Por qué voté en blanco

Por Osmel Ramírez Álvarez

Votando en cuba con Fidel y Raul. Foto: Yasmery Romero Cruz granma

HAVANA TIMES – En Cuba el voto es secreto, pero no está prohibido divulgar personalmente cómo uno lo hizo. He sentido el deseo de explicar el mío, que esta vez fue en blanco.

Martí dijo algo así como que “en una república era un crimen no votar”. Yo concuerdo con ese pensamiento, pero entiendo que el Apóstol se refería a una república democrática, en la que impere la ley. Por eso, aunque voté en blanco, apoyo a los que se abstuvieron de participar. Es su derecho y, además, trasmiten el mensaje de inconformidad con el modelo político, mucho más directo que como lo hice yo.

Hoy día se le llama república a todo y se fabrican engendros miméticos que procuran englobar sistemas de gobiernos autoritarios en la forma republicana. Cuba es un ejemplo elocuente de ello. Si me apego a esa realidad también hubiese decidido la abstención tácita, pero otros factores influyeron en que escogiera la abstención activa.

Yo siempre voto y elijo en las elecciones municipales, porque aunque no concuerdo con el sistema político ni electoral, tengo en cierta medida la posibilidad de elegir entre varios candidatos que conozco. Pero no sucede así en las votaciones para diputados y delegados provinciales.

Hasta los comicios del 2013 mi voto fue positivo, incluso “por todos”. Aunque desde tiempo atrás ya no creía en el sistema ni en la posibilidad de que los candidatos seleccionados por ellos pudiesen hacer algo bueno o útil por mí o por el país, aun así les daba mi voto.

Pensaba en que cientos de cubanos recibirían una carpeta nueva (difícil de conseguir en Cuba), un viaje cómodo a la capital por una semana dos veces al año, comiendo bien y apartándose de sus rutinas laborales. Era lo único positivo que advertía y, por no ver entonces la utilidad a la abstención, les daba el voto.

Hoy creo que las cosas han cambiado y hasta yo mismo lo he hecho. Estamos viviendo momentos decisivos para la Patria y se ha hecho más patente la imposibilidad del sistema político y del Gobierno de sacar al país adelante siquiera en el tema económico; las fuerzas del cambio están un poquito más listas para presionar hacia una democracia funcional, y la generación histórica traspasa el poder poco a poco, apelando al continuismo y a la mano dura contra las fuerzas democráticas, como única fórmula para conseguirlo.

En el plano personal soy más consciente del valor actual de mi voto; más activo a favor del cambio, a través del periodismo; y hasta he visto un poco de la cara fea del sistema, sufriendo en carne propia los métodos represivos por atreverme a ser honrado y a decir lo que pienso. Pero a pesar de todo soy un hombre que sopesa todas las aristas de una decisión importante y trato de ser consecuente con mi entorno.

Mi localidad es favorable al cambio en Cuba, pero generalmente dentro de la Revolución, procurando su perfeccionamiento democrático sin perder lo que consideran “logros”. Saben que Fidel y Raúl los han mantenido en la miseria con sus fallas económicas, pero los aprecian por lo que consideran, ¿y cómo no hacerlo en este país?, “lo bueno de sus obras”. Conocen mis ideas y las apoyan en silencio, por temor a ser tildados de “contrarrevolucionarios”. Y así por el estilo, más o menos como está la mayoría de nuestro pueblo.

Es mi propósito mantenerme siempre vinculado con el pueblo que me rodea, sin ser hipócrita. Estamos en un momento de transformaciones y aunque solo soy periodista, la gente me ve como político alternativo y oficialmente me juzgan de “opositor”. Yo no me dedico a juzgar al pueblo por no entender mejor su realidad, (veo que otros lo hacen desacertadamente), solo trato de ser constructivo y útil. Todos estaban expectantes en el barrio por si votaba o no y a las 5:30 pm lo hice junto a mi esposa, ambos en blanco.

De esa forma cumplí con mi deber moral de abstenerme y a la vez estuve en correspondencia con las expectativas de las personas que me rodean, que esperaban de mí una actitud no radical. Numerosos vecinos se me han acercado felicitándome por mi actitud y conozco el estado de opinión favorable sobre el hecho. He dejado claro que voté en blanco y el por qué lo hice, y no son pocos los que me envidian considerándolo un acto valiente.

“Ojalá tuviese el valor de votar en blanco, pero temo que la boleta esté marcada y me descubran”. –así piensa la mayoría. Yo, por mi lado, siento orgullo de formar parte de los cerca de dos millones de cubanos (abstenciones más votos nulos y en blanco), que con nuestro voto desaprobamos el  continuismo autoritario que demandaban estos comicios: ese fue mi por Cuba.

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