Un episodio deprimente

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – Era viernes por la tarde. Mis tres hijos, de 2 , 8 y 9 años, retozaban en la sala. Alguien toca la puerta e interrumpe mi plácida siesta al lado de mi esposa.

Cuatro vehículos frente a mi casa y una docena de oficiales de Contrainteligencia, Criminalística y la policía. Uno de los carros era una ambulancia, expectante del posible infarto de mi madre enferma. Felizmente no sucedió, a pesar del sofoco.

La orden de registro decía: “En busca de material subversivo”. Cargaron con mi teléfono, mi laptop, un disco duro de 3 TB, el control remoto del mouse -confundido con un dispositivo USB-, uno real de 16 GB que usaban mis niños para ver muñecos en el DVD, otro de 32 de una vecina que me había pedido el favor de formatearla y otro disco duro ajeno, casualmente en mi casa a esa hora.

Los niños se asustan y son llevados rápidamente a casa de mi madre. Husmean todo: gaveta a gaveta, papel por papel y dentro de cada libro. Cargan grandes bolsas con lo que consideran sospechoso.

Fue tan exhaustivo que comenzó a las 2:00 PM y concluyó a las 5:00. Me condujeron, entonces hasta la unidad de la PNR de Mayarí. Dijeron a mi familia y a mí mismo que no iba detenido, solo firmaría un acta sobre lo incautado y regresaría.

No sucedió así. Jamás me pidieron firmar el acta y en vez de eso me condujeron a una celda alrededor de las 7:00 PM.

Estaba incomunicado: ni mi padre ni mi esposa pudieron verme en la mañana del sábado, solo al auto de cristales oscuros que me trasladó hasta Holguín. Exactamente al centro de instrucción penal de Pedernales, conocido por el pueblo como “Todo el mundo canta”.

Allí de recluyen a sospechosos para ser interrogados, puede ser por tiempo indefinido. Cuando estás allí sientes que no existe más ley que la voluntad de ellos. A mí nunca me interrogaron, pues no hacía falta. Mi actividad es pública y todo está en Internet.

Mis compañeros de celda eran delincuentes con grandes trayectorias. Uno sospechoso de asesinato, otro de robos múltiples y dos de hurto y sacrificio de ganado mayor. Primero 5 y finalmente 6 hombres hacinados en 12 m2. Cuando se completaron 72 horas exactamente a las 5 PM del lunes 13 me entrevistaron por primera vez. Una charla, un debate, no un interrogatorio.

Supe que mi padre y esposa acababan de irse. No permitieron que me vieran. Alguien me pidió escribir mi conclusión sobre el diálogo y lo hice. Fue un texto digno, expresión de mis ideas. No protestaron, a pesar de que deseaban un compromiso de no continuar escribiendo o abogando por el socialismo democrático. Anunciaron, entonces, mi liberación: eran las 5:30 PM. Por 30 minutos no me fui con mi familia. Yo solo imaginaba su angustia y a las 9:30 PM pude calmarlos, entre muchas lágrimas de alegría y zozobra contenida.

Continuará…