HAVANA TIMES – El economista griego de izquierda, Yanis Varoufakis, afirma que en la economía hay un aspecto subjetivo importante: “Que nuestros esfuerzos colectivos consigan su objetivo por regla general depende del grado de optimismo del grupo o la sociedad a la que pertenecemos” (1).
Y no fue precisamente optimismo lo que despertó el anuncio de la suspensión de licencias para ejercer el trabajo por cuenta propia en una treintena de modalidades, entre ellas algunas de las más populares como las cafeterías, paladares o el alquiler de habitaciones.
A pesar de que la ministra de Trabajo, Margarita González, aseguró que es temporal, mientras se labora en el “perfeccionamiento” de actividades que “requieren un mejor ordenamiento y control, por lo que se hace necesario no otorgar nuevas autorizaciones en algunas de estas”.
Sin lugar a dudas, cuando se abrió el trabajo autónomo se pensó poco en detalles como que un herrero necesitará hierro para hacer las rejas, un carpintero madera con la que fabricar puertas y muebles y un chapista oxígeno, acetileno y chapa para reparar carrocerías.
Recién ahora los investigadores del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social parecen descubrir en “la más reciente evaluación al desempeño de este sector” que los trabajadores autónomos “utilizan materias primas, materiales y equipos de procedencia ilícita”.
Es que los economistas cubanos -no los de la Universidad de La Florida, sino los de la Universidad de La Habana- se han cansado de repetir que se necesitan mercados mayoristas para abastecer de insumos y equipos a las formas privadas de producción y servicios.
La impresión entre la gente es pesimista, creen que “ya empezaron a recular con los cambios, como ocurre siempre”. En el popular programa humorístico Vivir del cuento, uno de los personajes dice, irónicamente, que se siente cada vez peor, porque no hace más que dar pasos pa’ atrás.
Los cubanos con los que he hablado sobre el tema me cuentan que hay una larga historia en la que tras la apertura económica viene el cierre y mencionan los mercados campesinos, los artesanos de la catedral o los trabajadores por cuenta propia de los años 90.
Además, en la resolución oficial no se imponen una fecha límite para realizar su trabajo de “perfeccionamiento” y no hay motivo para ser optimista, dada la lentitud con que se legisla en temas tan importantes como el agua, el código de familia, el cine o la comunicación.
La inseguridad que generan estos pasos atrás puede cambiar la vida de mucha gente, en particular de jóvenes que intentaban no emigrar o que pensaban regresar al país. Conozco a varios que tenían en sus planes encaminar su vida en Cuba a partir del trabajo autónomo.
Uno de ellos es un científico que investiga en el exterior en una línea de punta. Él estaba dispuesto a dejarlo todo para invertir sus ahorros en un negocio por cuenta propia y realizar su sueño de vivir otra vez en la Isla. ¿Qué hará ahora, sentarse a esperar que termine el “perfeccionamiento”?
Fue comprensible que se avanzara sin prisa pero sin pausa, haciendo planes piloto y midiendo las repercusiones de cada movimiento, como propuso el Gobierno. Era justamente para no volver atrás sobre los pasos que se dieran, evitando generar la inseguridad del “déjávu”.
La noticia de la suspensión temporal de licencias ha caído como un balde de agua fría cuando la ciudadanía esperaba la apertura de la pequeña y mediana empresa, propuesta por el Presidente de la República y aprobada por la ciudadanía en asambleas.
Los cubanos viven ya demasiadas inseguridades externas sobre las que no pueden influir, como la situación inestable de Venezuela o el regreso de Washington a la confrontación.
Sumarles, además, vaivenes internos sorpresivos resultará socialmente muy estresante.
Tal vez sea por eso que en el resto del mundo, el perfeccionamiento de los controles, de las políticas impositivas y las regulaciones de la actividad económica se realizan sobre la marcha, sin impedir la creación de nuevos emprendimientos mientras se decide qué medidas tomar.
Asegura el exministro griego Yanis Varoufakis que el pesimismo en la economía tiene efectos nefastos: “Si creemos que algo es muy difícil de lograr, entonces no haremos todo lo que hace falta para lograrlo y las previsiones pesimistas se confirmarán”.
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