Trump, los Estados Unidos y los problemas de Cuba

Por Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES — Este 20 de enero, Donald Trump, posiblemente el más polémico presidente de la historia, asumió la presidencia de los EUA, el país más rico del mundo. Su influencia es muchas veces positiva, otras tantas negativas, pero lo cierto es que su poderío militar y su dominio económico de la producción, las finanzas y los mercados le brindan una gran hegemonía en la política internacional. Son una súper-potencia dominante y, al parecer, es inevitable que piensen y actúen como tal.

Cuba es solo una isla y aunque no es el centro de su interés ni nada que se le parezca, sí somos un país vecino con valor estratégico en muchos sentidos (económico, militar y hasta político). No hay que ser chovinista para asumirlo, basta con tener un poquito de visión, observar la realidad y ver el mapa.

En lo político: desde 1899 fuimos una especie de protectorado que les permitió dar ese primer  paso hacia su dominio de los asuntos latinoamericanos, desplazando a anteriores socios, y también luego de la Revolución cuando la importancia política se invirtió, porque Cuba ha sido desde entonces un baluarte de la política anti-norteamericana en la región y en el mundo.

Una de las puertas a la Base Naval de Guantánamo.

En lo militar: la Base de Guantánamo es prueba de esa importancia estratégica, además está el hecho de que por la cercanía geográfica prefieren que ninguna otra potencia antagónica sea quien influya en Cuba (recordemos la crisis de los misiles y el resto de la guerra fría en este entorno caribeño).

En lo económico: nuestro país fue pionero como campo de expansión de las transnacionales estadounidenses, al punto de que más de dos tercios del desarrollo logrado en las seis décadas de república prerevolucionaria fue asociado o completamente impulsado con el capital de Estados Unidos. Nuestro comercio era casi exclusivo con el vecino “revuelto y brutal”. No podemos negar que nos beneficiamos al tiempo que ellos lo hacían. Fue mutuo, aunque no equitativo.

La Revolución significó grandes pérdidas para empresas estadounidenses que, debido a la distensión, ni siquiera han recibido compensación. Pero han transcurrido más de cinco décadas de esta situación nueva en Cuba, que ya por fuerza de décadas ni siquiera puede considerarse nueva. Nuevo en verdad es el acercamiento reciente y las relaciones entre los dos países, que inevitablemente tiene que ser diferente a las dos etapas anteriores por ser un contexto distinto.

La política estadounidense hacia Cuba hoy día tiene también ese enfoque económico, ya no tan  centrado en esa deuda pendiente, sino en las posibilidades nuevas de negocios y expansión comercial, que con el bloqueo están vedadas y podrían abrirse. La demora con que los EUA actúan contra el bloqueo en el plano legal y práctico los pone en desventaja con respecto a sus socios-competidores europeos y asiáticos, que al menor chance de flexibilidad muestran gran interés.

Llegando de Miami.

Otro aspecto, no menos importante, es el interno, y se debe a la situación diferente en este contexto actual de los dos países, pues gracias a la Revolución y a las profundas divisiones, persecuciones y carencias que ha provocado en nuestro país, terminamos siendo un pueblo en diáspora. Y en los EUA hay aproximadamente dos millones de cubanos y sus descendientes nacidos allí en gran medida se sienten cubanos también.

Es muy interesante porque el presidente de los EUA es también el presidente de esos cubanos, que votan en ese país, pero no dejan de estar pendientes del suyo propio y aspiran a volver a él en un ambiente democrático y libre. Tienen gran influencia política y han escalado posiciones de poder; son además una de las comunidades más prósperas de ese país y juegan un papel protagónico en los procesos electorales.

Trump es un hombre de negocios, lo que lo hará, sin duda, un político pragmático. Muchas de sus promesas no podrán realizarse y otras solo las logrará parcialmente en el mejor de los casos, cuando choquen con la realidad de la política y la economía. Con Cuba no será diferente, seguirá el plan Obama, pero como no tiene el don de la prudencia del primer presidente afronorteamericano ni su verbo preciso y comedido, “meterá la pata”, como se dice en buen cubano, al dirigirse a Raúl en términos peyorativos.

Complacerá con ello a los sectores más recalcitrantes que prefieren la archifracasada “política dura”, a la lenta pero aplastante “política inteligente”. Dará al sistema cubano la oportunidad de salirse del “peligroso acercamiento” que pone en alto riesgo su permanencia en el poder y volver a enquistarse, justificándose con esta o aquella medida o declaración equivocada del nuevo presidente.

El turismo estadounidense creció considerablemente en el año 2016. Foto: Raquel Pérez Díaz

Sería una victoria para el despotismo en Cuba, pues inevitablemente un congelamiento no sería volver al punto de inflexión: quedarían ganancias solo para el sistema. Los tres prisioneros (héroes) ya están libres; sería difícil parar los viajes completamente ni las remesas incrementadas. El turismo si bien no crecería mucho más, tampoco bajaría y las inversiones extranjeras motivadas por el acercamiento seguirían su curso; la eliminación de la política “pies secos pies mojados” es una victoria política seguramente irreversible; el intercambio cultural, científico y deportivo no cesará, y es, sin duda, una fuente de ingresos de capitales a la Isla. Así como muchos pequeños avances más que juntos constituyen una gran ventaja, ya lograda.

Sería por otro lado el cierre de un capítulo de esperanzas para las fuerzas políticas y sociales que deseamos y luchamos por un cambio democrático en Cuba. Solo con inteligencia se puede abrir una brecha en el hermético sistema cubano y colar poco a poco la idea democrática y de justicia verdadera, “con todos y para el bien de todos”. Con enfrentamiento, a corto o mediano plazo, no se avizora el fin.

El plan Obama para Cuba prometía ese derrotero feliz; el plan Trump promete, supuestamente, “un mejor negocio para los EUA”. Incluso puede ser bueno también para los cubanos empoderados políticamente en el sur de la Florida, que ya son también estadounidenses y ven el problema de Cuba como tal, y han acomodado sus vidas a esa vieja y gastada batalla.

Tal vez sea cierto ese sea “su mejor negocio”,  pero no para nosotros los de dentro y fuera de la Isla que vemos solo en Cuba nuestro futuro: si cambian de estrategia será el peor negocio posible para La Nueva Cuba que queremos construir.

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