Homenaje a Margaret Randall en Casa de las Américas

Por Irina Echarry

HAVANA TIMES — Para quienes no la conocimos antes pudiera ser una izquierdista más, atrapada en la emoción de los primeros años de la victoria revolucionaria en Cuba. Después de escuchar a sus amistades hablar sobre ella y de leer el libro Cambiar el mundo, la impresión es otra.

Más allá de la ideología, no podemos dejar de admirar su constante búsqueda, sus análisis de la realidad, sus cuestionamientos.

A los ochenta años, Margaret Randall llega a Cuba a recibir un homenaje en la Casa de las Américas. Para la ocasión fueron convocados viejos amigos que convirtieron el encuentro en un grato espacio de evocación.

Alex Fleites, director de la revista de literatura Amnios, recordó cómo “Margaret, su familia, su apartamento de la calle Línea, fueron una escuela de los sentimientos, un sitio a donde es bueno volver, un diálogo inacabado y no por interrumpido, sino porque de las cosas que de verdad importan, uno no termina de hablar nunca”.

Cuando vino a vivir a la Isla ella ya había publicado, al menos, un libro y había dirigido en México, junto a  Sergio Mondragón,  El Corno Emplumado, aquella revista que según el poeta Alex Fleites se anticipó a lo que después se reconoció como postmodernidad.

Margaret Randall con Roberto Fernández Retamar

Así, nucleó en torno a su familia y su casa a jóvenes cubanos ávidos de expandir sus horizontes, que encontraron en ella un puente entre la libertad del aprendizaje en toda su magnitud y los controles estrictos y los prejuicios de la época. Iban a su casa “a confiar, a imaginar un mundo inclusivo, cargado de amor, equilibrar la fascinante epopeya de la historia sin derecho a estar triste o a reírnos sin motivos aparentes, un espacio donde dudar no era ser blandengue”.

El sociólogo Juan Luis Martín la conoció en la Editorial Ciencias Sociales y establecieron “una relación de amistad muy profunda que ha tenido significados éticos y humanos muy fuertes”. Martín cree que ella “merece el homenaje no solo por su labor poética, sino por sus valores humanos y su consecuencia con ellos a lo largo de la vida”.

Describió cómo desde el inicio le llamó la atención “su sencillez, la amplitud y profundidad de sus ideas y su visión del mundo. En su obra predomina el interés social por sobre el individual; su obra no está diseñada para ganar dinero, sino para enriquecer y desarrollar la
conciencia social”.

Por su parte, el editor de la revista Gaceta de Cuba, Norberto Codina, fue muy breve, solo contó cómo la idea de una edición cubana de Cambiar el mundo surgió en su casa y luego se disolvió. Por suerte ahora, Ediciones Matanzas lo ha hecho realidad. Recordó que el pasado
enero se cumplieron 50 años de la primera visita de Margaret a Cuba; desde entonces, asegura, ella ha estado muy cerca de la Isla y preocupada por su destino.

Se presentó “Cambiar el Mundo” en la Casa de las Américas. Con Margaret Randall, Juan luis Martín (Izq.) y Alfredo Zaldívar.

Arturo Arango hizo la presentación del libro, unido a sus recuerdos de los años cubanos de Margaret. Su relato comenzó con el acercamiento de Randall, a mediados de la década del 70, “al grupo de jóvenes escritores que se reunían los sábados en la tarde en la Uneac, donde oficiaba en aquel entonces la Brigada Hermanos Saíz. No pasó mucho tiempo para que la casa de Randall se convirtiera en el campamento de algunos de esos jóvenes”.

Allí imprimían el boletín del taller literario Roque Dalton, conversaban, creaban, leían. También, conocieron a escritores que ya admiraban por su obra: Cortázar, Benedetti, Ernesto Cardenal, entre otros. Según Arango, ella “fue fundamental para que nuestra cosmovisión se hiciera más completa, gracias a ella tuvimos acceso al conocimiento de sucesos históricos,
informaciones, teorías que faltaban en el dogmatizado contexto cubano de aquellos años. La vida de Margaret ocupaba espacios amplísimos y diversos, y nosotros nos fuimos contaminando con ellos”.

Zaida del Rio entregando una obra a Margaret.

Adelantó Arturo Arango que en su libro Randall narra el ambiente de desconfianza en que vivió sumida durante esos años. Luego de casi tres décadas transcurridas, intenta “comprender quién era ella, quiénes eran sus hijos, quiénes éramos todos en aquellos años”. Y resaltó “la limpieza ética con que está concebido y escrito; su honestidad es conmovedora de principio a fin, tanto, como su sentido de la gratitud”.

Arango cree que Cambiar el mundo “es un libro profundamente crítico, porque es, ante todo, autocrítico” y no ignora los contextos. Asegura que “no hay desencanto, hay reorientación de las prioridades, actualización de las ideas”. Piensa que el penúltimo capítulo -Cuestión de poder- “es particularmente útil en las circunstancias en que vivimos. La revolucionaria que es Margaret Randall revisa los procesos ideológicos en que estuvo inmersa, sus relaciones con luchadores en América Latina, en especial de Cuba y Nicaragua, y renueva su idea de socialismo”.

Al respecto, cita un interesante párrafo del libro donde Randall explica: “Todavía creo en el socialismo, pero hoy me gustaría ver una versión que honrara una gama más amplia de ideas, que cultivara la libertad de disentir, reconociera las diferencias y buscase una fórmula donde pudiesen convivir tanto la identidad individual como las inquietudes colectivas. Quizá la única forma de lograr un cambio semejante es revolucionar las conciencias antes de luchar por la toma del poder o, al menos, hacerlo simultáneamente”.

Margaret Randall demuestra que la experiencia vital es imprescindible para el análisis de las circunstancias, y se cuestiona posturas, actitudes, pensamientos, fracasos y logros como cualquier ser humano.

Sus ideas feministas, por ejemplo, no eran bien vistas en la Cuba de los 70 ni su desenfado, y seguro que proceder de un país enemigo le trajo no pocos desencuentros con algunos “revolucionarios”.

Algo queda muy claro después de leer su libro y de escuchar a sus amigos: es periodista, fotógrafa, poeta, narradora, investigadora, traductora, editora, y todas esas profesiones le aportan miradas diferentes a la realidad que vive, pero es también -y sobre todo- un ser humano, una mujer que se cuestiona cómo ser mejor.

Más allá del debate de si era una extranjera con beneficios o no, lo que resalta de Margaret es que no dejó de ser ella misma en un país que admiraba, pero que no la comprendía. Un país donde chocó con otras maneras de ver el mundo y, a la vez, impregnó de su savia a muchos jóvenes que abrieron sus horizontes intelectuales y espirituales por su cercanía.

 

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

Desespero por no poder controlar la caída del peso cubano

Acusan al medio independiente "El Toque" de poder más que sus políticas económicas para frenar…

  • Circles Robinson
  • Diarios
  • Nicaragua

¿Quién silenció el obispo Rolando Álvarez de Nicaragua?

Ortega y Murillo nunca pudieron amedrentar a Rolando Álvarez para que guardara silencio bajo sus…

  • Cuba
  • Noticias

Llega a Cuba algo de leche en polvo donado desde España

La Asociación de Iniciativas Solidarias Alhucema en Sevilla, España también apoya con suministros médicos para…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.