Texto y Fotos por Lázaro González
Con el objetivo de revertir a mediano plazo esa negativa tendencia, el Estado antillano ha puesto en práctica un conjunto de medidas: la entrega de tierras en usufructo, el aumento de los precios de compra a los productores, el programa de la agricultura urbana y suburbana, inversiones en plantas de fertilizantes, y recientemente la aprobación de créditos destinados a trabajadores particulares del sector agropecuario, entre otras.
La instrumentación de algunas de ellas ha tropezado con “obstáculos burocráticos y falta de previsión de los órganos locales de gobierno.” según expresó el propio presidente Raúl Castro en el Informe Central al reciente VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
La preparación de la industria sideromecánica para fabricar implementos agrícolas constituye uno de los puntales estratégicos de la sustitución de importaciones en materia alimentaria. Cuando se concibió el plan, la responsabilidad principal recayó en la Héroes del 26 de Julio, de la nororiental provincia de Holguín, por su nivel de especialización y tecnología instalada.
Desde octubre pasado hasta finales de mayo, se produjeron en Holguín 25 mil implementos agrícolas del Programa campesino. Más de la mitad salieron de nuestros talleres, apunta Carlos Martínez, director de producción de la Héroes del 26 de Julio.
“Inicialmente el contrato con la Agricultura establecía fabricar 33 mil 500 utensilios en 2010, pero la entrada de materias primas falló por problemas en la importación. Solo comenzó a estabilizarse a partir de septiembre. Desde entonces tenemos casi todo garantizado para producir lo que quedó pendiente del año pasado, dígase metales (fundamentalmente acero), tornillos, pinturas…
La gran mayoría de los suministros son importados y su costo en divisas encarece los productos.”
Estas producciones pueden adquirirse hoy en todo el país, en los centros de atención al campesino. Pero, como veremos en la segunda parte de este reportaje, las cifras de ventas han sido ridículas en comparación con la producción, debido fundamentalmente a los elevados precios.
Calidad en caliente
“Tenemos que estar siempre arriba de la calidad, hay dispositivos susceptibles de salir con desperfectos. Por ejemplo, somos muy exigentes con la manipulación de las piezas en caliente.” asegura Javier Caneyes, jefe de la División de servicios productivos, un veterano que acumula 26 años de trabajo en la fábrica, próxima a festejar sus tres décadas de vida este julio.
A fines de 2010, tras seis años de preparación, la Héroes del 26 de Julio certificó su sistema de gestión de la calidad por la norma ISO 9000.
Similares frutos ha rendido la creación de este grupo en el caso de los implementos para equipos automotores, de mayor envergadura: gradas, multigradas, chapeadoras, surcadores, cultivadores, remolques, arados, entre otros, encargados por los ministerios de la Agricultura, el Azúcar, el Interior y las Fuerzas Armadas.
Los remolques de usos múltiples y los arados de tres discos, junto a los cultivadores de 11 y 13 órganos, y las gradas 965 (pequeñas, de 16 discos, sobre neumáticos), los exportan a Venezuela. Ese país sudamericano, principal socio comercial de Cuba, compró un total de 200 implementos en 2010, por un valor de 1 200 000 dólares, récord histórico para la empresa.
Sin embargo, Martínez critica la pobre gestión de mercado por parte de las entidades designadas a tales efectos, como Maquimport.
Cultivar la eficiencia y el salario
Amaury Rojas, experimentado operario del taller de maquinado, reprocha también que desde hace años, por problemas de fundición, buena parte de la materia prima llega a su taller con baja calidad, llena de poros en su interior que dañan las cuchillas, los calzos y afectan la calidad del producto final.
Rojas añade: “Hace tiempo estamos discutiendo con los jefes esta situación, porque genera muchos rechazos y, como trabajamos vinculados, esas piezas rehusadas no las cobramos. Entonces, es tiempo, energía eléctrica, esfuerzo y vida útil de las máquinas que echamos en saco roto.”
A Erasmo Zayas, curtido jefe del área técnica de corte y conformado, lo encontramos enfrascado en cambiarle el aceite a una máquina para continuar la producción de gradas, remolques y carretones de tracción animal. Él afirma: “Me gusta mucho mi trabajo, lo considero muy importante. El problema que más nos afecta es la entrada tardía de las materias primas. Los demás inconvenientes los resolvemos sobre la marcha.”
Otro prestigioso mecánico del taller de maquinado, Roberto Sao, fundador del centro, 19 años consecutivos vanguardia nacional e hijo ilustre de la ciudad, reconoce que su labor es agotadora, porque hay que permanecer muchas horas de pie y con frecuencia manipular piezas pesadas. “Sin embargo, me gusta y disfruto la Mecánica; aunque es lamentable que nuestro salario sea tan bajo, apenas cobro 285 pesos mensuales (unos 11 pesos convertibles) y eso no estimula a nadie. Quisiera transmitirles a los jóvenes que aquí se aprenden cosas nuevas. Pero para atraer a las nuevas generaciones es necesario, retribuir mejor nuestro trabajo.”
En este sector los obreros son muy mal remunerados, sostiene Marrero, el jefe de la División de implementos agrícolas. “A pesar de que tenemos altas utilidades, generamos divisas por concepto de exportación y sustituimos importaciones; nuestros técnicos y operarios son de los que menos salario perciben en la provincia.”
En ruidosas trincheras como esta, donde el acero cede bajo el peso de la “gota gorda.” a pesar de los bolsillos anoréxicos, se decide hoy el progreso agrícola y la suficiencia alimentaria del país. Hacer de estos fatigosos oficios espacios de justos beneficios materiales, constituye una vuelta de tuerca impostergable. Fomentarlos implica cuidar bien que la carreta se mantenga detrás de los bueyes.
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