Las cosas que se olvidaron

Alfredo Prieto

Abajo Batista asesino. Foto: Bill Hackwell

La violencia fue, en Cuba, un procedimiento político al que hubo que acudir para echar fuera a Batista una vez agotadas las vías legales para lograrlo.  Una rebelión armada, protagonizada por el Movimiento 26 de Julio, con su concepción de la modalidad rural (La Sierra), y por el Directorio Revolucionario, con la del Llano, quedó fijada en dos estrategias distintas pero con idénticos fines.

Ese objetivo común, más el logro de la unidad, condujo a un pacto que tuvo lugar en México entre Fidel Castro y José Antonio Echeverría, el líder de la juventud universitaria caído bravíamente después del ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957.

Con el triunfo de la Revolución se reafirmaría una tradición de empatía y asistencia fuertemente presente en el imaginario de quienes habían participado en la lucha contra la tiranía, lo cual se concretaría en las expediciones para liberar mediante la vía armada al Haití de Duvalier, la Nicaragua de Somoza, y la República Dominicana de Trujillo, todas entre marzo y junio de 1959.

Las dos primeras fueron organizadas horizontalmente, cuando aún los soviéticos estaban a 9 500 kilómetros de la bahía de La Habana, como otra que llegó a Panamá en abril de ese mismo año.

Hasta donde conozco, estos acontecimientos históricos no han sido estudiados en profundidad, pero constituyen más el resultado de una cultura política actuante en esa generación que del empeño oficial, al percibirse las dictaduras regionales como capítulos específicos de un mismo libro.  Si Cuba lo había logrado, otros también podían.

Después de todo, un buen número de latinoamericanos, entre los que sobresalían los dominicanos, se habían incorporado a la lucha contra el colonialismo español en la Guerra de los Diez Años y, luego, en la del 95. Y varios no cubanos, entre ellos un argentino, un mexicano y un dominicano, habían venido como expedicionarios en el yate Granma.

Más adelante, la oposición armada al proceso revolucionario tuvo un nombre y un lugar: las bandas del macizo montañoso del Escambray, apoyadas y abastecidas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y desmanteladas por el joven Estado revolucionario en una Limpia que supuso no sólo la acción del ejército regular, sino también de la población civil agrupada en las Milicias, participantes activas en los sucesos de Playa Girón, que derrotaron a la Brigada 2506 en menos de 72 horas. Un libro del escritor Norberto Fuentes, publicado mientras vivía en Cuba, sugiere la naturaleza del problema: la violencia fue también aquí un hecho impuesto, no una elección.

Con la expulsión de la OEA y el aislamiento diplomático, el liderazgo cubano se sintió liberado y adquirió visibilidad pública la idea de convertir a los Andes en la Sierra Maestra de América Latina, que tendría numerosas expresiones durante los años sesenta, hasta que la caída del Che en Bolivia, más el ulterior triunfo de la Unidad Popular de Salvador Allende, en Chile, plantearon el problema de la vía no violenta para la toma del poder del movimiento popular y revolucionario, muy discutido entre las izquierdas de la hora.

La puerta opuesta quedaba aparentemente clausurada, pero el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua y del Movimiento de la Nueva Joya, liderado por Maurice Bishop en la islita de Granada, ambos en 1979, demostraron que la vida no es ni plana ni lineal, y da sorpresas, como en la canción de Rubén Blades.

Todo esto dejó una huella en la cultura cubana –y ciertamente no sólo en el liderazgo revolucionario, al que suele verse en el exterior como una campana de cristal por encima de las personas.

Pero la no violencia no es, en Cuba, un fenómeno nuevo: fue barajada por primera vez a la salida de los años sesenta por varias iglesias protestantes, que rompiendo con una tradición que miraba al evangelio conservador del Norte, esta vez se volvieron para sus homólogas negras norteamericanas, sobre todo las sureñas, y en particular para el pensamiento y la obra de Martin Luther King, Jr. y el movimiento de los derechos civiles.

Comenzaron a conocerlo y a estudiarlo poco a poco, celebraron jornadas teológicas conmemorativas en su nombre y lo contextualizaron en medio de una realidad cultural diferente, un dato de la mayor importancia si se considera que el calco y la copia han causado más problemas que beneficios, de los manuales de filosofía a la acción afirmativa preconizada por algunos para lidiar con el problema del racismo.

Fue un hecho recibido con cierto nivel de suspicacia, porque rompía con las maneras y los códigos, y era raro, mucho más en un contexto donde el llamado ateísmo científico estaba en  pleno apogeo.

Se inició con incomprensiones y hasta exclusiones, pero acabó logrando la presencia de Fidel en una iglesia metodista del Vedado durante la visita del reverendo Jesse Jackson a Cuba (1984), uno de los seguidores más conspicuos de King. Cuentan que un creyente exclamó: “¡Coñooo, Fidel Castro en una iglesia!”…

Lo escribo evocando a un clásico español, a propósito de una cultura de la no violencia: “vienen a ser novedades / las cosas que se olvidaron.” Una vez más, el techo de nuestra memoria histórica padece de numerosos huecos.

Articulos recientes:

  • Cancion del Dia
  • Cuba
  • Noticias

Esperanza Spalding – Canción del día

La artista destacada de hoy es Esperanza Spalding con la canción Afro Blue de Mongo…

  • Mundo
  • Noticias

Rusia ataca el “castillo de Harry Potter” en Ucrania y mata a cinco personas y más noticias internacionales

Presentamos las noticias internacionales en breve recopilada por Democracy Now el martes 30 de abril de 2024.

  • Entrevistas
  • Mundo
  • Nicaragua
  • Segmentos

Un nuevo candidato en Venezuela que desafía al chavismo

¿Permitirá Maduro una elección competitiva, en la que puede perder el poder, o la anulará…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.