Socialismo real y “colonialidad” en Cuba

Yasser Farrés Delgado

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — La experiencia de Isbel Díaz con la Seguridad del Estado en el aeropuerto me motiva a introducir un concepto que describiría con precisión la actual opresión social en Cuba: la colonialidad. El concepto parece estar ausente del debate dentro de “la disidencia cubana no convencional” pero ayudaría a comprender la necesidad de superar dicotomías como izquierda/derecha o socialismo/ capitalismo para proyectar un futuro realmente incluyente y justo.

Cuando digo “superar las dicotomías” no quiero decir buscar la solución salomónica que consistiría en el supuesto “punto medio” entre capitalismo y socialismo (como suelen sugerir algunos socialdemócratas), sino pensar un modelo de sociedad desconectado radicalmente de ambas lógicas aunque pueda reciclar parte de ellas. Esta meta parecerá utópica pero no sólo es necesaria sino posible.

El caso de Isbel demuestra que la cruzada del gobierno cubano no es contra “los gusanos” sino contra toda aquella persona que disienta del oficialismo. De hecho, Isbel no está ligado a “la mafia de Miami”: es un activista por los derechos de la comunidad LGTB en Cuba, ecologista y socialista libertario. Lamentablemente, cuando la izquierda internacional se mantiene ciegamente incondicional al gobierno cubano, está apoyando esta opresión.

La colonialidad como categoría de análisis

La situación política cubana suele describirse como “dictadura” o “autoritarismo”, pero son términos muy limitados para agotar la complejidad de la opresión social. En ese sentido, aplicar el concepto “colonialidad” desvela muchas aristas de la opresión en el Socialismo Real. Creo que esta es una de las razones por las que ciertos intelectuales oficialistas han desvirtuado este concepto.

Desde finales del siglo XX la “colonialidad” ha ido convirtiéndose en categoría fundamental para analizar los procesos de dominación/emancipación tanto en América Latina como el sistema-mundo. Ha permitido superar no pocas lagunas tanto de la Teoría Latinoamericana de la Dependencia como del marxismo demostrando potencialidades para sustentar la construcción de un futuro escenario global pos-capitalista pero también pos-marxista.

Una parte de La Habana. Foto: Juan Suárez

Para comprender esa posibilidad debe destacarse que «colonialidad» no es lo mismo que «colonialismo». Como indica el puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres (2007) siguiendo al peruano Aníbal Quijano (2001):

“Colonialismo denota una relación política y económica donde la soberanía de una nación o un pueblo descansa en el poder de otra nación, lo que convierte a tal nación en imperio. Colonialidad, en cambio, refiere a un conjunto de patrones de poder de larga duración que emergieron como resultado del colonialismo pero definen la cultura, el trabajo, las relaciones intersubjetivas y la producción de conocimiento más allá de los estrictos límites de las administraciones coloniales. Así, la colonialidad sobrevive al colonialismo. Se mantiene viva en los libros, en los criterios para el desempeño académico, en los patrones culturales, el sentido común, la auto-representación de las personas, las aspiraciones del yo y tantos otros aspectos de la experiencia moderna que, como sujetos modernos, respiramos colonialidad todo el tiempo y cada día”. (Maldonado Torres, 2007: 243, original en inglés)

El oficialismo cubano suele presentar al proceso social iniciado en 1959 como la panacea respecto a la emancipación social. La Revolución habría acabado con la explotación de clase, género y raza. Sin embargo, nada podría está más lejos de esa realidad: lo que encontramos es más bien una continuidad y actualización de una serie de patrones de poder instaurados en el período colonial y definen lo que el argentino Walter Mignolo (2000) llama “matriz colonial de poder”.

Catedral de La Habana. Foto: Juan Suárez

Para el discurso oficial, la Historia de Cuba es una historia de emancipación respecto al “conquistador europeo” primero y “el imperialista norteamericano” después. Desde esa perspectiva el “Hombre Nuevo” socialista representaría una ruptura radical con ellos. No obstante, si detallamos los atributos de todos esos modelos de hombres, encontraremos semejanzas que permanecen ocultas si sólo se manejan conceptos como “conquistador”, “imperialista” y “socialista”.

Resulta imposible agotar en una sola entrada el debate teórico en torno a la colonialidad, pero las implicaciones del concepto pueden constatarse de un modo sencillo en la práctica. La idea central, como explica el puertorriqueño Ramón Grosfoguel (2006), es que en el período colonial se instauraron relaciones de poder que respondían a la hegemonía de un modelo de conquistador que era hombre, blanco, occidental, capitalista, militar, cristiano, patriarcal y heterosexual; todo ello al mismo tiempo. La esencia de esas relaciones persiste hoy en las repúblicas a pesar de la independencia de los territorios coloniales. Se confirma de muchas maneras en todos los países “Americanos”, incluyendo EEUU y Canadá.

Colonialidad y Socialismo Real

Cuba no es la excepción. El “Hombre Nuevo” ha resultado ser un heredero de esas tradicionales relaciones de poder. En él se reflejan el machismo, el racismo (institucionalizado de múltiples formas), el occidentalismo (el colombiano Santiago Castro-Gómez, 2005, y el boricua Ramón Grosfoguel, 2008, han demostrado el carácter eurocéntrico del marxismo/leninismo), la mentalidad capitalista (persiste una pensamiento económico desarrollista centrado en el capital), el militarismo (participación en la guerra fría, etc.), el cristianocentrismo (la llamada “moral socialista” reproduce muchos de los dogmas católicos así como su negación a cualquier otra ideología o cosmovisión), patriarcalismo (el “paternalismo de estado” ahora tan criticado es sólo una de las manifestaciones) así como la fobia a cualquier orientación sexual distinta a la heterosexual.

Hacia una descolonización de la sociedad cubana

No existirá una verdadera emancipación social y descolonización de la sociedad cubana sin la ruptura de todas esas relaciones de poder que persisten tanto en el capitalismo como el socialismo. Esta meta sólo se alcanzará si ocurre, por un lado, una transformación individual que acepte la diversidad en todos los ámbitos, y por otra, una transformación de las instituciones públicas y el Estado que facilite el mutuo reconocimiento y el diálogo plural.

La primera condición sólo depende de nuestras posturas como sujetos. La segunda, es algo que no nos ofrece el Estado cubano.
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Referencias

  1. QUIJANO, Aníbal (2001) “Globalización, colonialidad del poder y democracia”. En AAVV. Tendencias básicas de nuestra época: globalización y democracia. Instituto Diplomático Pedro Gual, Caracas.
  2. CASTRO-GÓMEZ, Santiago (2005). La poscolonialidad explicada a los niños. Editorial Universidad del Cauca, Instituto Pensar, Pontificia Universidad Javeriana, Popayán.
  3. GROSFOGUEL, Ramón (2006). “La descolonización de la economía política y los estudios postcoloniales. Transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global”, Tabula Rasa, 4, pp. 17-48.
  4. GROSFOGUEL, Ramón (2008). “Del imperialismo de Lenin al Imperio de Hardt y Negri: «fases superiores» del eurocentrismo”, Universitas Humanística, 65, pp- 15-26.
  5. MALDONADO-TORRES Nelson (2007). On the coloniality of being, Cultural Studies, 21 (2 y 3), pp. 240-270
  6. MIGNOLO, Walter (2000). Local Histories/Global Designs: Essays on the Coloniality of Power, Subaltern Knowledges and Border Thinking. Princeton University Press, Princeton. [Versión española: (2003) Historias Locales/Diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo. Madrid: AKAL ]

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