Una foto, por favor

David Canela

HAVANA TIMES, 25 feb — Al parecer, tomar una simple foto en un espacio público cubano representa una amenaza para la seguridad del Estado, como si se tratara de poner una bomba o hacer un disturbio masivo.

Esto me lleva a plantear algunos problemas. El primero es el de la libertad, y su lectura desigual ante el derecho de los ciudadanos cubanos y extranjeros.

El turismo es uno de los tres principales renglones de la economía cubana, descontando por supuesto las remesas, que aportan la mayor cantidad de ingresos netos a las arcas del Estado.

Sin embargo, a ningún turista del mundo se le dice cuando llega a un país –salvo en Corea del Norte– que está prohibido tomar fotos, no sólo en, sino a cualquier institución o medio material vinculado al Estado.

Eso parece un toque de queda, o una veda perpetua a la información que pueda originarse por medios independientes, y significa que tomar una foto en un hotel o a una calle de la ciudad puede ser considerado como un acto subversivo, a menos que se infiera que usted la tomó como un recuerdo personal, o declare su finalidad (a veces de forma indirecta, si se sabe que usted es un “simple turista,” un reportero oficial, un pintor, un artista fotográfico, o un arquitecto).

En Cuba se venden cámaras fotográficas, y en ninguna parte se advierte, ni en la tienda, ni en el prospecto de la cámara –que por supuesto, no es hecha en Cuba– a cuáles lugares o a cuáles objetos se les está permitido, o no, tomar fotos, salvo quizás después de haberlos captado.

La suspicacia y el miedo a la verdad se esparcen como una sombra en la mente de los       perseguidores, y la paranoia, tan intrínseca a este sistema policial, comienza a calar en la mente del fotógrafo, como si éste fuera un espía que se aventurase a robar un secreto militar o industrial dentro de una recóndita oficina.

Conozco a cubanos a quienes se les ha obligado a borrar sus fotos, simplemente por fotografiar a un policía, un “lugar estratégico” (las afueras de un paradero de guaguas, de un banco financiero), o hasta un performance callejero que estaba siendo fotografiado además por otros turistas –claro está, extranjeros.

¿Y para qué tomar fotografías? En primer lugar, una foto es un testimonio –como antes lo fueron la escultura, la pintura y el grabado– de una pequeña historia congelada en el tiempo, y conservada para la memoria.

Si tras el fin de la Segunda Guerra Mundial no se hubieran fotografiado los campos de concentración, los cuerpos esqueléticos de quienes los habitaban, y las pilas de cadáveres amontonados en fosas comunes, hoy pudiera muy bien dudarse de la gravedad de ese genocidio, e incluso hasta de su existencia.

Gracias a las miles de fotografías que fueron tomadas durante y después de la guerra, hoy ha quedado una evidencia palpable para las futuras generaciones, que pueden valorar más allá del relato subjetivo la magnitud de ese crimen. Sin ellas, no hubiera habido una Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Y ocultar una historia tan profunda, como intentar ahora ocultar una realidad tan evidente, me parece un fraude para la historia del futuro, una inoculación masiva de la amnesia. Por otro lado, la fotografía puede ser arte, aunque llegue a captar imágenes sórdidas y tristes de la vida, como lo demostró el mismísimo Che Guevara.

El segundo problema es el de la propiedad, y la connotación que adquiere entonces el llamado “espacio público.” En Cuba hay una inversión de roles: el espacio público se comporta como un espacio privado del gobierno (“la calle es de los revolucionarios”), y el espacio privado (la casa) debe comportarse como un espacio público, a los ojos de los vecinos.

Hasta que no se reconozca, por medio de leyes, el derecho a la propiedad individual, todo el país se comportará como una zona privada del gobierno. El gobierno es el propietario de una gran compañía, de un gran monopolio llamado Estado, que administra con leyes caprichosas, leoninas y unilaterales, y a veces con ninguna.

La prohibición de que no se permiten fotografiar las instituciones del Estado proviene de una orientación del Partido Comunista, el cual alega que podrían usarse las fotos para lo que ellos llaman “contrarrevolución,” o “hablar mal del gobierno.”

Hacer contrarrevolución sería ya no sólo hacer un análisis objetivo del ambiente cubano, sino simplemente mostrarlo, y máxime esa realidad que ha sido silenciada y desterrada de los medios oficiales de información, cuando no se emplea para la demagogia.

Además del miedo a la repercusión que puede tener la publicación de lo obvio, deben sentir una profunda vergüenza, pues no quieren admitir que se equivocaron, que santificaron a un gobierno y a un sistema que los ha defraudado, y al cual siguen aferrados sólo por miedo a que les quite lo poco que tienen, unas migajas a cambio de su empedernida lealtad.

Hoy, 14 de diciembre, me dijeron, por estar tomando una de esas fotos, que ya “estaba circulado,” así que espero que en cualquier momento me citen para decirme que alguna de mis fotos no les gustó mucho, y yo les diré…, a mí tampoco.

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

En la Atenas de Cuba “todo se hace a pie”

Ni la figura de los "azules", inspectores encargados de interceptar a los vehículos y embarcar…

  • Cancion del Dia
  • Cuba
  • Noticias

Esperanza Spalding – Canción del día

La artista destacada de hoy es Esperanza Spalding con la canción Afro Blue de Mongo…

  • Mundo
  • Noticias

Rusia ataca el “castillo de Harry Potter” en Ucrania y mata a cinco personas y más noticias internacionales

Presentamos las noticias internacionales en breve recopilada por Democracy Now el martes 30 de abril de 2024.

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.