Lo que ni mil congresos misteriosos evitarán

Osmel Ramírez Álvarez

Juan Ramón Machado Ventura y Raúl Castro en el 7tmo Congreso del PCC. Foto: Ismael Francisco/cubadebate

HAVANA TIMES — Este Séptimo Congreso del PCC, que concluye hoy marte, ha sido en verdad inédito. No hubo discusión previa y hasta último momento se guardó demasiado silencio. Solo después de la visita de Obama, casi pegado a la fecha de inicio, se han dado a la tarea de intensificar la propaganda. Tal vez por los retos ideológicos que les plantó al hablarle directo y claro a nuestro pueblo o tal vez por las fútiles razones que dio Raúl en su extenso informe, relacionadas con su carácter continuista con respecto al anterior, que sí tuvo debate previo.

Lo cierto es que sacaron a Fidel del closet y de qué manera. Todos los días, en primera plana en el Granma, una frase emotiva del gran líder nos recuerda que el Partido es “lo mejor” y “lo único” que debemos defender. Sin dejar de mencionar el extenso artículo con que inició esta campaña, intitulado sarcásticamente “El hermano Obama” o su aparatosa aparición en una escuela que rinde homenaje con su nombre a su extinta cuñada y excompañera de lucha, Vilma Espín. Nada es casual en la Cuba comunista, todo tiene un propósito político.

Lo real es que ya Fidel ni se mencionaba. Estaba apartado voluntariamente o tal vez lo habían relegado. Nunca se sabe. Pero ahora no cabe duda que exacerbar la imagen y las ideas del “gran líder invencible” es la estrategia que tienen para contrarrestar la influencia de Obama. Máxime frente a un Congreso muy decisivo para ellos. Casi podemos afirmar que el mensaje de Obama fue un sabotaje al congreso partidista y Fidel salió a recoger los trozos y a unirlos con su sabia nacionalista y anti-norteamericana.

Abrieron las sesiones y Raúl dio un extenso discurso, leyendo el informe central del cónclave. Más de lo mismo y poco de lo nuevo que todo el mundo espera. La aceptación de pequeñas empresas, que ya existen sin marco jurídico; el proyecto de desarrollo hasta el año 2030; las medidas rejuvenecedoras del Comité Central y el Gobierno, y la cacareada conceptualización del modelo socialista cubano.

Todo esto junto, y de atrás para adelante, no es más que la pretensión de un aval ideológico que los sustente en su dictadura izquierdista con economía de mercado limitada a conveniencia. A falta de congruencia práctica con el obsoleto marxismo-leninismo, reunieron a los filósofos y politólogos oficiales para, bajo su dedo sensor, engendrar una especie de plataforma político-ideológica.

Con seguridad nada que le convenga al pueblo cubano, sí a sus intereses de grupo. En Cuba todavía hay quien cree en la revolución y en el socialismo cubano, pero son minoría, estoy seguro. Otro tanto los aborrece y han llegado a detestar todo lo que huele a socialismo y a fidelismo (aunque esa posición predomina esencialmente entre los cubanos del exterior). Otro grupo, considero que mayoritario, se encuentra entre dos aguas, confundido por muchas razones y por ello manifestando sentimientos ambiguos. Simpatizan con el ideal socialista tal vez por costumbre, pero al mismo tiempo aborrecen el modelo estatista cubano; no odian a Fidel ni a la revolución, pero ya no aguantan más y desean un cambio constructivo.  Así está la calle, candente de ideas diferentes y muchas veces antagónicas.

El plenario del VII Congreso del PCC.  Foto: cubadebate.cu

Increíblemente gran parte de esos mil delegados también están así de confusos. Allí se escuchan eufóricos por el evento y hasta se dejan llevar por la emoción, creyendo que continúa viva la esperanza de convertir el barro en oro. Muchos ni eso, pues son dirigentes a diferentes niveles y hace rato que trocaron la ideología marxista por la hipocresía generalizada, que mina nuestros valores. Estos últimos permanecen inmutables en el auditorio.

Todo esto es el resultado de no tener derecho a la pluralidad. Sin embargo, Raúl defiende en su informe la continuidad del modelo de partido único como el santo grial de la “democracia”. Y no solo eso, le atribuye la sostenibilidad de la Patria, de la revolución y del socialismo. Tres conceptos que ellos han fusionado demagógicamente en la imaginología popular.

No hay nada en política más antinatural que el monopartidismo, porque obliga a la falsa unidad sobre la base del pensamiento único. Un concepto demasiado ajeno de la realidad, pues no existe un solo pueblo del mundo que sea homogéneo en lo político. El cubano, ni pensarlo, muy lejos está de ser la excepción de la regla.

¿Cómo podemos esperar que ese único partido, garante del poder de una élite militar que ganó el supuesto derecho de gobernar en una guerra hace 57 años, vaya a ser por vez primera expresión de nuestra realidad y necesidades nacionales? Que nadie se llame engaño: lo que se ha debatido es el cómo, en el nuevo contexto, se las arreglan para mantener el sistema disfuncional que garantiza sus privilegios. Ajustándolo y maquillándolo para no tener demasiados problemas con los nuevos socios comerciales que vienen llegando tras las nuevas relaciones con los EUA.

A decir verdad, no existe tal misterio en el Congreso. Nada cambiará en Cuba si depende de la élite gobernante ni de sus ideas arcaicas sobre la justicia social. Ellos primero defienden sus privilegios y después, “sin prisa pero sin pausa”, tratarán de que el país mejore un poquito. Si no lo logran, al menos no estarán vivos para rendir cuentas al pueblo en el 2030. Fecha que han dado como tope para empezar a mejorar.

Delegados del Congreso. Foto: Juvenal Balan/granma

El cónclave es solo una reunión donde se intentan crear diques a la indetenible corriente democratizadora que se gesta en nuestro pueblo de manera creciente e irreversible; al inevitable “cambio” que se les viene encima y amenaza con barrerlos, por no cambiar con los nuevos tiempos.

Llevará su tiempo, pero el cambio viene cuesta abajo, impulsado incluso por ellos mismos. Uno pequeño conlleva a otro, y nuevas necesidades acarrean enfoques ideológicos reformados. Cada resistencia será diezmada por la más cruda realidad, como ha pasado hasta hoy. Se vieron obligados a abrir la Caja de Pandora y ahora se hace casi imposible cerrarla.

Pero no es fácil pedir más paciencia todavía a un pueblo que ha esperado y ha sufrido tanto. ¡Cuánto deseamos el cambio ya mismo!; ¡cuánto ansiamos toda la justicia que merecemos!; ¡cuánto necesitamos una estrategia de lucha mancomunada y viable que obligue a los soberanos ilegítimos a dimitir ante el verdadero: el pueblo!

Ni mil congresos misteriosos evitarán que un día, no muy lejano, tengamos Patria Nueva. Pero, ¡qué gran mérito para nosotros si tuviésemos la voluntad de unirnos para conseguirlo! ¡Cuánto demanda este momento de un plan de acción que catalice ese triunfo de la razón y la justicia!
¿Será que algo esencial nos está faltando para conseguirlo? -Creo que vale la pena reflexionar y reflexionar, una y otra vez, sobre estas cosas. Cuba lo necesita con urgencia.

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