Monólogo de la presidenta: Cremata testimonia el acto de su censura

“De un texto burlesco, un juego dramático; y de un texto dramático un juego burlesco”. (Crítica a los textos de Ionescu)

Vicente Morin Aguado

Juan Carlos Cremata

HAVANA TIMES — Desde la pasada semana circula en las redes Monólogo de la Presidenta, drama en un solo acto, testimonio de su autor, Juan Carlos Cremata, quien ofrece los detalles de la reunión convocada expresamente para informarle la censura de “El rey se muere”, versión propia de una pieza antológica del dramaturgo rumano-francés Eugene Ionesco.

Al peguntarle sobre el breve texto, apenas tres cuartillas, Cremata respondió:

“Me reservo contestar a tus preguntas porque prefiero hablar artísticamente y no cerrarme más caminos mencionando nombres y apellidos (creo que a quien le sirva el sayo que se lo ponga) ya bastante me están sofocando y no sé si lo seguirán haciendo, mejor dicho, no dudo que me tiraran aún más contra la pared.”

A no dudarlo, hablando de represión, el entrevistado hizo un adelanto: “por lo pronto la mayor agresión y más reciente es que me quitaron el correo ICAIC y eso me impide conectarme ampliamente para seguir denunciando la injusticia.”

Salta a la vista que las “facilidades” para el uso de las redes informáticas, otorgadas a los profesionales cubanos por el estado, cumplen la sentencia años atrás cantada por Carlos Varela:

“En la comarca de su Majestad, todos hacen lo que dice el Rey, él les da el pan, el vino, pero luego les cobra la ley.”

Del citado Monólogo, de momento, vía correo electrónico, de persona a persona, está disponible. Sin intentar una reseña, la estructura dramática parte de una mujer autoritaria, obviamente la “Presidenta”, quien cita a una reunión donde sólo ella hablará, más bien dictará una orden. El momento culminante llega cuando argumenta el por qué de la censura:

“Pero lo peor de todo, es que es una franca burla al lí­der histórico de nuestra Revolución. Una verdadera falta de respeto, con una persona que ha hecho mucho por todos nosotros en este paí­s. Y que ahora está muy enfermo, el pobre.”

“¡Ah, y eso sí que no lo vamos a permitir! Ni yo, ni ninguno de los que estamos aquí.­ (mira a todos) ¿No es así­? (todos asienten bajando la cabeza) Por eso, en nombre de las libertades alcanzadas durante todos estos años por nuestro movimiento teatral, nos vemos en la obligación de censurar tu espectáculo.”

Sin embargo, Cremata acaba de colocar en las redes un nuevo opúsculo, titulado El evento que viene. Basta leer fragmentos del mismo para comprender las raíces profundas de la furibunda actitud contra el artista:

“Aún recordamos, como anécdota, el día en que asistimos a la tan proclamada y necesaria reinauguración del Teatro Martí. Al menos conocimos de tres casos de personas, que cayeron de unas butacas pésimamente ajustadas. Y en el baño no funcionaban los secadores de manos. ¿Qué nos deparará el Gran Complejo Cultural Alicia Alonso para mañana, cuando el comentario general y público es que fue reabierto con mucha pompa y lujo, pero en realidad, no está aún debidamente terminado?

Esta crónica excede con mucho las normas editoriales de Havana Times, está igualmente disponible al intercambio personal, pero no puedo sustraerme a otro fragmento de la denuncia:

Por cierto; ¿a quién se le pudo ocurrir en su anterior restauración, pintar la platea de la Sala Avellaneda, con un color amarillo claro? Evidentemente, a alguien que ha asistido a muchos congresos o reuniones, pero que nunca en su vida ha entendido que el color oscuro, preferiblemente el negro, es esencial para el juego de luces que propone la práctica escénica. ¿Quién construyó los baños del Complejo Cultural Raquel Revuelta, sin respiraderos y situados junto al lunetario? ¿Por qué a los pocos días de inaugurados, el Teatro Miramar, junto al ya mencionado Complejo Revuelta, se inundaron, ambos, con las primeras y más tímidas lluvias caídas? ¿Cómo duró tan poco la remodelación del Amadeo Roldán? ¿Hasta qué punto dejarán agonizar al, en sus tiempos fabuloso, Hubert de Blanck, luego de acabar con su imprescindible e histórico pasillo central entre lunetas?

El Rey se Muere.

En un país donde las artes escénicas sólo pueden ejercitarse en instituciones bajo control estatal, la censura, la represión posterior y el ostracismo dictado contra un intelectual de probada valía, son acciones particularmente reprobables.

Sin previo contacto, quien esto escribe coincidió con el artista censurado en la escasa valía de una buena parte de los innumerables “eventos” convocados cada año en nuestro país. Aquel comentario se tituló: Cuba, el país de los eventos.

Le agradezco a Juan Carlos Cremata Malberti la oportuna frase que cierra este artículo:

¡Felices los ingenuos, los indolentes, o los meticulosa y sabiamente adoctrinados!

 

Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu

 

 

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