El viaje a Cuba de una periodista de Sarasota

Por CARRIE SEIDMAN*
carrie.seidman@heraldtribune.com

Fotos: Elaine Litherland/SHT

HAVANA TIMES — Cuando abordé el avión en el aeropuerto José Martí, de La Habana, para regresar a Tampa después de una estancia de una semana en Cuba, me sentí arrastrada hacia dos direcciones.

Una parte de mí no podía esperar para ir al baño, correr por una acera nivelada y respirar algo que no fuera aire escapado de un carburador. Pero la otra parte no quería dejar esta encantadora Isla, donde la música y la danza están inextricablemente entretejidas en la trama de la vida diaria, el ritmo es tranquilo y la gente es tan cálida como el aire húmedo.

Esta disyuntiva conflictiva parecía adecuada, dado que la Cuba que viví es una tierra de opuestos. Un lugar geográficamente hermoso, que ha sido estropeado por la contaminación y el abandono de la infraestructura. Su gente es abierta y generosa, pero el clima político sigue siendo restringido. Hay un alto grado de educación y de apreciación por las artes, pero un nivel de vida extremadamente bajo.

A medida que las restricciones han suavizado, cada vez son más los estadounidenses que viajan a este país que se encuentra a 100 millas del Sur de Cayo Hueso. Aunque todavía es difícil para un estadounidense visitar por su cuenta a Cuba de manera legal, debido a la prohibición de viaje impuesta por Washington, ahora es relativamente fácil ir como parte de un grupo académico, educativo, deportivo o cualquier otro tipo de “intercambio”.

Dada mi larga relación de amor y compromiso con la danza, me uní a un grupo de estudiantes de ballet y a sus profesores, que se dirigían a La Habana para participar en un taller de una semana y en una competencia en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, lo que me permitió no solo entrar, sino también tener una visión desde adentro del programa de formación que ha convertido a algunos bailarines de ballet en los mejores del mundo.

Cuando mis abuelos realizaron viajes internacionales en las primeras épocas de los aviones, trataron de asistir a una boda y a un funeral en cada país que visitaron como una manera de abrirse a la cultura local. En Cuba, me gustaría sugerir mejor ir a un partido de béisbol y a una función de ballet. Las dos pasiones nacionales, que son de fácil acceso y de alto calibre.

No tuve la oportunidad de visitar el estadio Latinoamericano, con capacidad para 55 mil personas y donde el equipo Industriales juega sus partidos de casa en el béisbol de la liga cubana que se desarrolla desde noviembre hasta abril, pero sí pude ver una versión no profesional.

Un grupo de chicos se reunieron en una maleza, un campo sin delimitar cerca de la costa para realizar un juego recreativo. No hubo uniformes o árbitros, el bate era de palo y las “bases eran marcas en la tierra, pero no faltó ni habilidad ni entusiasmo. Un grupo de amigos se sentó a la sombra del único árbol cercano, observando, ululando y comiendo guayaba fresca que sacaban de una bolsa. Para mí, las condiciones ideales.

El ballet y la arquitectura

En cuanto al ballet, vi varias presentaciones de los estudiantes y me motivó lo que vi, tanto en el escenario como en la casa. A diferencia de Estados Unidos, el ballet en Cuba no es una actividad elitista. Las entradas cuestan una bagatela, no hay necesidad de vestirse elegantemente, y si usted siente deseos de aplaudir algo espectacular antes de que finalice el movimiento musical – y hay muchas oportunidades para eso- no dude en hacerlo. Después de la actuación de unos estudiantes en el Teatro Nacional, donde actúa la compañía mientras se realiza una renovación de su teatro, los pasillos parecían un estadio de béisbol después del juego, cubiertos de envoltorios de bocadillos y desechos.

Muchas de las otras joyas arquitectónicas de la ciudad -como la cercana cúpula del Capitolio Nacional, el edificio del capitolio- están envueltos en andamios, pues el Gobierno comenzó a realizar un esfuerzo tardío para remediar los años de abandono.

