El negocio de la ropa “reciclada” en Cuba

Foto: Raquel Pérez Díaz

 

Por Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — Me cuenta un empresario que el Gobierno cubano dedica cada año cinco millones de dólares americanos a la compra de ropa reciclada, adquiriendo la de mayor calidad que se vende en el mundo. Sin embargo, en las tiendas solo se pone a la venta prendas de la peor calidad.

Cada libra de esa ropa puesta en Cuba vale 0.68 dólares. Una libra es lo que pesa un jeans, una de las prendas que viene en las pacas. Aplicando el impuesto del 240 por ciento, más la ganancia de la tienda, se podría vender un Levis o un Lee, en buen estado, por dos o tres dólares.

Con esos precios podría resultar una solución muy atractiva para muchos cubanos y cubanas que perciben bajos salarios. Sin embargo, lo que llega a los consumidores son harapos, en vez de las prendas “Premium”, adquiridas en mercados como Canadá.

La ropa recorre un largo camino durante el cual todo el mundo le hace cambiazos. Foto: Raquel Pérez Díaz

Para entender cómo se produce semejante “deterioro”, desde que la mercancía llega a Cuba hasta que se oferta a los consumidores, es necesario hacer el mismo recorrido de las pacas, montadas en el viejo trencito “puerto-transporte-economía interna”.

Me cuenta el empresario que a alguien se le ocurrió la idea de que los contenedores sean abiertos en las granjas-prisiones y que la ropa la clasifiquen los reclusos, los cuales, en su mayoría, se encuentran en detenidos a causa de delitos contra la economía nacional.

Allí se produce el primer cambiazo, los presos ponen su ropa vieja y la de su familia, retirando igual cantidad de prendas nuevas con lo cual se mantiene intacta la contabilidad. Por supuesto que para poder hacerlo es imprescindible “salpicar” a los custodios.

Una vez abiertas las pacas y realizada la primera “clasificación” se envía a los almacenes nacionales, donde se repite el proceso de cambio de ropa vieja por la nueva para abastecer de mercancía a decenas de tiendas clandestinas que pululan en la capital.

Más tarde se envían las pacas a los centros de acopio provinciales para una nueva clasificación y otro “cambiazo”. Así, el mercado negro local puede ofrecer calidad y variedad a una clientela con un poder adquisitivo medio.

Finalmente, la indumentaria llega a las tiendas de cada localidad. Inmediatamente las tenderas avisan a los revendedores y estos compran todo lo que queda que valga la pena. Así que cuando el cliente llega al mostrador solo encuentra un producto que no vale ni lo que pesa.

Tiendas clandestinas como esta son el destino final de mucha de la ropa reciclada de mejor calidad que importa el Gobierno cubano.  Photo: Raquel Pérez Díaz

Un proveedor extranjero trató de comprobar la respuesta del consumidor a su producto. Llegó a una de las tiendas a la hora de apertura y las tenderas le dijeron que se había vendido todo, lo cual era imposible, porque la mercancía había llegado el día antes después del cierre.

Las autoridades del Ministerio de Comercio Interior quieren dejar de traer al país este tipo de ropa, porque la gente no la compra. En realidad los consumidores nunca ven en las tiendas del Estado esos productos, sino los andrajos que dejaron otros por el camino.

La aceptación de esta ropa de segunda mano se ve en las tiendas clandestinas, en 24 horas venden todo lo que llega. Visité una, en un barrio popular de La Habana, y vi como una chica se compraba un pantalón Columbia por la tercera parte de lo que le costaría uno chino.

Dijo el cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea que el socialismo es un excelente guion con una pésima puesta en escena. En la venta de ropa reciclada podemos ver como se refleja en la vida cotidiana la contradicción entre los guionistas, los directores, los actores y el público.

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