Un anacronismo manipulador

Por Osmel Ramírez Álvarez

Pequeño atlas. Foto: Neyett Cabrera

HAVANA TIMES — El artículo de Elio Delgado Legón Los revolucionarios cubanos jamás dejaremos caer la espada, publicado en Havana Times el pasado 21 de abril, me motiva un artículo en forma de réplica. Un comentario no basta para aclarar el craso error que se deriva de utilizar anacrónicamente esa frase de Martí para una loa pseudo-revolucionaria de los apologistas modernos del despotismo.

¡Cuán lejos están de Martí!, ¡y cuánto lo mancillan usando su verbo libertario para justificar su paso torcido!

Elio utilizó para dar nombre y sustento al post la frase o idea martiana “a los revolucionarios cubanos nadie les arrancó la espada, simplemente la dejaron caer”. Sin averiguar la referencia de ese pensamiento lo asumo como cierto, porque realmente coincide con el criterio martiano sobre el tema, del cual he leído abundantemente.

Pero ¿de qué espada hablaba Martí? -Leyendo a Elio parece que fue la espada del comunismo o del despotismo. Martí vivió bajo el despotismo español, siendo hijo de españoles, y prefirió ser cubano, y defender la libertad de Cuba. Martí conoció bien el marxismo y le fue coetáneo, y tampoco abrazó esos ideales extremistas, solo su esencia emancipadora, su propósito de justicia social.

Entonces, si Martí habla de una espada simbólica, ¿será la del marxismo que Elio enarbola?, ¿o será la de la libertad?; ¿marxismo es sinónimo de libertad? –la historia ha demostrado con creses que NO. Y el que tenga dudas que lea el artículo Los cineastas y los contrarrevolucionarios, publicado junto al de Elio el mismo día u otros tantos que denuncian la falta de libertad y derechos del pueblo cubano.

Asumiendo que es correcto establecer ese puente de continuidad histórica entre todas las revoluciones “parciales” y que 1959 fuese el fin victorioso de la “gran Revolución Cubana” (cosa muy discrepada); también sería correcto decir que esa victoria resultó trunca al asumirse un sistema político antidemocrático, que cuarta libertades y desconoce derechos humanos elementales. Bajo esas condiciones jamás una revolución ni un sistema político serán martianos ni estarán llevando en alto la espada martiana, que es la espada de la libertad.

Ultimo vagón del tren rumbo a Manzanillo. Foto: Omaira Valencia

Querer el capitalismo, en la medida que sea, no niega a Martí ni a la libertad; más lo niegan el estatismo, la economía híperplanificada, la dictadura del proletariado (jamás alcanzada) y la dictadura de los partidos comunistas (pseudo-socialismos logrados en la práctica social del siglo XX y XXI).

Martí quería una república “con todos y para el bien de todos”, no un país dividido, donde los que no profesan la ideología dominante vivan como parias o tengan que emigrar, en un destierro forzado por la exclusión social.Tampoco luchó por el estatismo socialista, al que criticó fuertemente en su ensayo sobre la obra de Herbert Spencer “La nueva esclavitud”.

Ahora resulta que Elio y sus iguales, porque usan de parapeto el antimperialismo para resguardar un sistema más totalitario que el propio despotismo español que Martí combatió, creen que son los portadores de la espada martiana de la libertad.

Esa espada, que se forjó en Yara; que se rescató en Baraguá; en el 95 con el grito de Baire; en 1902 logrando la república frente al peligro anexionista; en 1940 con una Constitución progresista y justa, fruto de una etapa de intensa lucha; y en 1959 barriendo una dictadura y la promesa de justicia social, libertad, democracia y nacionalismo; esa espada cayó igual que en el Zanjón cuando nuestro pueblo emocionado por la lucha antimperialista, por la obra social de la Revolución, por estar dividido y exiliado en parte importante, y por el adoctrinamiento incívico, firmó la Constitución socialista en 1976. Una Carta Magna que oficializa el despotismo socialista al transferir la soberanía popular al Partido Comunista de Cuba.

No hay espada de la libertad en manos de los que defienden hoy la Revolución tal como está. Y como prefieren ver este país hundirse antes que permitir el paso de las ideas democráticas y de verdadera justicia social, es un hecho que son enemigos públicos de primer grado. Si llevan alguna espada ha de ser la del despotismo, la misma que tomó Napoleón cuando trocó la república en imperio y la misma que triunfó en el Zanjón.

Pescadores en el malecón de La Habana. Foto: Omaira Valencia

La espada de Baraguá está siendo alzada hoy por todos aquellos buenos cubanos que deseamos un cambio democrático en Cuba. Nosotros, al contrario del sistema, no queremos imponer nada; abogamos por que sea el pueblo quien decida. Queremos el capitalismo, en la medida que el país lo desee y lo necesite, no para satisfacer monopolios ni imperios, sino porque nos conviene como nación. Queremos la democracia porque estamos cansados del despotismo y somos un pueblo capaz de votar directamente y elegir nuestros líderes. No necesitamos un PCC que sea nuestro tutor, albacea o ¿déspota?

No hay idea más absurda y obtusa que esa que tilda de neocolonialismo el desear mayor libertad y economía de mercado, como muestra de querer caer en la órbita de los EUA. Hay decenas de países con economía de mercado y democracia y no son subordinados a los EUA. Esa estrategia manipuladora de mezclar conceptos para embotar la mente del mal informado pueblo cubano no funciona en estos medios, donde hay información diversa y la mayoría ya se ha desatado los sesos.

Anacronismo total usar a Martí para justificar el despotismo, y más que eso un error garrafal y un desconocimiento total de su ideario: es tan manipulador como la mezcla de conceptos, y solamente demuestran que están contra la pared, porque saben que la espada de Baraguá (la de la libertad) derrotará finalmente a la del Zanjón (la del despotismo), para beneplácito de nuestro sufrido pueblo cubano.

 

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