¿La educación en Cuba se puede salvar?

Por Frank Simón

HAVANA TIMES – “No pienses que voy a estar aquí, ganando 50 pesos cubanos diarios en una paladar, así mismo le dije a mi familia cuando terminé el preuniversitario, no se crean que estudiaré para cobrar como profesional 500 pesos ni nada parecido”, así me espeta Sara, de 19 años, bella como su edad, pero con una visión oscura del futuro.

No sabe qué será, pero no quiere ser lo que es. En el escalafón de la secundaria era el 15, entre doscientos muchachos, y en el pre hizo el 30 entre una cifra similar. “Pude pedir Medicina por ejemplo, pero no vale la pena quemarse las pestañas”, me dice.

“Mujeres como Sara piensan así desde el décimo grado y suelen elegir como esposos a hombres mayores de cuarenta años, es un proceso que también se da en la secundaria, ellas, como son bellas, no tienen nada más que luchar al viejo con dinero o un yuma extranjero”, la declaración de Vladimir, de onceno grado.

A él lo desconsuela, pues con la ayuda de sus padres apenas le da para la merienda del día, así que no puede aspirar a resolverle el problema a ninguna de las chicas que le gustan. “Las carreras vienen y sobran, porque pocos las quieren, ya un joven viajando de mula –contrabandista de ropas- a Panamá es una personalidad más que un médico o un abogado, te podrás imaginar que la disciplina en las escuelas es similar al desinterés”.

Sobre el tema conversamos con Julio, un Dr. en Sociología, profesor de la universidad. Para él, el uso del término “pirámide invertida” es un eufemismo estatal, con fines de minimización de un problema tan complejo. “En mi opinión, obviando los desfasados y dogmáticos planes de estudios y la pésima formación del docente joven, la educación cubana la corroyeron a propósito, porque es mejor gobernar a iletrados, a gente sin poder intelectivo, sin capacidad organizativa ni astucia política, por eso te hablo de ingeniería social”.

Confiesa Julio en términos menos académicos y pragmáticos, “es que hay un discurso oficial por un lado, que llama a la barricada constante, y uno subrepticio que te dice que te vayas, que aquí no hay futuro para nadie, excepto los hijos y nietos de las figuras de la junta militar gobernante”

¿Podrá alguien salvar le educación en Cuba? “No -me responde Menéndez, director de una secundaria, esto no tiene forma, ni con los padres ni con los estudiantes, este centro, otrora el mejor de la provincia, es ahora un reformatorio de predelincuentes, donde si no estás llamando a la policía esto es el acabose, los niños cada año ven menos educación, pues los padres mismos están deformados”.

Abunda nuestro maestro director que: “La primaria no imparte los conocimientos del plan, así que llegan con una base pésima, sin haber vencido objetivos de tercer o segundo grados, así que la habilidad principal, la de pensar por sí mismos, la tendrán afectada de por vida, estamos formando hombres de las cavernas”.

Menéndez y el Dr. Julio coinciden en el mismo punto, quizás se trate de una ingeniería social, un hombre nuevo que no piense jamás, ni se haga ilusiones, que sabe que para vivir mejor debe mentir, mientras intenta escapar de la cárcel. “Todo el que haya leído a Michel Foucault, filósofo francés de la segunda mitad del siglo pasado, sabe que él planteó a la ingeniería social como una de las formas de control mental y represión de los gobiernos sobre las masas, de manera que usted renuncia a su yo autónomo desde joven y se adapta a una posición de víctima que lo desempodera”, abunda Julio. 

“Ahora bien, –acota el Dr. –  el sistema cubano juega con candela, pues si bien la poca educación adocena el pensamiento y la acción, pudiera generar olas incontenibles de violencia en un momento dado, como sucedió en la Primavera Árabe, cuando la situación de sobrevivencia del individuo llegue a un límite”.