Fotorreportaje por Caridad
HAVANA TIMES, 5 agosto — La Necrópolis cienfueguera lleva el nombre de Tomás Acea en honor a una de las familias más acaudaladas de esta ciudad, tiempos atrás, y la cual, según consta en la historia, donó parte del dinero para esta obra considerada por los expertos entre los mejores de su tipo en Cuba.
A pesar de haber sido construido para los pobres, hay todo un derroche de esculturas monumentales hechas con mármol de Carrara. Y por lo menos en mi visita la encontré casi tan bella como el Cementerio de Colón en La Habana, y con la ventaja de unos hermosos pinos, grandes y pequeños, que dan cierto tono de misterio al lugar, declarado Monumento Nacional desde 1978.
El edificio principal, de formas clásicas con gruesas columnas y dibujos de la época que se remontan al siglo XIX, es, por supuesto, el que más llama la atención; pero las esculturas dedicadas a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, y a Cristo Jesús, mantienen siempre flores frescas, lo que indica el respeto y cariño de los cienfuegueros por estas dos figuras míticas.
Allí también se guardan los restos materiales de quienes fueron muertos en las guerras de África. Allí también crecen las palmas reales, con esa gracia que casi se burla de las serias esculturas religiosas.
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