Semillas de porvenir científico cubano

Por Pilar Montes

HAVANA TIMES — Dos acontecimientos, ocurridos hace 50 años, quedaron para siempre en mi memoria, y son recordados este noviembre por los cubanos.

Corría el año 1965 y tenía yo 21, lo que se consideraba, entonces, la mayoría de edad. Estudiaba en la Universidad de La Habana y trabajaba en el recién constituido Instituto de Ciencia Animal (ICA), donde un pequeño grupo era el núcleo administrativo de ese centro de investigación científica, dirigido por el ingeniero José Rebellón.

El entonces primer ministro Fidel Castro creó la entidad para sentar las bases del desarrollo ganadero del país, para lo cual contrató a técnicos extranjeros destacados en nutrición animal como el británico Dr. Thomas Preston, director técnico de la entidad y otros como él que dirigieron los departamentos técnicos de la institución.

Decenas de cubanos todavía estudiantes de Agronomía, Veterinaria, Química, Farmacia, Matemáticas, Biología y otras carreras afines de la Universidad de La Habana, ingresaron a trabajar en el ICA y terminaron sus estudios en años posteriores con experiencia práctica en sus respectivas disciplinas.

Algunos cursaron especialidades en Gran Bretaña, Francia, Italia, Holanda, donde aprendieron lo necesario para aplicar las más modernas tecnologías en la producción de quesos, yogur y otros productos lácteos.

A pesar de contar con los mejores profesionales en ese campo y destacarse en los resultados de sus experimentos, los que estaban encargados de expandir esos conocimientos por todo el archipiélago y lograr el desarrollo de la producción avícola y ganadera del país, solo llevaron lo logrado a congresos dentro y fuera de la Isla, sin aplicarlos en casa.

Así, la fama de los adelantos cubanos en esas disciplinas creció fuera de sus fronteras. Empresas y países enteros prosperaron con la aplicación de esas investigaciones, mientras los campos cubanos tenían bajos rendimientos. Solamente las granjas estatales, ya casi inexistentes, cooperativas y pequeños agricultores pudieron mostrar resultados cuando tenían al frente administradores capaces.

Increíblemente, la falta de productos químicos y equipos agrícolas por las restricciones impuestas por Estados Unidos y políticas internas que no ayudaron en ese sentido, obligó a buscar alternativas, sobre todo, a los productores que no tenían acceso a asignaciones del Estado y empezaron a desarrollar una agricultura orgánica que también ha hecho famoso al país.

Las exportaciones de productos agrícolas orgánicos, entre ellos frutas, cacao, café y miel de abeja han tenido gran aceptación en Europa.

El V Congreso Internacional de Producción Animal Tropical tendrá lugar del 16 al 20 de noviembre en el Palacio de las Convenciones, organizado por el ICA.

Motivar el intercambio de experiencias y resultados alcanzados en los sistemas de producción animal tropical, su sostenibilidad técnica, económica, ecológica y social, así como conocer las estrategias para el mejoramiento, conservación, utilización y caracterización de los recursos naturales es parte de la agenda.

Una excursión memorable al Pico Turquino

El otro aniversario cincuentenario es el de la primera graduación de médicos de la Revolución realizada en el pico Turquino, la mayor altura del país. Fueron invitados trabajadores del Instituto de Ciencia Animal y estudiantes de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, en ambos casos estuve incluida.

Sin entrenamiento físico previo y demasiadas libras para enfrentar la tarea, me impulsaba, sin embargo, una determinación capaz de vencer todas las dificultades y, más aún, con el líder de la Revolución al frente del bisoño contingente.

El Pico Turquino

Por otra parte, muchos graduandos de esa clase del ’65 eran amigos y conocidos míos que visitaban la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), en la que yo era secretaria del presidente de la organización.

El trayecto fijado hasta el Turquino partió de Las Mercedes, poblado cercano a Bayamo, hoy provincia de Granma, en las estribaciones de la Sierra Maestra, al oriente de la Isla.

La primera parada se hizo en Alturas de Mompié, donde descansamos en hamacas y nos dieron de comer. El segundo día llegamos a La Plata, sede de uno de los puestos de mando que tuvo la guerrilla rebelde de diciembre de 1956 a finales de 1958, donde nos esperaba Fidel, quien estimulaba a los caminantes con la noticia que habían llegado en helicópteros helados de la flamante fábrica Coppelia. Esto nos pareció tan extraordinario, como avistar un oasis en medio del desierto.

El grupo de avanzada, en el que, increíblemente, me encontraba yo, debía llegar antes del anochecer a la Aguada del Joaquín, donde habían montado unas casas de campaña. En el camino de La Plata a la Aguada, empezó a llover y yo aceleré el paso, contenta por la frescura del agua sobre mi cuerpo hirviente. De saber lo que vendría después, no me habría alegrado demasiado.

El comandante Fernando Vecino, hoy asesor del presidente Raúl Castro y exguerrillero, me reconoció por mi trabajo de secretaria en la FEU y, viendo mi andar lento y penoso por el resbaladizo ascenso, acudió en mi ayuda.

“Vamos a practicar alpinismo, me dijo, y tú verás cómo subes la loma en un santiamén”, amarrándome una soga a la cintura y halándome desde arriba. La experiencia dio resultado y pronto estaba yo en la punta de la loma, frente a dos trillos bien marcados, pero que iban en direcciones opuestas.

Un grupo de graduados. Foto: cubadebate.cu

No me quedó otro remedio que seguir la guía de los expertos hasta el campamento, donde para mi sorpresa, todos preguntaban, como si fuera yo un gran personaje, si ya había llegado “la gordita”.

Poco antes del amanecer nos pusimos en marcha y luego de ascender por un tupido bosque, antes del mediodía de repente se abrió ante nosotros el claro de la cima del Turquino, donde preside sobre un pedestal de roca el busto de Martí, colocado allí años antes por el padre de Celia Sánchez y ella, heroína de la guerra e invaluable asistente de Fidel desde la Sierra Maestra, quien nos acompañó en esa excursión.

Lamenté como nunca no tener cámara fotográfica propia, pues aunque se tomaron decenas de imágenes con Celia, Fidel y otros dirigentes gubernamentales y estudiantiles, yo solo pude obtener copias impresas en papel de poca calidad que no resistieron el paso de los años.

Entre los invitados a la graduación se encontraban Orlando (Olo) Pantoja y Ricardo Tamayo, quienes cayeron en 1967 combatiendo en Bolivia con la guerrilla del Che; También estaban allí la esposa de este último, Aleida March y otros guerrilleros de la lucha insurreccional.

Largos relatos de la lucha en la Sierra Maestra contados por Fidel y acotaciones de Celia, sentados en las hamacas, sobrevino la noche inesperadamente y presentí que serían días imborrables para los presentes.

Entre los médicos de esa hornada recuerdo a “Fiti”, de Cárdenas, famoso cardiólogo pediatra, reconocido por su trabajo en el Cardiocentro Infantil del hospital William Soler, Julio Tejas, quien llegó a ser ministro de Salud Pública y todavía ejerce la profesión, casi todos participantes en la lucha estudiantil contra la dictadura de Batista.

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