Mi ingenuidad y los cambios en Cuba

Luis Rondón Paz

Zapatos en el cable. Foto Juan Suárez

HAVANAT TIMES — He observado los últimos cambios que se han desarrollado desde el poder, en aras de “facilitar” la vida de las personas que se han insertado en el negocio no estatal y producto de ello, hace un tiempo me ha venido rondando en la cabeza una imagen bastante preocupante. Claro, hay que celebrarles a las y los funcionarios que trabajan día y noche el hecho de que ya no hay tanta inmovilidad gubernamental, estatal, social.

En buen cubano “La papa caliente finalmente salió del caldero” lo que aún no se sabe por dónde anda, porque en el plato lo único que se ve hasta ahora es una croqueta con la sustancia típica de los años 90: discursos bonitos, muchas reuniones… pero nada que ayude objetivamente a la clase media y baja en el país, que son quienes, al fin y al cabo, hacen el mayor aporte al PIB.

Pero como dice un refrán: a falta de pan casabe… el tema es que ya van más de 50 años con ese parlamento, y resulta más que gastado para las nuevas generaciones, y hasta para las que ya peinan canas.

Una de las reformas que más preocupación me hizo sentir por el futuro de mi país no fue el decreto-ley emitidos por el Consejo de Estado, Consejo de Ministros, y los ministerios de Economía y Planificación, Finanzas y Precios, y Transporte el pasado  3 de enero del 2014, para establecer la venta de vehículos… más bien lo que vino detrás.

Cuando leí el documento en blanco y negro, concluí que estas instituciones son las “capacitadas” para estudiar las tendencias económicas, estado del PIB, planificar las futuras inversiones, la distribución de la riqueza a partir del presupuesto estatal, dictar los precios del mercado en Cuba, etc.

Pero al saber que un auto en Cuba hoy cuesta el equivalente a un apartamento en una de las ciudades más caras de los Estados Unidos de América me dije:

“¡Ño! ¡Ahora sí! Se la tenían bien escondida. Mi salario se multiplicará al 1000% y pasaremos a ser el país más desarrollado del mundo. Porque ni en los Estados Unidos un auto cuesta 270 000 $USD.” Entonces mi ego golpeó a mi conciencia.

“¡Oye! ¿Serás come bola? ¿No te das cuenta que eso es un libretazo para favorecer a los de la croqueta?”

“¡Es verdad! , que ingenuo soy” me respondí. “Se me había olvidado que los que se favorecen en esta actividad son un pequeño grupo del funcionariado, que con esto pueden ganar tiempo y así articular una estrategia más eficiente que les permita perpetuar su poder y discurso demagogo.”

Che en la farmacia. Foto: Juan Suárez

Creo que esta vez se pasaron de rosca, porque con ese tipo de regulaciones han puesto a todo el personal de Finanzas y Precios como el hazme reír de la sociedad cubana y el mundo. Su credibilidad, ahora, está en un cuestionamiento que pone en tremendo entredicho la realidad de cómo se manejan las finanzas y los precios del país. Amén del papelazo, el daño moral hacia miles de profesionales que están luchando por echar este país adelante y su derecho a un auto.

Me refiero a esa clase media que tantas veces ha viajado al extranjero en misiones de solidaridad en representación del pueblo de Cuba: médicos, ingenieros, deportistas… todas esas personas que tanto se han sacrificado.

¿Cómo quedaron con este hecho? Creo que es un golpe bajo, una ofensa al Socialismo, y no hay mejor manera de atentar contra su seguridad que con este tipo de modificaciones que, en lugar de favorecer a quienes realmente aportan, lo que hacen es dividir, distanciar, frustrar y crear resentimientos.

En fin, creo que si la gente de la croqueta pretende boicotear el proyecto social cubano, van por buen camino. Lo que me duele es que, de todo esto, se favorecerán solo dos sectores minoritarios: los de la croqueta (que están en algún lugar allá arriba, en el poder), y los nuevos ricos.

Me parece que sería bueno revisar a profundidad qué es lo que no está funcionando bien. Por qué se dejan pasar por alto fenómenos de tal gravedad.

Creo que es hora de que se cambie el menú sobre la mesa, o seguiremos igual o peor que años atrás y corremos el riesgo de, sin darnos cuenta, mutar a un régimen salvaje, donde la arbitrariedad y los intereses del poder primarán por encima de los intereses de la sociedad cubana.

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