Pero queda mucho que ver en la ruta turística, desde El Floridita, el bar que frecuentaba el famoso escritor estadounidense Ernest Hemingway, hasta el Museo de la Revolución, antiguo palacio presidencial, donde se puede obtener una buena dosis de historia y de adoctrinamiento socialista. Al lado del Teatro Nacional descubrí la Plaza de la Revolución, un fascinante museo y monumento dedicado al “padre de la Revolución”, el escritor y poeta José Martí, frente al cual Fidel Castro solía dar sus discursos más importantes.

Pero yo preferí simplemente pasear por las calles, y me sentí cómoda haciéndolo durante el día, incluso en solitario. Saliendo de nuestro hotel en “23 y L,” a mitad de cuadra noté largas colas en las afueras de lo que parecía ser un parque de la ciudad. Supuse que era una parada de guagua y comencé a caminar hacia el parque -hasta que fue detenida por un guardia que me informó que esa cantidad de personas reunidas allí esperaban pacientemente para entrar a “Coppelia”, una famosa heladería en el interior del parque.

Esta fue una de las dos únicas ocasiones que fui limitada de caminar donde quisiera; la otra fue cuando se me pidió que saliera de la Catedral de San Cristóbal, una suntuosa iglesia católica, porque mis pantalones cortos a mitad del muslo fueron considerados “una falta de respeto.”

Entonces, salí felizmente de las limpias zonas turísticas de la Habana Vieja hacia los barrios residenciales, donde me tropecé con aceras rotas, pero descubrí joyas, como un mercado de productos al aire libre con contenedores rebosantes de plátanos, papayas del tamaño de pequeñas sandías, así como hierbas extrañas que se venden en pequeñas botellas y son usadas para curar diversas enfermedades.

Aunque me sentí completamente segura, era difícil caminar más de una cuadra sin ser abordada por alguien preguntando “¿Estados Unidos?” Como turista estadounidense eres un objetivo de primer orden, y si eres rubio, de ojos azules y hermosa -por desgracia, yo no, pero mi colega sí- te ganas un montón de silbidos y demasiado sonidos de besos.

La Havana, sueño de una fotógrafa

En cuanto a la escena de la salsa, tendrá que salir tarde en la noche a una de las docenas de clubes nocturnos con música en vivo. Estará lleno y la pista de baile será del tamaño de una caja de fósforos, pero la musicalidad innata y el movimiento de los bailarines le quitará el aliento.

Si usted deja su impaciencia estadounidense y la expectativa de que habrá un supermercado a la vuelta de cada esquina – nunca vi nada más que pequeñas bodegas vendiendo bienes limitados-, cede al ritmo más lento de La Habana y abraza los simples placeres de la vida, esta puede ser un refugio acogedor.

Aunque existe servicio de telefonía celular en Cuba, todavía es bastante caro. Los teléfonos no son omnipresentes y los que los tienen suelen realizar llamadas cortas.

Por otro lado, los cubanos no parecen tener ningún problema dejando que una pregunta simple se convierta en una hora de charla. Al principio y al final de cada encuentro usted recibirá un beso en cada mejilla, que es la forma en que todo el mundo -desde los niños pequeñitos hasta los extraños- dicen hola o adiós.

Como mismo usted se ha imaginado -o visto en imágenes- La Habana es el sueño de un fotógrafo. Los edificios pintados en color pastel, los ingeniosos carros viejos de todos los colores, las perspicaces consignas revolucionarias pintadas en una pared o la herencia española en la impresionante arquitectura de la ciudad.

Pero hay mucho como para arrancarse los pelos también -edificios colapsando con el cableado a la vista, ropas colgadas en los balcones, plomería primitiva, un perro esquelético acostado en una sombra. Cualquier cosa más allá de las necesidades básicas de la vida no es muy evidente.

En un país donde la educación es enfatizada y libremente disponible, pero la movilidad ascendente es extremadamente limitada, es natural que muchos hayan decidido emigrar. Sin embargo, los que quedan parecen haber conservado un amor y un compromiso feroz con su patria.

