Economía cubana, ¿del control absoluto a la apertura sin regulaciones?

Fernando Ravsberg

Agromercado de 19 y B en Vedado. Foto: Raquel Pérez Díaz

HAVANA TIMES — Hace ya año y medio realizamos una investigación periodística sobre los precios de los alimentos agropecuarios, entre otros asuntos revelamos que un saco de ajíes puesto en La Habana costaba 100 pesos y que su valor crecía hasta los 1000 pesos por obra y gracia de los revendedores.

Se hizo una pequeña referencia a nuestro reportaje en la reunión parlamentaria del 2014, pero descalificaron la información, volviendo al manido argumento de que solo aumentando la producción se podrán bajar los precios de los alimentos.

Hace una semana, el propio Presidente Raúl Castro les ha pedido a sus ministros que tomen cartas en el asunto. Veremos si ahora los oídos son más receptivos porque lo cierto es que aunque la producción agropecuaria ha crecido los precios continúan subiendo.

La explicación me la dió una vendedora de un agromercado en 2014: “Los guajiros nos ponen aquí la caja de mangos en 100 pesos y nosotros la vendemos en 440 pesos, a veces perdemos parte de le mercancía pero es mejor no bajar los precios porque si lo haces ganas lo mismo y trabajas más”.

Al parecer la tendencia a botar los “excedentes” se ha ido incrementando durante el 2015. El Dr. Isidoro Balí me dijo que en La Habana Vieja, donde trabaja, “da pena ver la cantidad de productos del agro que se pudren y se botan cada día en las esquinas”.

En realidad no es ninguna originalidad cubana, nada que debiera sorprender a un economista. Esto ha ocurrido en diferentes partes del mundo cuando hay excedentes productivos, incluso botando leche al mar para que no bajen los precios.

Un economista cubano me decía que si el Estado vendiera camiones a las cooperativas y estas crearan sus propias redes de distribución, se eliminarían intermediarios, los campesinos ganarían más y los precios de los alimentos podrían bajar.

El Gobierno también es un intermediario voraz, en sus tiendas de divisas aplica un impuesto del 240 % a los alimentos de primera necesidad. Sin ese gravamen, el aceite sería más barato que la grasa de cerdo, lo cual obligaría a bajar los precios en los agros.

Pero algunos parecen muy reacios a la intervención del Estado en los asuntos del mercado. Tras medio siglo de intervención estatal, hasta en los más pequeños recovecos de la economía nacional y personal, parece estar produciéndose un movimiento de péndulo.

El mercado laboral

Los transportistas privados funcionan a “la cubana”, ellos deciden cuánto cobran el pasaje, que rutas trabajan y muchos de sus vehículos pasan la prueba técnica mediante sobornos, lo que provoca no pocos accidentes. Foto: Raquel Pérez Díaz

La apertura cubana se desarrolla sin un marco regulatorio que ponga el mercado al servicio de la gente. Un buen ejemplo es el transporte privado de pasajeros, en cualquier país organizado las rutas y el precio del pasaje son determinados por el Estado.

En Cuba cualquiera recibe un permiso de transportación de pasajeros, decide por su cuenta que ruta va a trabajar y cuál será el precio del pasaje. El usuario queda indefenso, los precios se disparan y permanecen sin transporte muchas zonas populosas.

Algo similar ocurre con el tema salarial y la protección de los derechos del trabajador frente a los nuevos empresarios nacionales o extranjeros. No existe un salario mínimo, protección contra el despido improcedente ni seguro de desempleo para muchos de ellos.

Una repostera trabajó durante 15 días “a prueba” en una dulcería de Nuevo Vedado. Lo interesante es que su jefe, nuevo empresario cubano, prueba a los empleados sin pagarles salario, es decir que trabajan medio mes sin cobrar y después puede despedirlos.

En el mercado laboral privado se gana salarios más altos pero los trabajadores están totalmente desprotegidos frente al patrón. Foto: Raquel pérez Díaz

En las empresas extranjeras, la agencia empleadora cubana cobra U$D 750 y le da al empleado U$D 30. El trabajador recibe un dinero extra de la compañía pero no está regulado, por lo tanto se trata de una dádiva que depende de la voluntad del patrón.

Peor aún están los que reciben un salario del Estado. Los economistas dicen que no pueden subirse mientras no aumente le productividad pero esa teoría es incoherente con la situación de los médicos, producen U$D 8000 millones al año y ganan menos de U$D 100 al mes.

La apertura cubana es tan “abierta” que el país ni siquiera cuenta con una defensoría del consumidor para proteger a la población. Si alguien quiere quejarse debe hacerlo en la misma empresa que lo estafó, mandan a la gallina a discutir con el zorro.

El propio gobierno es un mal ejemplo como intermediario, le aplica un impuesto del 240% a los artículos de primera necesidad que se venden en la red cubana de tiendas de divisas. Foto: Raquel Pérez Díaz

Hace un par de meses se decidió, por fin, regular los Círculos Infantiles privados, exigiendo personal preparado y condiciones sanitarias adecuadas. Este es un buen ejemplo, no prohíben la actividad pero establecen los parámetros en que debe desarrollarse.

Cinco décadas de intervención estatal hasta en la venta callejera de fritas satura. Sin embargo, desde las leyes antimonopolio de EE.UU. hasta los rescates financieros de la UE demuestran que incluso los más acérrimos defensores del mercado reconocen sus limitaciones.

Manfred Max Neef, Economista de la Universidad de Chile, nos recuerda que “el postulado número uno debe ser que la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía”. ¿Es ese el principio que guiará la reforma cubana?

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