Cooperativas cubanas “a dedo” o ¿parto natural?

José Jasán Nieves Cárdenas  (Progreso Semanal)

Andres Marrero: “El problema fundamental hoy es que no exportamos.”

HAVANA TIMES — La apertura al cooperativismo con carácter “experimental” en Cuba comienza a mostrar señales de que necesita correcciones.

Aunque fue definida por las autoridades como una “prueba” porque, excepto en la agricultura, la Constitución no reconoce otros espacios donde puede existir tal forma de propiedad; hasta este momento han sido otorgados 452 permisos por el Consejo de Ministros, en ramas como la recuperación de materias primas, el transporte, la gastronomía, la administración de mercados agropecuarios y los servicios contables, entre otros.

En la mayoría de los casos se trata del traspaso de la gestión del negocio a los trabajadores asalariados del lugar, quienes deben pagar el arrendamiento del espacio a su dueño: el Estado cubano, además de sufragar impuestos y conseguirse sus materias primas y clientes.

La voluntad expresada de que estas asociaciones nazcan libres de tutela estatal no ha garantizado en varios casos que crezcan las ventas ni mucho menos que exista autonomía.

La cooperativa “enjaulada” y unos pinos que no crecen

La producción de aves ornamentales como cacatillos, canarios y rosacolis, es uno de los sectores escogidos en la apertura, con la premisa de estimular las exportaciones y dotar de autonomía comercial a los productores.

Aunque hasta ahora cambiar las potestades de la organización que los representaba (la Asociación Nacional Ornitológica de Cuba, ANOC) por una estructura “embudo” donde todas las cooperativas de este tipo en el país solo pueden exportar o importar a través de un único ente radicado en La Habana, solo muestra balances negativos.

“El problema fundamental hoy es que no exportamos. Es una deformación que arrastramos de cuando éramos la ANOC y que ha seguido reproduciéndose desde que adoptamos este formato comercial”, asegura Andrés Marrero, administrador de la primera organización de este tipo creada en la central provincia de Cienfuegos.

En 2012 ocurrieron 17 acopios de aves para enviar al extranjero; en el 2013 bajaron a siete, mientras que en los primeros cuatro meses de 2014 solo han logrado uno. Y no es solo la frecuencia de las ventas, sino la cantidad de aves, que es muy poca en cada ocasión, aseguran los socios.

“No tenemos forma de fiscalizar lo que se exporta. No podemos entender que nos digan que todo el país depende hoy de un único cliente mexicano y que la Cooperativa Exportadora no tenga obligación de informarnos cuáles son las gestiones de venta que hace”, se queja Arturo Mancebo, otro miembro de la junta directiva cienfueguera.

Muy cerca de la cooperativa ornitológica, en una populosa intersección de la ciudad de Cienfuegos, se ubica la cafetería Pinos Altos, hasta enero perteneciente a la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía y desde entonces casi a la deriva.

“Todo ha sido muy irregular. Quedaron muy mal con nosotros e incumplieron con los abastecimientos prometidos”, se queja Ricardo Montes de Oca, dependiente en el lugar desde hace 19 años y quien ahora contempla con desánimo el poco flujo de clientes ante el mostrador de su cooperativa.

“Aquí teníamos puntos de venta de jamón, cerdo asado y refresco dispensado, que retiraron nada más nos convirtieron en cooperativa, pues ningún proveedor estatal aceptó seguir suministrando”, afirma.

“Tenemos orientado que podemos hacer contratos con todo aquel que esté autorizado a ejercer una actividad comercial, sea privado, estatal o cooperativo”, explica el presidente Abel Mas Sosa, recién aprobado por la asamblea de trabajadores.

Supuestamente, desde que nacen las cooperativas gastronómicas pueden comprar a proveedores estatales como las empresas Lácteas, Cárnicas, de Alimentos y la Pesca, únicos que disponen legalmente de muchos productos en el país. “Pero nos dicen sus representantes que todavía las direcciones centrales de esas empresas no han establecido los procedimientos para que se contraten con nosotros”, revela Mas Sosa.

Para autoridades del Ministerio de Comercio Interior las trabas en la arrancada de esta cafetería “cooperada”, y otros establecimientos similares, no solo tienen que ver con los proveedores (pues, afirman, ya está promulgado el permiso que les permite vender a los no estatales) sino también con la pasividad de los propios empleados, que siguen esperando que todo les llegue “por la canalita”, como habitualmente ocurre en las empresas públicas.

Los nuevos cooperativistas relativizan esa afirmación, reconociendo parte de su responsabilidad pero insistiendo también en los frenos debido a los cuales han tenido que acudir a un acuerdo mediado por la voluntad política para obtener parte de los insumos que necesitan.

“Hemos podido seguir vendiendo algunos productos porque la empresa estatal dueña de este local nos sigue entregando las porciones de mercancía que antes enviaba a la cafetería como su dependencia natural”, confirma el nuevo presidente de Pinos Altos. “Para mi está claro que hasta que no nos independicemos totalmente y podamos hacer contratos con todos los proveedores seguiremos limitados”, reconoce.

Cafetería Pinos Altos hasta enero perteneciente a la Empresa Municipal de Comercio y Gastronomía y desde entonces casi a la deriva.

Cambiar el enfoque

De acuerdo con los conductores de la reforma económica en el país, como el vicepresidente del Consejo de Ministros, Marino Murillo, convertir en cooperativas a talleres, cafeterías y restaurantes bajo administración pública es “un paso importante en (la) transformación de la empresa estatal socialista en la búsqueda de su máxima eficiencia como célula fundamental de nuestra economía”.

Y eso, dicho en un contexto donde se reitera constantemente que la propiedad de las empresas no cambiará de dueño (el Estado), sino de administrador, lleva a pensar que resultará mucho mayor la conversión en cooperativas de negocios seleccionados “desde arriba”, que la aprobación de propuestas nacidas por la voluntad de los ciudadanos.

Un dato lo ilustra: para este año se espera en Cienfuegos la conversión de 70 cafeterías, restaurantes y peluquerías estatales en cooperativas; mientras apenas se registran 5 propuestas de asociación ciudadana con aprobación del gobierno territorial para presentarse como “cooperativas en formación”.

Ante esa perspectiva, existen voces que advierten sobre el riesgo de apreciar en el mero traspaso de la gestión la varita mágica de las soluciones.

“Los salarios deprimidos por años hacen pensar que cambiando el sistema estatal por fórmulas cooperativas llegará de inmediato el cambio de estatus económico de los nuevos cooperativistas. Nada más alejado de la realidad”, observa la doctora en Ciencias Económicas, Grizel Donéstevez, de la Universidad Central Marta Abreu de las Villas.

“Eso solo se hará realidad si el sistema de gestión colectiva logra cubrir gastos con ingresos, se elimina la carga de intermediarios estatales, se propicia una real autonomía en la gestión y se establecen mecanismos de regulación que estimulen al productor”, detalla.

Para la doctora Donéstevez, aunque resulta útil permitir la transformación de lo estatal en cooperativo, más exitoso sería crear las condiciones y favorecer el natural surgimiento de negocios, pues la participación consciente garantiza mayores energías e interés de los socios en el triunfo de una iniciativa que si no es voluntaria, no es.

Un “experimento” social y económico como el planteado supone vencer muchas barreras mentales arraigadas con profundidad, luego de más de 40 años de verticalismo y excesivo control. Los métodos llamados a superar podrían estarse replicando, mientras no se desaten, sin temores, todos los nudos que atan la cooperación económica.

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