Yarini destapa sospechas sobre negocios en el cementerio de Colón

Por Vicente Morín Aguado

La tumba de Yarini en el cementerio de Colón.

HAVANA TIMES — Tal vez no sea posible vender la tumba del célebre proxeneta cubano Alberto Yarini, pero otros sepulcros sí entran en el negocio. El más famoso de nuestros chulos es ahora reputado de “milagroso”, razón que determinó preocupación pública ante rumores de un posible traspaso de propiedad de la bóveda donde, desde el 22 de noviembre de 1910, descansan sus restos en el cementerio de Colón.

El pasado 12 de junio Juventud Rebelde desató la alarma a través de un acuse de recibo del cronista Ciro Bianchi, respondiendo inquietudes de los nuevos devotos. El periodista se limitó a la lógica elemental al responder que “en cuanto a la venta de la tumba piensa el escribidor que no hay nada que hacer si la presunta descendiente tiene el título de propiedad.”

Algunas indagaciones posteriores apuntan a otra lógica, subyacente en la realidad cubana.

La primera información vino de uno de los guardias—nunca faltan— junto a la tumba de Amelia Goyri, conocida como La Milagrosa, el sitio más visitado de la gran necrópolis habanera. Luego de conseguir la ruta hacia el encuentro con los restos de Yarini, el hombre enfatizó:

“Puede usted estar seguro que esa tumba no será vendida, no pueden hacerlo, los muertos no firman documentos. La propietaria era una mujer de Yarini, nunca será legalmente vendida.”

Intentando una breve entrevista con funcionarios del departamento legal del cementerio, únicamente para aclarar el detalle sobre compra-venta de propiedades, se presentaron actitudes diversas que serán reseñadas, porque nunca se formalizó el encuentro periodístico:

La bóveda no será vendida, hay una heredera, pero según los procedimientos no posee la capacidad legal para ejercer el acto de compra venta. Es algo determinado, pero mejor es una respuesta legal en el piso superior.

En el citado lugar, el funcionario competente se limitó a declarar:

No hay previsiones específicas para el caso, transita por el mismo procedimiento que transitan los demás, incluye el parecer de las autoridades competentes de Patrimonio.

Larga fila de personas esperaban con documentos, sellos del timbre y demás papeles relacionados con trámites vinculados al tema de las propiedades ubicadas dentro de la necrópolis. Quedan excusados los empleados requeridos al constatar tanto trabajo.

En la calle es posible obtener información adicional, fidedigna debido a su carácter factual. Lo afirma una corredora de bienes raíces, con larga experiencia en el oficio, acumulada antes de las nuevas regulaciones para la compra venta de inmuebles en Cuba:

Las propiedades en el cementerio no cambian de dueño, lo que se hace es un intercambio del documento acreditativo a cambio del dinero acordado. Quien posee “la propiedad” maneja las cosas sin interferencia de la otra parte, porque el pago mismo, junto a la entrega de los papeles bastan.”

Tratándose de un asunto sentimental, es raro reclamación alguna, además, quien paga debe cerciorarse de la reputación y circunstancias que rodean la cesión de derechos por la otra parte.

Pero todo no queda ahí, hay variantes, digamos hasta cierto punto “legales”, como la donación, abunda la mujer antes entrevistada:

En ciertos casos es posible donar la propiedad a otra persona, aunque las reglas obligan a una documentación, acompañada de argumentos lógicos. En cuanto a si hay dinero de por medio, eso queda entre los interesados y tal vez los funcionarios que deben dar el visto bueno a la acción.

Se concluye que tratándose de un cementerio, en Cuba la propiedad está sujeta oficialmente a regulaciones que la convierten en casi un similar de los aquí llamados usufructos gratuitos.

Los negociantes no se arriesgarán si se trata de figuras célebres, históricas, porque la fama tiene sus riesgos.  Alberto Manuel Francisco Yarini Ponce de León seguirá descansando en la bóveda identificada con el nombre de Chichi,  rodeado de un número creciente de ofrendas, entre ellas, numerosas  peticiones copiadas en pequeños libros de mármol.

La inexplicable religiosidad popular no distingue entre una mujer fallecida junto a su bebé durante el parto—Amelia La Milagrosa— y un chulo explotador de mujeres, muerto a tiros al enfrentarse con uno de sus rivales en el negocio.

Los anacrónicos detractores de Yarini rabian ante su creciente popularidad cien años después,  además de su presencia en el teatro y el cine, acaban de abrir un  restaurante en la calle San Isidro # 180, donde desde la puerta saluda a los visitantes El Rey, El Gallo de San Isidro.

De lo investigado aflora la evidencia de esa lógica subyacente en toda la realidad nacional. No resultó muy grato un periodista inquisitorio sobre temas de compra venta de propiedades en el cementerio de Colón.

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