Por Osmel Ramírez Álvarez
HAVANA TIMES – Para la mayoría de los venezolanos es un hecho que en su país hay dos grandes problemas: quiebre democrático y quiebra económica. Ambos ingredientes juntos hacen el cóctel perfecto para la corrupción, el despotismo y el incremento de la violencia. Y eso tiene a la nación en el caos y al borde del despotismo manifiesto.
No es un fenómeno nuevo, pero hay que reconocer que se ha exacerbado con el chavismo, justamente un proyecto político-ideológico que prometía resolver los problemas nacionales y terminó agravándolos.
Desde mi rincón, filtrando noticias manipuladas y accediendo trabajosamente a los elementos de juicio, me atrevo a decir que era previsible el resultado electoral del pasado domingo. El pueblo venezolano bajó los brazos y se está dejando arrastrar por la inercia despótica, en aras de la paz.
Detrás de esos procesos adsorbentes de soberanía están los especialistas en sicología de masas, al igual que lo están detrás de los más acaudalados políticos en cualquier país. Saben del miedo, del cansancio, de las carencias, de la inseguridad y usan todos esos factores a su favor.
La gran “carta de triunfo”, la Constituyente, fue ilegal y oportunista, un golpe maestro a la derecha. Un ente monopartidista que lo que menos hace es preocuparse por modificar la Constitución y ni se sabe por qué hace falta hacerlo. Apostaron a dejarlos sin aliento y desconcertados y lo lograron. Ello trajo la quietud necesaria en las calles para coronarla como “traedora de la paz”. Increíblemente esa estrategia funciona.
Luego, mientras incrementan por delante y por detrás del telón los órganos represivos e intimidatorios, e incrementan la dependencia del pueblo hacia el Gobierno-Estado-Ejército con las bolsas de comida y otras dádivas, convocan estas elecciones de Gobernadores estatales. Esta es una estrategia perfecta para demostrar apego a la democracia y a la Constitución, antes pisoteada.
Y, ¡bingo!, los especialistas en manipulación de masas tenían toda la razón, el pueblo volvió a apoyar al chavismo. Qué importa si el voto es por euforia esperanzadora como antes o por cansancio y miedo, como ahora. Lo que hace falta es apoyo para seguir en “el poder” y colmar esa adicción enfermiza que ya padecen por él, cual réplica de los líderes cubanos.
Más allá de las posibles estrategias de manipulación electoral, de un órgano evidentemente al servicio parcial del gobierno, las principales lecturas son estas:
Bajo tales circunstancias esta victoria puede ser un avance de lo que podría pasar en el próximo año si se lleva a cabo realmente la elección presidencial que corresponde. Si llegado el momento el chavismo no ha neutralizado aún a sus oponentes principales, la aplazará hasta estar confiados. Si cuando perdieron la Asamblea Nacional no se detuvieron, quién les para el caballo tras esta victoria.
Ahora de seguro comienza una cacería de brujas más intensa todavía, para inhabilitar adversarios abriendo procesos en su contra, que los llevaría a prisión o al exilio. Solo quedarán para la contienda aquellos que no ofrezcan peligros para la reelección de Maduro, “el hijo de Chávez”, su heredero político.
En breve plazo el sistema político de Venezuela se convertirá en un régimen similar al cubano, donde se considera “democracia” a un modelo político controlado por la élite de poder despótico, que se cree dueña de la verdad y de la justicia. Los venezolanos votaron por la paz, pero sacrificaron la democracia, o la esperanza de ella.
Muy pronto no quedarán más que los vestigios y la nostalgia de lo que tuvieron y pudo ser mejorado. Y costará mucha sangre, tiempo y penurias reconquistarlo. Si quieren saber, que le pregunten al pueblo cubano.
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