Repensar el post-capitalismo en Cuba

Por Grady Ross Daugherty

HAVANA TIMES — ¿Será correcto que un ciudadano del imperialista Estados Unidos exponga un artículo sugiriendo cómo los cubanos pueden modificar su forma de socialismo? Yo creo que si. El socialismo es un movimiento mundial, y lo que fracasa o tiene éxito en la tierra de Martí tiene consecuencias para todos los países del mundo, así como para todas las generaciones futuras.

Sin embargo, que sea correcto hacerlo o no, necesita una explicación adicional. ¿Por qué dicho ciudadano debería siquiera molestarse? La razón es sencilla: Lo que se puede hacer para que funcione en Cuba sería un ejemplo muy visible, y permitiría que las personas de Estados Unidos, Canadá, México y el resto de los países entiendan cómo reorganizar sus propios países en las líneas socialistas.

Dada la actual crisis económica y la catástrofe ambiental del capitalismo monopolista, esto podría transformar el mundo en un plazo no muy largo.

Por el contrario, lo que no funciona en Cuba desacredita el socialismo ante los pueblos, y tiene un efecto opuesto, anti-transformacional.

Comencemos desde el principio y tratemos de revisar los fundamentos teóricos de nuestro movimiento mundial.

¿Qué es el socialismo exactamente? Una vez que hacemos esta pregunta, comienza la disputa intelectual y regresamos a la polémica actual. Por lo tanto, comencemos preguntando simplemente, “¿Qué es el post-capitalismo?”

Mientras nos quedamos con esta nomenclatura más neutral, los jugos contenciosos se mantienen de alguna forma en calma, y podemos ascender a la estratosfera de la voz objetiva.

A principio y mediado del siglo XIX, cuando los pensadores y activistas fueron los primeros en intentar conceptualizar la naturaleza del post-capitalismo, existían varias teorías. No sólo se debatían los atributos del post-capitalismo, sino también la manera en que se podría lograr dicha sociedad.

Los bolcheviques aclararon este último problema conquistando el poder político en 1917, e intentando construir, posteriormente, el post-capitalismo en condiciones extremadamente difíciles. Sin embargo, el primer problema sigue estando empañado.

La Revolución Bolchevique demostró que la cuestión esencial del post-capitalismo es que un partido político sincero, y con mente transformada, conquiste el poder estatal.

No obstante, este poder, hablando teóricamente, se podría lograr de diversas maneras (a través de la insurrección de los trabajadores, un golpe militar, imposición militar extranjera, e incluso ganando el pueblo por el poder democrático y constitucional), pero se debe actualizar el viejo estado capitalista, y poner en su lugar un nuevo poder estatal transformador. De lo contrario, el post-capitalismo seguirá siendo nada más que un sueño amorfo.

Nadie diría, por supuesto, que la Rusia de 1918 era un país “socialista”, con respecto a su modo económico de producción. A juzgar por su modo de producción y el nivel de desarrollo industrial, todavía Rusia era muy capitalista. Sin embargo, algo fundamental había cambiado. Ahora un partido político tenía el poder en sus manos y, como indicó Lenin, ellos estaban comenzando a construir una sociedad post-capitalista.

Por lo tanto, debería verse el post-capitalismo como una sociedad en la que un partido político de mente transformadora es el que se sienta al timón. El vehículo social en sí mismo podría ser colocado en terreno capitalista, o en algún tipo de terreno intermediario, disfuncional, ahogado por la burocracia; pero como el conductor ahora intenta dirigirse a otra dirección, hacia una meta completamente diferente, representando los intereses de clases completamente diferentes, el país podría ser perfectamente caracterizado como post-capitalista.

Según este criterio, Cuba, China, Vietnam y Corea del Norte podrían entrar en la descripción técnica de países “post-capitalistas”.

Este es un punto importantísimo. Si no somos capaces de distinguir entre el poder estatal, por un lado, y el modo de producción económica predominante, por el otro, podemos llegar a conclusiones absurdas.

Podríamos mirar a China y gritar “!capitalismo!” Podríamos mirar a la Cuba burocrática y gritar ¡”capitalismo de Estado”! Por supuesto, esto es precisamente lo que han hecho y siguen haciendo muchos en el mundo.

Lo que sí es cierto es que la cuestión esencial del post-capitalismo es la existencia, o la no existencia del poder estatal en manos de un partido político, que intenta construir el post-capitalismo, al menos intencionalmente. Cuba, por tanto, podría ser post-capitalista, ya que el PCC ejerce el poder estatal.

Pero esto no significa que el PCC esté conduciendo el vehículo social 100% correctamente, o en la dirección apropiada. Él sabe que desea llegar sinceramente a la meta de una sociedad sin clases, pero no está funcionando y está estacionado a un lado de la carretera, por decirlo de algún modo.

Se ha detenido el avance, y existe una amenaza de que se retire al PCC de la posición de conductor. Esto todavía no ha ocurrido, y hay posibilidad de realizar reparaciones y volver a la carretera. Sin embargo, está latente el peligro de perder la posición de conductor (del poder estatal) y la discusión de apoyo y camaradería está a la orden del día.

El movimiento original del siglo XIX por el post-capitalismo se unió en torno a un programa político específico.

Esto, naturalmente, se dividió en dos partes: estratégica y táctica.

El programa estratégico fue el concepto económico, social y cultural de reorganización para cuando el pueblo trabajador tuviera el poder estatal. Fue llamado popularmente como programa máximo, y sería el conjunto de medidas que el nuevo gobierno llevaría a cabo, supuestamente, con el fin de transformar la sociedad, lejos del modo de producción capitalista, y hacia un futuro sin clases.