En las primeras horas de la madrugada de mi última noche en La Habana, después de que había tenido, como dice un amigo “demasiado de tomar”, Racael, mi camarero habitual en la cafetería de 24-horas del hotel, preguntó a qué hora me iba por la mañana. Cuando me detuve a decir adiós solo cuatro horas más tarde, me tenía preparado no solo un café con leche, que necesitaba desesperadamente, sino también un plato de tostadas, jamón y queso. Después de que le “prometí” volver algún día no muy lejano, se negó a que le pagara el desayuno.

Ya estoy trabajando en un viaje de regreso.
—–

Si usted va…

Mi viaje de una semana a Cuba fue una gran experiencia -me gustaría regresar en un abrir y cerrar de ojos- pero me habría ido mucho mejor si me hubiera percatado de algunas cosas antes de ir. Esto es lo que podría serme útil la próxima vez.

Conozca más español

Mi español de la secundaria básica y dos décadas de spaninglish en Nuevo México me ayudaron a la hora de sacar cuentas en restaurantes, baños y taxis, y se habla inglés en los hoteles turísticos. Pero los cubanos hablan muy rápido y cortan el final de las palabras. Fueron muy tolerantes con mi vocabulario limitado, pero yo realmente quería poder involucrarme más.

Entienda el dinero

Debido al embargo, usted no puede obtener la moneda cubana en Estados Unidos. Si antes de viajar cambia los dólares americanos por canadiense o por euros, se evitará el gravamen del 10 por ciento que el Gobierno cubano toma de cualquier cambio por dólares estadounidenses en efectivo. Los CUC (pesos convertibles) son la moneda del turismo, que son, básicamente, uno por un dólar (antes de la penalización); los “otros” pesos, los pesos cubanos o CUP son equivalentes a 25 por un dólar. Si va a cambiar dólares [por Euros o dinero canadiense] para evitar la penalización, no le diga a la mujer en el servicio de cambio de divisas en Estados Unidos que usted se dirige a Cuba (como hice yo), porque entonces está legalmente obligada a rechazar la transacción.

Deje la paranoia en casa

Muchos estadounidenses creen que Cuba es un estado policial y que hay micrófonos en cada lugar donde van. Caminé por toda La Habana y nunca fue interrogado y usé el Wifi del hotel sin supervisión (creo yo). La mayoría de los barrios son seguros para caminar, al menos durante el día, aunque usted no debe llevar o usar objetos de gran valor. Como turista, usted será el blanco de pedigüeños o jineteros, sin importar lo que haga; así que acostúmbrese a eso.

Lleve papel higiénico con usted

En ocasiones una vieja se sienta en las afuera de los baños y le entregará un solo cuadrado de papel higiénico a cambio de sus monedas, pero no confíe en eso. En general, los baños públicos carecen de todo tipo de servicio básico, incluso de agua y hasta de asientos en los inodoros. Aprenda a hacer cuclillas.

Empaque, también, toallitas antisépticas

Hay proyectos de construcción en toda La Habana, la contaminación al medioambiente y el saneamiento no es una prioridad. Esté preparado para ensuciarse, y si es germafóbico, quédese en casa.

Prefiera los taxis colectivos

Los taxis estatales –generalmente los modelos de carros más modernos- son más caros y no tan divertidos como los antiguos privados, en los que puedes regatear sobre el precio antes de subirte y disfrutar de la compañía de otras personas que son recogidos a lo largo de la ruta.

Lleve zapatos cómodos y ropa casual

Las aceras de La Habana no son uniformes, son traicioneras y a veces ni siquiera están ahí. Las mujeres se las pueden arreglar usando shorts y tenis, incluso para ir al ballet, así que guarde su falda coqueta y sus tacones para el club nocturno de salsa. Prefiera los capris en lugar de los shorts y que las blusas no sean muy reveladoras -aunque si eres joven y rubia (como mi colega) serás una fascinación, sin importar lo que lleves puesto.

Traiga con usted cualquier cosa (legal) que sea esencial para su salud o su felicidad

No puede caminar una cuadra y encontrar una tienda 7 y 11 para comprar su regaliz rojo a medianoche. La Habana no se alinea con los centros comerciales y las tiendas que existen usualmente tienen bienes y horarios limitados. Lo que necesite, empáquelo.

