¿Qué será de nuestros abuelos?

by Peregrino Pérez

Alejandro Arce

HAVANA TIMES – En Cienfuegos, la ciudad donde vivo, es muy común escuchar el pregonar de los panaderos. Realmente no son panaderos, pues ellos no lo elaboran, sino que simplemente lo venden en la calle.

La barra de pan se expende en las panaderías estatales a 4 pesos (0,20 USD) y los vendedores ambulantes lo venden luego en 5 pesos (0,25 USD). Esa ha sido una de las tantas variantes de cuentapropismo que nos hemos inventado para poder sobrevivir. Es un trabajo honesto, que nos ahorra la necesidad de hacer largas filas para obtener ese preciado alimento.

Entre el ejército de vendedores de ese producto es muy común que militen personas de la tercera edad. Muchos de ellos sobrepasan los 70 años. Sucede con tanta regularidad que se han convertido en parte imprescindible del paisaje citadino cienfueguero. Nuestra vida diaria está tan cargada de problemas, que no nos detenemos a analizar un montón de cosas. Un anciano cargando pesadas jabas de pan, ya sea en la mañana o bajo el sol abrasador de mediodía, no puede ser algo normal. No podemos dejar que nuestras vicisitudes nos hagan insensible antes esos fenómenos y que no los denunciemos.

El viernes 23 de marzo falleció uno de ellos mientras realizaba su labor. Ese no es un caso aislado, ya ha sucedido antes. Ser vendedor ambulante demanda un gran esfuerzo físico, pues muchos cargan las pesadas jabas sobre sus hombros. El trabajo honrado ennoblece, pero esos ancianos ya trabajaron bastante. Deberían estar descansando, en vez de eso, se ven forzados a continuar laborando debido a la precariedad de sus pensiones.

Foto: Alexander Londoño

En Cuba existe una gran cantidad de personas que reciben como pensión menos de 10 CUC (10 USD) al mes. Con esa cifra es imposible tener una calidad de vida digna. Los que no cuentan con el apoyo de su familia, se encuentran muy desprotegidos. Las promesas de mejoras no se cumplen. El tiempo va pasando y la filosofía del “sálvese quien pueda” sigue ganando adeptos.

Osmel Ramírez dejó su boleta en blanco; yo no fui a votar. Es mi manera de protestar, de rebelarme ante tanta injusticia y apatía. Sé que no es suficiente para generar un cambio. Al menos no será mientras sean unos pocos los que se atrevan a mostrar su disconformidad.

Mientras nuestro derecho a disentir sea secuestrado, es menester encontrar estrategias para visibilizar nuestra triste realidad. Llenar los vacíos de la prensa oficial. Hacer que la solución de nuestros problemas se conviertan en su prioridad. Eso solo lo lograremos si llevamos nuestras denuncias a todos los foros posibles. Sacarlos de su zona de confort y derrumbar la imagen de bienestar social que han exportado.

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