Así que podemos definir el post-capitalismo, como el período en el que el partido político de los trabajadores de mentalidad transformadora toma posesión (por cualquier medio) del poder del Estado, y construye, con el apoyo y la participación activa de las clases productivas, un puente posiblemente de varia generaciones hacia una sociedad sin ninguna distinción de clases.

Se espera que también vayan desapareciendo los elementos coercitivos del aparato estatal y que se logre finalmente una coordinación social a través de una administración civil democrática, no coercitiva.

El programa táctico, conocido también como el mínimo, fue y es el conjunto de medidas que debe tomar el partido político aspirante al post-capitalismo con el fin de establecer un nuevo poder estatal y una nueva república socialista democrática.

Pero no hay necesidad de un programa mínimo tradicional en Cuba. El pueblo cubano, bajo el liderazgo de Fidel y el Movimiento 26 de Julio, derribó el viejo estado capitalista. Y la arrogancia y los ataques del gobierno estadounidense aseguraron que la nueva república se desarrollara hacia una dirección post-capitalista.

Cuando hablamos de “reformar” o “perfeccionar” el modelo cubano de post-capitalismo, nos referimos a los retoques del programa máximo estratégico de la transformación social. Los últimos 50 años han sido una experiencia de enormes logros sociales y políticos. La Cuba revolucionaria ha alterado literalmente el curso de la historia mundial.

Por lo tanto, cuando se habla de reformar o perfeccionar el modelo cubano, no estamos desaprobando los grandes logros de la dirección del PCC. Estamos participando en un colectivo de expertos para alisar las arrugas, realizar algunas reparaciones necesarias, y conseguir que afortunadamente el vehículo cubano regrese a la carretera, a una sociedad dinámica, próspera y sin clases. (Por favor, disculpen la metáfora).

Parece que alrededor de 1968, Cuba cometió el mismo error, igualmente bien intencionado, que cometió China por 1959, bajo el mando de Mao Zedong. La tradicional teoría socialista sobre lo que constituye el verdadero post-capitalismo (es decir, la construcción de un puente de varias generaciones hacia una sociedad sin clases) era concentrar la propiedad y el control de todos los instrumentos de producción en manos del Estado.

El PCC, con la insistencia de la URSS y los teóricos tradicionales dentro de la organización, nacionalizó casi todo lo productivo que estaba a la vista, incluyendo la tierra.

Si nos fijamos en lo que ha ocurrido en Cuba dentro de un marco científico, debemos verlo como un experimento. (La ciencia se basa en la experimentación, y de hecho, el llamado método científico es reconocido universalmente por proponer una hipótesis en primer lugar, y en segundo, evaluar posteriormente a través de una serie de experimentos.)

Sí, en Cuba se ha desarrollado un experimento de medio siglo, y esto se ha llevado en torno a cierta hipótesis específica. Por lo tanto, el primer paso en la reforma o perfeccionamiento del modelo cubano debe ser analizar los resultados del experimento hasta la fecha actual. Se debe decidir si la hipótesis tradicional ha demostrado ser verdadera, falsa, o verdadera en parte.

Formulemos la hipótesis original como la propiedad estatal monopolista de todos los instrumentos de producción. Podríamos argumentar que a lo largo de medio siglo se ha demostrado que esta hipótesis, suponiendo que la hemos formulado correctamente, es la última de las tres posibilidades, es decir, falsa, pero verdadera en parte.

Reformar o perfeccionar en Cuba el modelo post-capitalista requiere, por lo tanto, una nueva hipótesis para continuar el proceso de experimentación. Aquí es donde descendemos de la voz objetiva hacia la voz tendencia. Es decir, ahora tenemos que entrar nuevamente al pobre ambiente de debate político, y todos tenemos nuestras opiniones.

Sin embargo, existe una manera de guiar nuestra discusión colectiva en cuanto a la nueva hipótesis, adecuada, para el experimento post-capitalista en Cuba. Creo que lo que funcione en Cuba funcionará también en Estados Unidos y en cualquier otro país. “Si mantenemos esta” realidad “en mente, esto debe ayudarnos a mantenernos a flote.

En Estados Unidos, un pequeño grupo de iconoclastas transformadores ha formulado una nueva hipótesis para el post-capitalismo. Sugerimos que el PCC, y otros en todo el mundo, lo tengan en cuenta.

La idea central de esta es que el estado post-capitalista no necesita tener el poder de todo lo productivo a la vista. Él puede ser copropietario de importantes industrias y comercios silenciosamente y de manera parcial, trabajando con cooperativas asociadas en el modelo de corporación Mondragon.

Esto permitiría al estado socialista recibir enormes distribuciones trimestrales, de una economía dinámica, y no tener que cargar con las responsabilidades administrativas del día a día del funcionamiento de la empresa. Al mismo tiempo, permitiría que la pequeña burguesía se desarrolle y participe con entusiasmo en el proceso de construcción del puente socialista.

Sobre la base de esta democracia económica natural, – que, por cierto, conservaría y utilizaría la institución evolucionada históricamente de los derechos de la propiedad privada, además de un comercio, acondicionado de forma socialista – una democracia social y política, tendría la oportunidad de levantarse y ennoblecer la sociedad .

El progreso hacia una sociedad sin clases, bajo la nueva hipótesis, tendría las bases en la propiedad amplia y democrática de las empresas productivas, y el desarrollo económico y cultural de elementos de clase, no en la abolición prematura de los derechos de propiedad privada.

Recomendamos que la nueva hipótesis para la futura experimentación estratégica del post-capitalismo en Cuba, explicado de forma concisa, sea un socialismo de estado moderno cooperativo y copropietario.

Mis mejores deseos para el valiente PCC, y al corajudo pueblo cubano.

 

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