Naturaleza en la homosexualidad

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES — ¿Es natural la homosexualidad? La actual imposibilidad para parejas integradas por personas del mismo sexo de dejar descendencia, fue uno de los argumentos blandidos durante un reciente debate público en la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana.

Ante el precepto científico de que el éxito de una especie viene dado por su capacidad de dejar descendencia y “fijar” sus genes, la supuesta “discapacidad” de los homosexuales quedaría totalmente expuesta.

Tal postura esencialista, que implícitamente niega la viabilidad o “naturalidad” de la homosexualidad, puede ser cuestionada desde varios ángulos, algunos de los cuales ensayaré brevemente acá.

Un primer punto que salta a la vista es que, dado el origen socio-biológico de la sexualidad humana (incluida la homosexualidad), difícilmente pueda ser antinatural algo que simplemente existe en la naturaleza, y que ella misma produce.

Tal postura emerge de dos confusiones básicas. La primera es confundir “lo normal” con “lo natural”: que determinado proceso no sea una norma en la naturaleza, no significa que sea antinatural. Es por ello que en este tipo de debates se trata siempre de no usar el término “normal”.

La segunda confusión es el intento por colocar al ser humano y toda su producción de sentido, fuera de la naturaleza. De ahí frases equívocas como: “en contacto con la naturaleza”, o “entornos naturales”, como si en alguna circunstancia pudiéramos verdaderamente separarnos o extraernos de la naturaleza.

Otro ángulo de argumentación es estrictamente biologicista. Él éxito de una especie (entiéndase, la capacidad de extender su existencia en el tiempo y en el espacio) es el resultado de innumerables procesos, no conscientes ni prediseñados.

El rancio positivismo de la escuela cubana de biología a veces se torna contradictorio cuando por una parte explica la morfología y fisiología sin pretender fines últimos en tales procesos o estructuras, mientras que en oposición, su concepción de la evolución gradual justamente resalta tales “fines últimos”.

En otras palabras: las aves no desarrollaron alas para volar, sino que tienen alas, y muchas vuelan, pero no los pigüinos. De hecho, algunos seres humanos también vuelan en avión o con Alas Delta, y nadie los discrimina por eso.

De igual modo, la pulsión sexual, el erotismo, la excitación, existe no para reproducirnos, sino que muchas veces forma parte de la reproducción. Ello queda claro cuando comparamos la cantidad de veces que tenemos sexo en nuestra vida, y la cantidad de veces que tenemos descendencia.

Después que las parejas heterosexuales tienen su descendencia ¿para qué siguen teniendo sexo? La función no exclusivamente reproductiva del acto sexual es más que evidente. Lo hemos comprobado también fuera de nuestra especie, en las experiencias homosexuales de nuestras mascotas.

No obstante, tal pareciera que el antiecológico mandamiento bíblico de “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlo; dominen a los peces y a las aves; y a todos los animales que se arrastran. (Gn 1.28)”, rigiera sobre la escuela de Biología.

Lo cierto es que el ser humano ha sobrecumplido su cuota de producción de individuos. Es por ello que no sería escandaloso proponer (para los positivistas) una tesis: la explosión demográfica del ser humano pudiera haber promovido estrategias de control de la natalidad como la homosexualidad.

Vale recordar que cosas más asombrosas que esas existen, y han sido documentadas. Por ejemplo, existen especies de peces que, en condiciones de excesivo número de individuos de determinado sexo, cambian de modo natural (por supuesto) su sexo, con lo que se restablece el equilibrio en la población. También hay mamíferos que tienen a la vez órganos reproductores masculinos y femeninos.

Además, habría que precisar algo respecto a ese supuesto “éxito”. Los procesos al interior de las diferentes poblaciones son muy diversos, y es posible que algunos individuos no se reproduzcan nunca (pensemos en las abejas obreras, o en las hormigas), sin que ello signifique una afectación para la sobrevivencia o “éxito” de la especie.

El comportamiento homosexual, según investigaciones de Bruce Bagemihl, ha sido observado en casi 1500 especies, desde primates hasta parásitos intestinales, y está bien documentado para unas 500 especies (1 y 2).

El comportamiento parece estar extendido entre los pájaros sociales y los mamíferos, particularmente en los marinos y los primates, y en muchos casos se trata de homosexualidad permanente (no sólo en especies que forman parejas permanentes, sino en no monógamas como las ovejas).

Por último, como bien señalaba Mariela Castro, presente en este debate con los estudiantes de Biología, el intento de desnaturalizar la no reproducción, solo sirve a quienes buscan discriminar a las personas homosexuales.

Lo mismo el intento por descubrir el gen de la homosexualidad ¿Para qué? ¿Para extirparlo por indeseable, a través de métodos de ingeniería genética? ¿Para convertirnos en una raza pura como la aria?

Aún no se conoce con exactitud el papel que juega aquí la herencia genética, de acuerdo con un estudio de Nicolás Jouve de la Barreda; mientras que para el neurocientífico neerlandés Dick Swaab, en la orientación sexual interfieren gran cantidad de factores como circuitos neuronales, factores genéticos y hormonas.

Los estudios del estadounidense Alfred C. Kinsey alrededor de 1950 concluyeron que la mayor parte de la población de su país parecía tener por lo menos alguna tendencia bisexual, mientras que sólo una minoría (5-10%) era completamente heterosexual u homosexual.

La tesis queer del filósofo francés Michel Foucault incluso ataca la idea de la existencia objetiva de las identidades sexuales, que son consideradas construcciones sociales.

Es bella y misteriosa la diversidad. Es hermoso descubrir sus mecanismos, y ahí el aporte de la ciencia es vital. Pero cuidado.

Sin el desarrollo de una bioética liberadora, sin la participación de los individuos implicados o interesados, puede convertirse en un arma totalitaria. Nobles amantes de la física descubrieron la energía nuclear… y miren el uso que se le dio después.

¿Pero si no existiera tal gen, y los componentes psico-sociales fueran los únicos que determinaran la homosexualidad en nuestra especie? ¿Sería por ello menos natural, menos digna?

La cultura occidental puede jugarnos una mala pasada, pues su construcción sobre la homosexualidad es profundamente retrógrada y hegemónica. Hay que estar atentos.
—–
Notas:

  1. Bruce Bagemihl, Biological Exuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity, St. Martin’s Press, 1999; ISBN 0-312-19239-8
  2. Harrold, Max (2/16/1999). «Biological Exuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity». The Advocate, reinpreso en Highbeam Encyclopedia.

Articulos recientes:

  • Cuba
  • Reportajes
  • Segmentos

San Antonio de los Baños, donde el humor dio paso al dolor

Sin electricidad y sin acceso a la red de redes, así pasan los habitantes de…

  • Cancion del Dia
  • Mundo
  • Noticias
  • Segmentos

Mayra Andrade – Canción del día

La artista destacada de hoy es Mayra Andrade de Cabo Verde con la canción Tan…

  • Mundo
  • Noticias

Haití estrena presidencia colegiada de nueve miembros

De los 11,5 millones de habitantes en este país, unos 4,5 millones necesitan ayuda humanitaria…

Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.