Santiago, la bella Santiago

Rosa Martinez

Foto: sierramaestra.cu

HAVANA TIMES — Todos los cubanos hemos visto las imágenes publicadas por los medios cubanos relacionadas con el desastre ocasionado por el huracán Sandy en el oriente del país, especialmente en la ciudad de Santiago, la segunda más importante del país y la más caribeña de todas.

El que más y el que menos se ha acongojado con la destrucción que dejó atrás el fenómeno natural que entró en la Isla el pasado día 25 de octubre y que provocó pérdidas de más de 2000 millones de dólares y dañó más de 130 mil viviendas, 15 mil de estas destruidas completamente, solo en Santiago de Cuba.

A las 6 de la mañana del mismo día del desastre traté de comunicarme con los amigos y familiares de la hermana provincia. Fue difícil y caro, a través de un celular, pero lo logramos, pudimos averiguar de las personas queridas que habían sido más afectadas.

“Varios muertos”, fue la primera gran mala noticia, “entre ellos un recién nacido”, la segunda peor, y por último, la no menos impactante: “la ciudad de Santiago está destruida”.

“¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo que destruida?”, pregunté alarmada. “Parece que pasó por aquí la tercera guerra mundial y no un ciclón”, me respondieron al otro lado, también desde un teléfono móvil.

Momentáneamente quedé muda, y como el teléfono que usaba tenía poco dinero, decidimos tratar de comunicarnos nuevamente por otra vía.

Foto: sierramaestra.cu

Así mismo fue, mi primo Albertico llamó dos horas después desde un teléfono de línea fija y fue cuando supe bien cómo había quedado la ciudad de mis sueños.

Durante la segunda comunicación nos informamos primero sobre los daños ocasionados a familiares y amigos, qué casa había sido afectada, si había algún conocido entre los fallecidos y otros detalles sobre las personas queridas en ambas provincias.

Afortunadamente la familia estaba sana y salva. No había ningún muerto ni tampoco heridos, solo un primo que vive en San Pedrito había quedado en la calle, ya lo habían acogido y recibía ayuda en lo posible. Entre los amigos, dos quedaron sin techo y uno de ellos también sufrió derrumbe de las paredes de su casa.

Después de esos detalles llegó la historia sobre la ciudad. “Bueno, dime ¿cuáles fueron los principales daños?”, le pregunté al primo.

“No sé por donde empezar”, me comentó. “Rosa, a Santiago hay que hacerla nueva. Para que tengas una idea sencilla: no quedó ni un solo árbol, ni uno, en pie; todos están en el piso o encima de las edificaciones o casas; todos los postes y cables también están en el piso.

“Por arribita, te voy a mencionar las cosas que más recuerdo del recorrido que hice esta mañana”, continuó.

“De los dos coopelias no queda nada, acabó con las dos terminales de ómnibus, se llevó la cubierta completa del teatro Heredia, afectó el Guillermón Moncada y el Hotel Santiago, los 18 plantas de Garzón perdieron ventanales completos, acabó con varios supermercados, la Universidad de Oriente y la fábrica de ron. Y así, fue mencionando lo que pudo recordar de lo que había visto o escuchado de otras personas, fue simplemente horrible.

Foto: sierramaestra.cu

No me lo podía creer, en Santiago no quedaba nada en pie, la ciudad había sido destruida completamente. No hubo fábrica, escuela, hospital, bodega o supermercado, tienda recaudadora de divisa, museo, centro cultural, institución deportiva, etc, que no sufriera daño.

Después de las palabras de Alberto, quedé inmóvil, sin saber qué decir o qué hacer. El primer impulso fue salir corriendo para allá aunque no pudiera hacer nada, ir aunque mi ayuda no sirviera de mucho, aunque mi situación económica no me permitiera aportar gran cosa, pero estar allí, para mis familiares y amigos, para la ciudad.

No lo hice ese día, yo también había sido damnificada, y debía colaborar con la reparación de la casa de mis padres, que están viejos y no pueden solos. Mi casa tampoco había escapado al huracán e igualmente necesitaba reparaciones urgentes.

Pero fue solo cuestión de días, en menos de 36 horas fui a Santiago, para ver con mis propios ojos lo que la furia de Sandy dejó allá, o mejor dicho lo que no dejó.

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