Cuba: “Operación Arca de Noé”

Fernando Ravsberg*

El regalo del zoológico a los periodistas fue dejarnos jugar con 3 leoncitos recién nacidos. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — No se trata de una salida masiva de balseros, tampoco es una operación de la CIA contra La Habana ni viceversa. Ese bíblico nombre corresponde a un regalo de Namibia a Cuba: decenas de animales salvajes que muy pronto vivirán en el Parque Zoológico Nacional.

Es un presente de U$D 30 millones pero tiene un valor mayor aún. Cuba se estaba acercando a una crisis, necesitaban renovar animales ya que la mayoría nació en la isla y tienen lazos de consanguineidad por lo que no es recomendable cruzarlos entre sí.

La noticia despertó las iras del anticastrismo, aseguran que en los zoológicos cubanos los animales se mueren de hambre. En respuesta la dirección del parque invitó a un grupo de corresponsales extranjeros para comprobar la calidad de sus instalaciones.

Los animales están en libertad por lo que es necesario andar con cuidado. Nos advierten que no nos acerquemos demasiado a la charca de los hipopótamos porque estos son muy territoriales y veloces, dicen que en África matan más personas que los leones.

Una escena encantadora del parque es la elefanta que recorre la pradera al frente de una manada de rinocerontes. Se mueven juntos para todas partes, funcionan como una verdadera familia y no parece importarles pertenecer a especies diferentes.

Con el autobús entramos al foso de los leones, una vieja cantera donde se pasean 46 ejemplares de todas las edades. Nuestro guía nos dice que es la manada más grande de Latinoamérica y de paso nos hace notar que todos están muy bien alimentados.

Vaqueros del Parque Zoológico Nacional de Cuba trabajando en el área de la “Pradera Africana”. Foto: Raquel Pérez

Pero fue al salir que nos esperaba la gran sorpresa, pudimos cargar en brazos a tres preciosos leoncitos recién nacidos en el parque, que nos mostraban los colmillos tratando de parecer feroces para que los periodistas dejáramos de tratarlos como si fueran gatitos.

Nuestros guías no pierden la oportunidad de elogiar el zoológico, nos explican lo difícil que es la reproducción de los animales salvajes en cautiverio y afirman que cuando lo hacen es un síntoma claro de que se sienten cómodos en su hábitat.

Y no solo ellos se sienten como en casa. Días antes de nuestra visita falleció un cuidador, en su testamento pidió ser incinerado y que sus cenizas se esparciesen en el foso de los leones, donde trabajó los últimos 30 años de su vida.

Yo viajaba solo en un autobús con 5 personas que llevan décadas trabajando en el zoo. Uno de ellos, Alberto Mora, entró como mano de obra no calificada, lo embullaron para que se hiciera técnico veterinario y más tarde se graduó de biólogo en la Universidad de La Habana.

Cumplió su mayor sueño cuando participó en la captura de animales en los parques naturales de Namibia. Asegura que fue una experiencia única “arrearlos” con helicópteros hacia las trampas gigantescas donde se sedaban a los elegidos y se liberaba al resto.

Me cuenta que para hacerlo los namibios tienen excelentes profesionales con mucha experiencia y que el único “susto” que pasó fue porque, mientras amarraban a un león sedado, otro cubano bromeando imitó un rugido y le agarró la pierna.

Ya en confianza les pregunté como hacían para resolver la comida de los animales y me cuentan que tienen contratos con cooperativas que los abastecen diariamente, incluso de la carne de caballo para consumo de los carnívoros, los más caros de mantener.

Algunos trabajadores del zoológico aman tanto el parque que uno de ellos al morir pidió que sus cenizas se esparcieran en el foso de los leones. Foto: Raquel Pérez

Volviendo el tiempo atrás trato de averiguar cómo lograron que los animales sobrevivieran durante la crisis de los 90, cuando no había comida ni para la gente. Se sonríen y meditan la respuesta, no sé si en busca recuerdos o seleccionando la información que pueden “desclasificar”.

“Hacíamos de todo”, me responden en general. “Hemos ido a buscar la comida a la provincia de Guantánamo”, a 1200 km de La Habana. Dicen que fueron años excepcionalmente duros, reconocen que perdieron algunos ejemplares pero aseguran que salvaron a la mayoría.

Ahora no tienen problemas de alimentación pero los buses que recorren el parque son antiquísimos, no se les permiten formas de autofinanciamiento, turismo no los proyecta como excursión y apenas hay transporte público para que las familias cubanas los visiten.

El Parque Zoológico es otro lugar que pide a gritos las reformas económicas. Tienen los animales, la solidaridad de África y el personal capacitado, solo falta liberarles las manos para que dejen de vivir del presupuesto del Estado y caminen hacia la autosostenibilidad.
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(*) Publicado originalmente por BBC Mundo.

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