillos hasta llegar a una oficina;  yo había perdido el sentido de la orientación y mis nervios estaban a full; allí el hombre del candado le dijo que me quitara las esposas, fue cuando se presentó como Pablo. Me senté y se sentó, empezó por preguntarme qué hacía yo junto a un grupo de gente pagada por la CIA y contrarrevolucionaria, que lo que quería era joder al país. Contesté que estaba equivocado, no había dinero que nos moviera, la 349 es un decreto estúpido y nuestro deber ciudadano era hacer algo porque no se llevara a la práctica.

Empezó entonces por recordarme mi pasado, mis seres queridos, lo que pensarían mis allegados. Según él, no permitirían eventos en la calle y ningún tipo de manifestación adversa al Gobierno. Me dijo que los que yo consideraba ahora mis amigos eran gente inescrupulosa y de sentimientos bajos, que él sabía que yo era diferente, que hubo un tiempo que había cometido errores, que eso podía enmendarse.

Literalmente lo mandé al carajo, y entonces me advirtió que, si continuaba con esa actitud, seguiría pasando por allí más a menudo, y no para conversar precisamente. La amenaza y la mentira son el discurso de quienes aquí en Cuba dicen que son la ley.

Siguió defenestrando la figura de Luis Manuel, Yanelys, Amaury… casi pierdo los estribos, casi la ira me revienta las venas del ojo derecho, desde ese momento se me agudizó el derrame ocular que tengo; luego, me volvieron a llevar hacia la celda. Me esperaba el guardia con una cajita de comida, algo que recibí bien, pero con cautela.

Al cabo de un tiempo, que no sabría decir, pero que para mí significó una eternidad, me sacaron de allí, me dieron mis pertenencias y me dijeron que me marchara, así de simple, como si la pesadilla que había vivido fuese un dejavu furioso. Ya en la calle no atinaba hacia dónde caminar.

Al llegar a mi casa tuve que dar explicaciones de las que mi esposa no es culpable.

¿Quién es el verdadero culpable del terror y el miedo ostracista que vive mi país?

Según Vero, – narradora que también colabora con Havana Times y que también fue detenida ese día -, esta es una lucha no contra las personas que detentan el poder, sino contra el pensamiento que dichas personas emanan.

Sin embargo, esta idea a veces se torna difícil asimilarla, porque ellos, la Seguridad del Estado, asumen su trabajo de una forma muy personal y agreden la integridad física y mental de muchas maneras, reiteradamente.

¿Hasta cuándo?

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