Salir del infierno

Por Irina Pino

Foto: Juan Suarez

HAVANA TIMES — No parece haber sido marinero, es demasiado corpulento, su gracilidad parece haberse sumergido en el mar, como todos aquellos sentimientos que albergaba en su juventud.

José Manuel tiene ahora cuarenta y dos años, vive en la calle Campanario de Centro Habana, pero esas campanas han dejado de sonar para él, solo piensa en escapar de su ciudad natal, de su país, que él lo llama “el infierno”, pero no es el Infierno de Dante, sino uno mucho peor, por eso se ha dedicado a vender frituras a domicilio: se levanta a las cinco de la mañana a prepararlas y freírlas, luego a las ocho sale a venderlas a las personas que se las encargan previamente.

Por la tarde va a la Casa de cambio y hace su cola para convertir la moneda nacional en cuc y depositar el dinero en una cuenta que tiene en el banco. Lo conocí en la misma cola, y enseguida entabló una conversación conmigo, hablándome de que tenía un amigo en el Perú, que lo iba ayudar, pues allá necesitaban mano de obra en la construcción, ya que esa industria está en auge en estos momentos; y que si no conseguía el trabajo haría cualquier cosa, incluso se iría a la selva de Brasil, si no encontraba otra opción.

Cuando le pregunté cómo pensaba irse de Cuba, me ha dicho que ahorraba hasta el extremo, y que su plan era vender su casa, después que le hiciera algunos arreglos; pero lo que más llamó mi atención de este hombre, fue su frase repetitiva: “quiero salir de este infierno”, y eso a cada momento.

Me contaba además que se había graduado en los 80s en la Escuela Osvaldo Sánchez como marinero, aunque lleva años sin poder trabajar en un barco, dedicándose a otras actividades.

“Ya no puedo más, quiero dejar atrás el comunismo, irme como sea, y si tengo que dormir en estaciones o en parques, y asearme en baños públicos si fuera necesario, lo hago, con tal de levantar cabeza y vivir decentemente…”, una retahíla de palabras que lanza a mi cara como para darse fuerza.

Su único refugio ahora es la religión, hace poco se ha convertido al cristianismo y va dos veces por semana a la iglesia de la calle Amargura, donde encuentra paz y sosiego, pues por lo menos, mientras está en el recinto, en medio de la ceremonia religiosa, logra olvidarse de toda su infelicidad.

Entonces lo aliento a que busque otras alternativas de sobrevivencia, que alquile un cuarto, cualquier cosa que no lo haga tomar una decisión tan drástica, pero solo consigo escuchar la misma frase retórica.

Cuando nos despedimos, me ha invitado a la iglesia a rezar con él, y finalmente me ha bendecido a través de la palabra divina.

No sé qué pasará con este marinero, devenido en cristiano y vendedor de frituras, y si podrá alguna vez cumplir el sueño de huir de su infierno personal.

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

San Antonio de los Baños, donde el humor dio paso al dolor

Sin electricidad y sin acceso a la red de redes, así pasan los habitantes de…

  • Cancion del Dia
  • Mundo
  • Noticias
  • Segmentos

Mayra Andrade – Canción del día

La artista destacada de hoy es Mayra Andrade de Cabo Verde con la canción Tan…

  • Mundo
  • Noticias

Haití estrena presidencia colegiada de nueve miembros

De los 11,5 millones de habitantes en este país, unos 4,5 millones necesitan ayuda humanitaria…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.