El 26 de julio en mí

Yusimí Rodriguez

Foto: Yusimi Rodriguez

HAVANA TIMES, 28 julio — La fecha del 26 de julio ha significado distintas cosas para mí a lo largo de mi vida. Durante la infancia, la noche del 25 de julio, cada CDR (Comités de Defensa de la Revolución) celebraba una fiesta para esperar la histórica fecha.

Al día siguiente, en el acto conmemorativo, el Comandante en Jefe pronunciaba un extenso discurso que era transmitido por los dos únicos canales televisivos que existían en aquel entonces.

En cada casa de la cuadra se recogía dinero para la fiesta; los vecinos, además, aportaban algún plato. Mi madre hacía unos huevos rellenos que siempre eran un éxito. La gente lucía feliz; había un ambiente festivo en general.

En todos los establecimientos había cadenetas de papel y carteles alegóricos a la fecha, con colores brillantes. Eso fue durante la década del ochenta, la que mi generación recuerda como la época de mayor abundancia en el país.

La nueva década nos trajo el Período Especial, pero aún en medio de la escasez seguíamos celebrando el Día de la Rebeldía Nacional. Se seguían recogiendo diez pesos por cada casa para comprar las cosas de la fiesta, en algún punto de venta estatal.

El Estado nos vendía un cake, unas galletas, ron y una cabeza de puerco para la caldosa; no recuerdo si había algo más. Los únicos platos que podíamos llevar estaban vacíos y eran para buscar la ración de cake y caldosa que nos tocaba, además de un vaso para el ron.

Así se realiza también la fiesta del 27 de septiembre, para esperar el 28, día en que se celebra el aniversario de la fundación de los CDR. Sin embargo, aquellas fiestas por el 26 de julio fueron desapareciendo. No sé si habrá desaparecido el entusiasmo o la disposición para entregar diez pesos por casa para la fiesta. Hay también menos carteles y cada vez son menos atractivos.

Foto: Yusimí Rodríguez

Con el cambio de siglo, cambió también el significado del 26 de julio en mi vida. En el año 2003 comencé a trabajar en el semanario Tribuna de La Habana, Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba en Ciudad de La Habana. Por esa fecha, el Partido le entregaba a cada trabajador del semanario una jaba con arroz, granos, aceite, galletas, gofio, algún dulce y tal vez otras cosas que no recuerdo.

Pero lo más importante era la botella de ron y la carne de puerco. Todo se vendía a un precio módico. Había mucha alegría en el periódico cuando se acercaba el 26 de julio.

El problema comenzaba con el anuncio de la jaba que entregaba la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba), que contenía pollo, perros calientes, granos, arroz, una botella de ron bueno sellada; todo se vendía también a un precio módico, pero a diferencia de la jaba del Partido, esta sólo le tocaba al personal periodístico.

El personal administrativo se mostraba descontento; trabajé allí por espacio de tres años y vi esta situación repetirse cada vez que se aproximaba el 26 de julio. Se respiraba cierta tensión entre el personal periodístico y el administrativo. Gente que se llevaba bien a lo largo del año, de pronto se miraba con recelo y envidia.

Algunos trabajadores del personal administrativo iban hasta el local donde la UPEC despachaba las jabas, a tratar de que les vendieran los víveres. Algunos lo lograban. No sé si los exigirían, con el argumento de que todos eran trabajadores del periódico, o recurrirían a la súplica. Las dos alternativas me asustaban, aunque creo que habría estado dispuesta a hacer cualquiera de las dos cosas por la jaba.

Por suerte, estaba entre los afortunados del personal periodístico; me tocaban dos jabas. Puerco, pollo y perros calientes, que no me interesaban en lo absoluto, porque soy vegetariana, pero le resolvían un gran problema a mi madre para garantizar la comida en la casa. Además, la botella sellada de ron, que solo nos costaba veinte pesos, se podía vender hasta en cincuenta.

Durante los años que trabajé allí, vi a mi madre más contenta que nunca con la cercanía del 26 de julio.

En una ocasión, en el año 2005, llegué al periódico por la mañana y una de las trabajadoras se me acercó muy entusiasmada a felicitarme con besos y abrazos. Pensé que me habían otorgado un premio importante y venía darme la noticia.

Foto: Yusimí Rodríguez

Pero su entusiasmo se debía a que la capital había ganado la sede por el acto del 26 de julio, o había resultado destacada, alguna de esas cosas que al parecer debía ser motivo de gran regocijo.

Tuve la ingenuidad de preguntar cómo iba a mejorar nuestras vidas el hecho de que la ciudad hubiera obtenido la sede o hubiera sido destacada en la emulación.

Digo ingenuidad, porque enseguida otra colega me pellizcó y me llevó aparte. “Esas preguntas no se hacen, porque te señalas.  Aquí todo el mundo sabe que ganar esa emulación no significa nada; la vida de una no mejora en nada. Pero tienes que alegrarte y aplaudir como hace todo el mundo.”

Hace cinco años que no trabajo en ese periódico. El hecho de que mi provincia gane o no la sede por el acto del 26 de julio, continúa sin tener el menor significado para mí. Lo único bueno es que ahora no necesito mostrar ningún falso entusiasmo y también que los actos se han hecho más breves con el tiempo. Ahora contamos con más canales televisivos y no todos se destinan a transmitir el acto político.

Mientras, muchos trabajadores se alegran de tener tres días feriados por la conmemoración del Día de la Rebeldía Nacional; otros, los que tienen cuentas de Internet o correo electrónico en sus centros de trabajo, esperan ansiosos que estos días pasen para poder conectarse o chequear sus mensajes.

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