Podemos terminar con la masacre

Alberto N Jones

Del making de la película Do the Right Thing (Haz lo correcto) de Spike Lee. Foto: brooklynartscouncil.org

HAVANA TIMES — Durante los últimos 30 años he observado con incredulidad cómo un gran sector de la sociedad se ha convertido en una especie en peligro de extinción en la mayoría de las ciudades del interior de los Estados Unidos. Nadie ha desarrollado un método unificado que sea capaz de hacer frente a la crisis social más intratable y devastadora de la nación.

Por eso he escrito cartas a los editores de numerosos periódicos, y he pedido a todos los políticos, clérigos, líderes sociales y educativos dispuestos a escuchar sobre la intolerable ofensiva del negro contra el negro, sobre la brutalidad policial y el desmembramiento ininterrumpido de la sociedad.

Profesionales en muchos campos del conocimiento han propuesto una serie de soluciones que varían entre la tutoría escolar, la práctica deportiva, la tutela y las actividades religiosas, todos con nombres pegajosos, consejos de administración y planes que han fracasado una y otra vez, abordando los signos y síntomas, pero dejando intactos los factores etiológicos.

Estas enfermedades nacen, se nutren y se alimentan del analfabetismo, el desempleo, la pobreza, las drogas, la violencia y las muertes. Son demasiado grandes, complejas y fuera de control como para ser detenidas o desarraigadas, pero la sociedad puede segregar y aislar a los individuos sensibles de aquellos que ya están contaminados y no pueden ser tratados, y pueden detener la propagación de esta calamidad.

A principios de los 70, durante la brutal guerra civil entre Etiopía, Somalia y el Congo, Cuba rescató miles de huérfanos que tenían solamente 12 años de edad y los reubicó en la antigua Isla de Pinos, en la actualidad Isla de la Juventud, allí recibieron refugio, comida, asistencia sanitaria, atención educativa, cultural y deportiva a través de estudios universitarios que recibieron de forma gratuita.

Hoy en día, esos exitosos técnicos y profesionales en todos los campos, se pueden encontrar en su tierra natal, en toda Europa, en el Caribe, América Latina y en los Estados Unidos, y tienen vidas exitosas y productivas.

Durante la visita sin precedentes del presidente Barack Obama a Cuba, él no estuvo expuesto a esa experiencia única. Ninguna otra tarea puede ser más importante para un exitoso presidente  afroamericano fuera de la oficina, que recoger el agujero de 1.400 millones de negros sin líderes en Estados Unidos, África, el Caribe y América Latina que necesitan desesperadamente un proyecto educativo y de salud masivo, que pueda detener y transformar las comunidades estancadas y violentas, en los hombres y mujeres que necesita el siglo XXI.

La dificultad financiera y económica actual de Cuba ya no le permite imbuirse en una tarea humanitaria tan monumental, a pesar de que la mayoría de las escuelas internas están vacías y en mal estado, pero el concepto básico, los principios y los profesionales necesarios para reelaborar y perfeccionar ese sistema están fácilmente disponibles tanto dentro como fuera de la Isla.

Nadie más tiene la integridad y la autoridad moral del presidente Barack Obama y de la primera dama Michelle Obama para reunir todos los recursos necesarios para eliminar de una vez por toda la negligencia, el estigma y la maldición que ha plagado y destruido la vida de millones de personas que son consideradas inferiores.

No se necesita ninguna ayuda del exterior ni una pomposa fundación para ejecutar uno de los esfuerzos humanitarios más importantes del mundo. Marcus Garvey hizo mucho en la década de 1920 a través de la autoayuda. Cinco dólares al mes o menos de $ 0.20 al día de cada negro, hispano adulto y solidario en los Estados Unidos, bastaban para autofinanciarnos fuera de este atolladero, lo cual no excluye la ayuda financiera adicional de las minorías exitosas en las artes, el deporte, los negocios o las ciencias.

Una evidencia estadística incontrovertible demuestra que la posibilidad de cualquier proyecto orientado a remover y a salvar a los jóvenes en riesgo de su ambiente contaminado es una aventura a toda prueba. La población negra de Cuba duplica la de negros en Chicago, la Florida o Maryland, sin embargo la embarazosa y descontroladas 800 muertes violentas, por armas de fuego, que se reportaron en Chicago en 2016, es mucho mayor que todas las muertes violentas sufridas por los negros en Cuba desde 1959.

Es inconcebible que cualquier líder político, educativo, social, empresarial o religioso, ya sea negro, blanco o amarillo pueda permanecer indiferente ante esta catástrofe humana. Generaciones enteras han sido aniquiladas a través de la esclavitud, el linchamiento, Jim Crow y el racismo hasta la multitud actual de las cada vez más degradantes enfermedades sociales.

¿Hay alguien que cuente, se haga de la vista gorda o se niegue a ver el aumento incontrolable de los crímenes más atroces?

Acabar con esta monstruosidad es el mayor homenaje que se le puede rendir  a Harriet Tubman, Martin Luther King, Tousant L’Overture, Malcolm X, Antonio Maceo, Nanny y a Mariana Grajales, para asegurarles que sus sacrificios no fueron en vano.

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