Transporte en Cuba: Avanzando para atrás

Fernando Ravsberg*

El transporte de pasajeros es caótico por falta de reglas y fiscalización.

HAVANA TIMES — En la organización del transporte de pasajeros Cuba puede seguir haciendo lo mismo durante otros 50 años o estudiar las experiencias de otros países y aplicar las que mejor se adapten a la realidad nacional, sin necesidad de volver a inventar el fuego.

Especialistas del ministerio reconocen que las cosas nunca han funcionado como Dios manda. Cierto es que durante los primeros años de la revolución fue particularmente afectado por el Embargo de EEUU, dado que es ideal para provocar descontento.

Pero hace ya muchísimo tiempo que los buses americanos e ingleses dejaron de existir sin que la situación mejore. Ni siquiera con el cuerno soviético de la abundancia, se contó con un sistema de transporte de pasajeros capaz de satisfacer las necesidades de la gente.

Nunca en 50 años se ha logrado que el transporte público satisfaga plenamente las necesidades.

Las colas en las paradas no son nuevas, me cuentan mis amigos que ir a la playa en los años 70 u 80 era una odisea y regresar implicaba dar una batalla campal de gritos, insultos y hasta empujones para abordar los siempre escasos autobuses.

Cuando llegué a Cuba como enviado especial en 1989 -antes de que se iniciase la crisis económica- me hizo gracia una valla enorme donde se representaba un autobús cubano dentro del cual habían pintado el caos del Guernica de Picasso.

En los buenos tiempos, el que tenía poder viajaba en automóvil y el que tenía dinero en Lanchar, una compañía de taxistas privados que hacían más o menos lo mismo que los actuales boteros. Mientras la gran mayoría luchaba un lugar en las guaguas (1).

Los dirigentes del transporte no pudiendo arreglar el tema de los buses decidieron ir al fondo: planearon la creación de un tren subterráneo. Pero llegó la crisis económica y mandó a parar, dejando al metro en la superficie, montado sobre “camellos” (2).

La escasez de transporte sigue obligando a muchos cubanos a moverse en autostop por la ciudad.

En los inicios de los 90 se acabaron las colas por primera vez en las paradas pero fue porque era inútil esperar que apareciera una guagua. Había buses pero faltaban combustible y repuestos, así que los equipos volvieron a pudrirse en los parqueos.

El caos del transporte

Apenas hubo un poco de dinero o de crédito, el gobierno invirtió en China cientos de millones comprando locomotoras, taxis, buses interprovinciales y urbanos. Curiosamente decidieron adquirir muchos con motores estadounidenses.

Traer una pieza de repuesto para un motor Caterpillar implica comprarla clandestinamente en EEUU, trasladarla a Canadá, embarcarla a República Dominicana o Panamá y desde allí a la isla. Un paseo que hace perder a Cuba bastante tiempo y muchísimo dinero.

Pero el problema es aún más complejo, el Ministerio no solo es incapaz de gestionar sus propias empresas, ni siquiera puede organizar a los transportistas privados, que operan con más libertad de la que tendrían en un país con economía de mercado.

Los transportistas privados tienen mucho peso en La Habana pero son vitales en el interior de la república.

Los “boteros” son los que utilizan un auto particular para mover personas por una ruta fija. Es un negocio que deja una ganancia de más de U$D 1000 al mes, suficiente para adaptarles a sus “viejos” automóviles modernos motores diésel japoneses.

Cuba es uno de los pocos países en los que los choferes del transporte privado deciden el horario de trabajo, las rutas que transitan y hasta el precio del pasaje que debe pagar el usuario. Y todo lo hacen sin que se les exija ni siquiera facturas de combustible.

Las autoridades conocen todo esto pero en vez de organizarlo, les ponen multas impositivas para obligarlos a pagar más.  Así cubren un poco las pérdidas que le provocan al Estado pero dejan totalmente desprotegido al usuario.

Aunque se repite una y otra vez que la cubana es una economía planificada, en el caso del transporte de pasajeros conozco sociedades capitalistas en las que las autoridades ejercen un mayor control, organizando y fiscalizando a los empresarios del sector.

Muchas veces moverse entre provincias implica salir a la carretera y abordar vehículos que no están preparados para el transporte de pasajeros.

El Ministerio de Transporte no actúa a pesar de saber que los boteros compran el diésel en el mercado negro a la cuarta parte de su valor y que aun así cobran por un pasaje el equivalente a lo que ganan la mayoría de los cubanos en un día de trabajo.

Por otra parte los accidentes se multiplican pero para ser botero solo se exige un cursillo de una semana y los vehículos tampoco pasan inspecciones periódicas serias para comprobar su estado técnico, tal y como ocurre en muchas otras partes del mundo.

Los choferes de autobuses, los famosos “guagüeros” de Cuba, arengan cada día a los pasajeros de sus vehículos con una frase que podría convertirse ya en la consigna del transporte público de Cuba: “¡adelante compañeros, sigamos avanzando, demos un pasito más para atrás!”.
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