HAVANA TIMES — En La Habana a raíz de los procesos migratorios acentuados en los años 90, el tatuaje pasó a ser más que una marca propia portada por marineros, presidiarios y marginales, a ser llevada poco a poco por disímiles personas que no necesariamente tuviesen un pasado “socialmente inaceptable”.
Es curioso como debido a la falta de recursos los primeros tatuadores de la Habana emplearan desde tinta de bolígrafo a llegar a rasgarse, picarse, pincharse, forrarse, o marcarse la piel (palabras empleadas en el argot marginal) con cuchillas e incluso con cualquier objeto punzante [i] dejando que las heridas cicatricen como tatuajes para realizar el dibujo en la dermis. En esos años las “picadas” se realizaban con muletas improvisadas y agujas adaptadas a una máquina.
Con el postmodernismo y la era global el tatuaje no se ha mantenido aislado a estos procesos y ha cobrado magnitudes insospechadas. Por las calles más céntricas de La Habana podemos observar adolescentes luciendo en diferentes partes de su cuerpo diferentes tipos de tatuaje y cada vez más. La práctica se diversifica en cuanto a conceptos y a formas por los tatuadores y tatuadoras.
El proceso de escarificación casi ritual asume al dolor como médium para elevar al individuo a ver plasmado en su piel un tatuaje. Este proceso tan antiguo como el ser humano, donde su práctica era de carácter mágico religioso, tal es el caso de culturas maoríes, egipcias, norte, centroamericanas y en otras, como la japonesa y antiguo greco romana, su uso era estigmatizar a los que infringían las leyes y así condenarlos a llevar un anatema para toda su vida.
Así mismo la mafia Yakuza marca a las mujeres que prostituye con diversos tatuajes para que si en algún momento ellas llegasen a huir de la mafia las puedan encontrar en cualquier latitud, pues es una marca indeleble, tal cual se marcaría a una res, aquí se muestra como se puede tornar el arte del tatuaje.
En Cuba, como el resto de manifestaciones que llegan tardíamente por el retardo de información, ha sido poco explorado el fenómeno del tatuaje. Tanto tatuadores como tatuados, en la mayoría de las veces, no tienen un conocimiento de seguridad y sanidad respecto al tema o sobre que dibujo portar en su piel.
En el proceso del tatuaje el 99 por ciento de los materiales son desechables y por tanto el costo es altísimo y encarece el costo de los tatuajes, conocimiento que no tiene la sociedad. Algunos tatúan de forma casi legal porque son artistas plásticos y pertenecen al registro del creador de las arte plásticas y otros que son miembros de la AHS, los que no ya sea por edad, formación o coyuntura no pertenecen a ninguna de las dos lo realizan en una especie de limbo legal.
Por tanto al no tener un lugar para acceder a los materiales muchos lo realizan de forma artesanal e irresponsable donde se pone en riesgo la salud de los tatuados que no tienen conocimiento de las enfermedades cruzadas que pueden contraer e incluso el VIH, ya que se está trabajando con agujas que no tenemos la certeza de que sean nuevas o hayan sido esterilizadas.
La solución para todo esto desde el punto de vista sanitario, de costo y cultura del tatuaje es y debe ser ofrecer una licencia para que los tatuadores puedan ejercer de forma legal y los materiales no sean importados.
De la misma manera la cultura entorno al tatuaje, desde diseños hasta maneras de hacerse se podrían difundir más de manera nacional con creación de revistas cubanas, foros, competencias, exposiciones exclusivas de tatuaje, elementos que fomenten la cultura de un arte tan complejo como el propio tema del arte y la belleza.
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Nota: [i]
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