Tan Viejo como el morro

Dariela Aquique

Ceremonia del cañonazo del Morro de Santiago de Cuba

HAVANA TIMES, 6 dic.– Y dirán los lectores, que de mis comentarios, aflora una nostalgia sempiterna.  Creo que no hay cubano de mi generación y de las anteriores, que no padezca del contagio de las añoranzas.

Tanto y tanto de las buenas costumbres, gustos y tradiciones, se han quedado atrapados en el pasado, incluso la promesa de -futuro mejor- , que quedó en los slogans, que hoy nos resultan retro (digo retrospectivos y retrógrados).

Apelando  a memorias emotivas, evocando pasajes de un paseo de familia, de una cena entre amigos, de aquellas vacaciones con cabañas en playas, vidrieras de juguetes, con una Vuelta a Cuba. 

Castillo San Pedro de la Roca

El Morro santiaguero, era uno de esos sitios de obligada visita, fotos a la bahía, al Balcón de la Reina, a sus viejos cañones, que después armarían el álbum familiar: padres, hijos, esposos (el núcleo indispensable de toda sociedad).

El Morro fue testigo y escenario de los años aquellos, en que aún a nuestras gentes la incertidumbre y la desesperanza no las habían ocupado del todo.

El bodegón que está, justamente a la entrada del castillo, típico, memorable restaurante, con vajilla de barro, su comida criolla y espumosas cervezas en jarras a la usanza de la época colonial.  Allí disfruté con mi hermano y mi madre innumerables veces de exquisitos almuerzos en paseos vespertinos.

Definitivamente han pasado los años y el viejo Morro en cambio, sigue allí, desafiante.  Mas ya no lo visitan las familias, ahora paquetes de turistas pagan en su portón y recorren la estancia, aturdidos entre los comentarios de las guías del museo y el asedio constante de los jineteros.

Turistas en El Bodegón del Morro

Ha perdido su magia el viejo bodegón, ya no es tan exclusivo, vende cervezas, jugos, cigarros, gafas, chicles…

Un sinfín de mesitas llenas de artesanía y objetos indistintos rodean al impetuoso castillo de Santiago, al Balcón de la Reina no se puede pasar porque tiene peligro de derrumbe, los cañones se alistan para una ceremonia nada original.

Mi mirada se pierde en la bahía, ya mi madre no está, murió hace algunos años y mi hermano convertido en balsero, se ha ido tras el sueño “…de la vida mejor….” Un turista me mira con lujuria, me entristezco y mis buenos recuerdos se tornan ya muy viejos, tan viejos como el Morro.

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