Jorge Milanes
Miro la hora en el reloj que está en la cabecera de mi cama, y son las ocho y cínico de la mañana, me levanto, me pongo un short y voy al baño a mediados de la casa, comienzo a lavarme la cara y de repente escucho el claxon de un auto detenido, pido a mi madre que fuera a ver quien era.
Ella va hasta la persiana de la sala abre ligeramente, y observa un auto blanco, yo salía del baño cuando en vos baja me dice: no se quien es.
Me acerqué hasta la ventana y mire, vi lo mismo, abrí la puerta de la sala y salí. Por encima del muro que limita el jardín de la calle, un carro de turismo blanco bien cuidado y con una placa roja de turismo.
No es común que a la casa vaya alguien extranjero sin avisar. Me acerque y una vez con la ventanilla abierta pregunto: ¿Puedo ayudarlo? Pero era una mujer, sentí que me elevaba, no podía creer lo que veía, se paralizo el día para mi, 15 años sin ver a alguien que significo para mi vida la continuidad.
Salio del auto, me abrazó, y con vos firme me dijo: ¡llegue!, yo no reaccionaba. Mi madre observaba desde el portal aquel encuentro y entra, se daba cuenta quien era.
Rhia la primera turista de Trinidad que tuve la oportunidad de conocer en el hotel donde yo trabajaba, a quien lleve a la casa y se hizo muy amiga de mi familia, y que en un serio accidente automovilístico que tuve en el año noventa y dos, se ocupo de traer para mi recuperación los medicamentos difíciles que yo necesitaba.
Ya en el portal solos y casi sin hablar mi madre rompe el silencio con un fuerte café cubano.
Aquí tienen para romper el hielo y se relajen, dijo y de repente Rhia se paro para dar un fuerte abrazo a mi madre, que si bien sabía cuanto esa mujer había hecho por mi y por ella en aquel momento muy difícil, hoy no le importaría si avisaba o no, haría cuanto fuera por mostrar gratitud.
Lo importante era aquel encuentro, saber de alguien que por mucho tiempo no sabíamos que había sido de ella y que a partir de ahora nos tocaba a nosotros sin escatimar, servirle aunque no contáramos con todos los recursos económicos, pero cariño y amor se nos sobra para dar.
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