Cuba y toneladas de tomates podridos

por Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — Decenas de toneladas de tomates se pudren en Guantánamo porque nadie las recoge, según nos cuenta la periodista Lilibeth Alfonso en su blog personal.  Al parecer no hay diésel para los camiones particulares que podrían distribuirlo entre la población.

Sin embargo, la escasez no afecta a los vehículos de los cuadros del Ministerio de Agricultura ni a los modernos 4X4 coreanos de la dirección de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que siguen consumiendo diésel por las calles de La Habana, circulando de oficina en oficina.

El colega Singh Castillo escribió en Cartas desde Cuba que “en el valle de Caujerí se pudre el tomate. Sucede por responsabilidad de todos los involucrados en el tema, comenzando por campesinos, cooperativas, empresa estatal, delegaciones municipal y provincial de la Agricultura”.

Agrega que se “subestimaron los rendimientos a alcanzar en esta cosecha (…) escasearon las cajas y resultaron insuficientes el transporte y, lo principal, los destinos”. Y termina asegurando que “esta cosecha es el paradigma a seguir en lo adelante”, tal y como si fuera la primera vez que esto sucede.

Según el ingeniero agrónomo Fernando Funes, en Cuba se pierde la mitad de las cosechas por incapacidad organizativa. Foto: Raquel Pérez Díaz

El ingeniero agrónomo Fernando Funes asegura que, cada año, se pierde en Cuba el 50% de lo cosechado por malos sistemas de recolección, falta de sitios de almacenaje, incapacidad de procesar los productos, deficientes sistemas de transporte y una pésima distribución.

Un dirigente de la ANAP me dijo que habían solucionado el problema de los alimentos que se pudren cuando nadie los distribuye. Obligan a los campesinos a tomar un seguro que les paga todo lo que se pierde.  Botan el sofá sin resolver el problema esencial.

A la burocracia agrícola no le preocupa que se pierdan decenas de toneladas de tomate, les da igual que el país desembolse cada año U$D 2000 millones en alimentos o que el cubano de a pie deban gastar más de lo que gana para llevar la comida a su hogar.

Tampoco parecen tener en cuenta que la agricultura consume el 60% del agua en medio de la sequía que vive Cuba. ¿Cuánta se desperdicia regando tomates que se pudren en los campos de Guantánamo y los demás productos que se pierden a lo largo de toda la isla?

¿Cuánta agua gastó Cuba y cuanto petróleo importó para regar esos tomates que hoy se pudren en los campos? Foto: Raquel Pérez Díaz

Los costos por la “falta de previsión” de la burocracia agraria no quedan ahí. Ahora, cuando se busca ahorrar combustible en todos los sectores, deberíamos calcular también cuanto petróleo se importó para impulsar el agua con la que se regó inútilmente esos campos.

Durante décadas han dado diferentes justificaciones para las malas cosechas, en general eran culpa del tiempo, de la sequía o del exceso de lluvias. Ahora se han superado, culpan al buen tiempo y explican que “subestimaron los rendimientos a alcanzar en esta cosecha”.

¿Como se explica que a Cuba no la “sorprenda” nunca un ciclón y que sea incapaz de prever una buena cosecha? Es sencillo, la Defensa Civil no deja nada al azar, se prepara para enfrentar cualquiera de las variantes y utiliza todos los recursos que sean necesarios, por eso salva vidas.

¿Habrá que alertar a todos los campesinos que si el tiempo está bueno, hay semilla suficiente, se controlan las plagas y se trabaja duro pueden terminar provocando una crisis en nuestros funcionarios? ¿Habrá algo más ridículo que hablar de superproducción en los campos de Cuba?

El enorme edificio del Ministerio de la Agricultura de Cuba es una especie de monumento vivo a la burocracia. Foto: Raquel Pérez Díaz

No hay que ser Einstein para saber que no se obtendrán resultados diferentes en la agricultura mientras se mantengan las mismas instituciones rectoras, los mismos hombres dirigiéndolas y se continúen utilizando los mismos mecanismos que han fallado durante décadas.

Afirma el colega Singh Castillo que la pérdida del tomate es “responsabilidad de todos los involucrados”. Este es un análisis infalible para que al final de la reunión la culpa de los errores no la tenga nadie, tal y como dice la canción del dúo Buena Fe.

Ante cosas como esta, que afectan la economía nacional y la domestica, no puede diluirse la responsabilidad entre todos. El viejo principio de “trabajo colectivo y responsabilidad individual” es el que permitiría deshacerse de los dirigentes más ineptos y poner en atención al resto.

Pueden seguir convocando reuniones para hacer análisis, pero estos desaguisados seguirán repitiéndose mientras los funcionarios no paguen la ineficiencia perdiendo sus cargos y los privilegios que de ellos se derivan: oficinas climatizadas, carros, gasolina, internet, viáticos y viajes.

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