Salga con una maleta llena, regrese con una vacía

Ojalá hubiera traído conmigo cada compra impulsiva sin uso que guardo en mi armario. El cubano promedio da la bienvenida a los productos estadounidenses y no se ofende si se lo ofreces.

Viaja con un nativo

Un compañero cubano puede actuar como tu intérprete, puede negociar precios y desviar a los que piden, sin mencionar que te puede sacar del circuito turístico. Ya estoy aceptando ofertas para mi viaje de regreso.

(*) Nota del editor: Carrie Seidman, periodista y Elaine Litherland, fotógrafa, ambas colaboradoras del Sarasota Herald-Tribune, acompañaron a Ariel Serrano y Wilmian Hernández, dos antiguos bailarines que desertaron de Cuba en 1993, en su regreso a la tierra que los vio nacer y a la escuela de ballet donde ambos entrenaron cuando niños. Con ellos viajaron estudiantes de la escuela de ballet que fundaron en Sarasota, Florida, e incluido su hijo Francisco de 17 años de edad, quien se decidió tardíamente hacia una carrera profesional prometedora. Este es un extracto de “De casa a La Habana”, una historia de recuerdos, encuentros y esperanzas para construir un puente de ballet para el futuro. Para leer la historia completa en tres partes (en inglés) ver el video documental y una extensa galería de imágenes de Cuba, ir a http://HometoHavana.HeraldTribune.com. – See more at: https://havanatimesenespanol.org/?p=97106#sthash.Z0LMoecd.dpuf
(*) Nota del editor: Carrie Seidman, periodista y Elaine Litherland, fotógrafa, ambas colaboradoras del Sarasota Herald-Tribune, acompañaron a Ariel Serrano y Wilmian Hernández, dos antiguos bailarines que desertaron de Cuba en 1993, en su regreso a la tierra que los vio nacer y a la escuela de ballet donde ambos entrenaron cuando niños. Con ellos viajaron estudiantes de la escuela de ballet que fundaron en Sarasota, Florida, e incluido su hijo Francisco de 17 años de edad, quien se decidió tardíamente hacia una carrera profesional prometedora. Este es un extracto de “De casa a La Habana”, una historia de recuerdos, encuentros y esperanzas para construir un puente de ballet para el futuro. Para leer la historia completa en tres partes (en inglés) ver el video documental y una extensa galería de imágenes de Cuba, ir a http://HometoHavana.HeraldTribune.com. – See more at: https://havanatimesenespanol.org/?p=97106#sthash.Z0LMoecd.dpuf

—–

Nota del editor: Carrie Seidman, periodista y Elaine Litherland, fotógrafa, ambas colaboradoras del Sarasota Herald-Tribune, acompañaron a Ariel Serrano y Wilmian Hernández, dos antiguos bailarines que desertaron de Cuba en 1993, en su regreso a la tierra que los vio nacer y a la escuela de ballet donde ambos entrenaron cuando niños. Con ellos viajaron estudiantes de la escuela de ballet que fundaron en Sarasota, Florida, e incluido su hijo Francisco de 17 años de edad, quien se decidió tardíamente hacia una carrera profesional prometedora. Este es un extracto de “De casa a La Habana”, una historia de recuerdos, encuentros y esperanzas para construir un puente de ballet para el futuro. Para leer la historia completa en tres partes (en inglés) ver el video documental y una extensa galería de imágenes de Cuba, ir a http://Havana.HeraldTribune.com.

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Noticias

Llega a Cuba algo de leche en polvo donado desde España

La Asociación de Iniciativas Solidarias Alhucema en Sevilla, España también apoya con suministros médicos para…

  • Cancion del Dia
  • Noticias

Africando All Stars – Canción del día

Nuestra banda destacada de hoy es Africando All Stars con músicos de Africa y Nueva…

  • Foto del dia
  • Noticias

Una foto de mi madre en los años 30, Canadá – Foto del día

David Patrick Green tomó nuestra foto del día: "Mi madre disparando una flecha en los…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.