Las urnas volvieron a hablar en Cuba

Por Francisco Acevedo

HAVANA TIMES – El silencio a veces dice más que mil palabras, y ese proverbio se cumplió el pasado fin de semana, cuando se celebraron las elecciones municipales y el nivel de abstención superó el 30 por ciento.

Los comicios eran para elegir los delegados de cada barrio, tradicionales figuras decorativas que no resuelven nada porque no tienen ningún poder y son “peloteados” en todos los organismos y empresas, reciben las mismas justificaciones en todas partes y tramitan los mismos problemas año tras año.

Es lógico entonces que para escoger a estos 12 mil 427 delegados del Poder Popular (concejales, para que se entienda fuera de Cuba), el 31,5 por ciento de la población se quedara en sus casas viendo el Mundial de fútbol y saliera a pasear con su familia.

Esa es la cifra oficial, y reiteramos una vez más que confiamos en su exactitud hasta que se demuestre lo contrario.

De todas formas, nos parece hasta poco, aunque se trata de más del doble del abstencionismo registrado en los comicios similares anteriores, celebrados en 2017, y que arrojaron un 14 por ciento de indiferencia en el electorado.

A ella hay que sumar que de los votos válidos, el 5,22 por ciento estaban en blanco y el 5,07 por ciento fueron anulados, lo que se traduce en que más de 500 mil personas votaron en blanco o anularon la boleta, en algunos casos escribiendo incluso consignas contrarias al Gobierno. O sea, que en total el 41 por ciento de la masa electoral, casi la mitad, o pasó de largo o estuvo en contra de la farsa.

Volviendo a la indiferencia, recordar que apenas en septiembre de este año para aprobar un nuevo Código de las familias, el 25 por ciento de los cubanos con derecho a voto no acudió a las urnas (y de los votos válidos, el 32 por ciento fue en contra de la posición defendida por el Gobierno).

La tendencia es clara, y las urnas siguen hablando, ya sea con criterios opuestos o con el silencio, que a veces dice hasta más.

No por gusto hasta el Canciller cubano, Bruno Rodríguez, se quejó de la baja asistencia ante las cámaras de la televisión nacional.

El Ministro achacó la apatía, como siempre, a campañas foráneas impulsadas desde pequeños sitios web, en un ninguneo que ni él mismo se cree.

Es evidente que la labor de influencers y de sitios como este, dicho modestamente, contribuyen a elevar la conciencia ciudadana, pero jamás reconocen que los principales culpables son ellos mismos, por la incapacidad de hacer funcionar un país en el que a duras penas pueden garantizar un pan (no hablemos ya de su calidad) a toda la población diariamente.

Agobiados por carencias, apagones y represión, la mayoría del pueblo ya no quiere saber de ellos y de momento la única forma en la que lo puede expresar sin tener que sufrir graves consecuencias es ante las urnas.

Además, todo el mundo sabe que un alto porcentaje de los que ejercieron su derecho van temerosos de perder sus trabajos si en sus centros laborales descubren que no acudieron a los colegios.

Pero el colmo de la pantomima fue protagonizado por el propio presidente Miguel Díaz-Canel. El mandatario interrumpió una gira internacional (seguramente muy a su pesar) en la que fue mendigando dólares entre los pocos aliados que le pueden quedar (Rusia, China y Turquía), para posar ante las cámaras mientras votaba.

Díaz-Canel entró con su sonrisa de siempre y firmó el libro, pero se dirigió al cubículo de votación sin papeleta, total, si a él le da lo mismo quien esté ahí. El ridículo fue tal que hasta en la mesa electoral tuvieron que reírse, y eso lo vio todo el mundo por la televisión. Me extrañó que no repitieran otra toma para luego emitirla en el noticiero estelar, aunque de todas maneras ya eso quedaba para la historia porque salió al aire en vivo.

Payasadas aparte, lo evidente es que el antiguo monolitismo en el panorama electoral cubano pasó a mejor vida, y la correlación de fuerzas cambió definitivamente, superada por la cruda realidad.

Ya el propio Díaz-Canel tuvo que reconocer tras la votación del Código que tenían que “acostumbrarse” a resultados electorales mucho menos homogéneos a aquellos que superaban el 90 por ciento de asistencia en tiempos de Fidel Castro.

Sin embargo, como era de esperar, al dar a conocer los datos del escrutinio, la presidenta del Consejo Electoral Nacional, Alina Balseiro, aseguró que “los resultados demuestran el respaldo” del pueblo cubano “a sus representantes populares y la confianza en su Revolución”, o sea, el mismo discurso de siempre.

A lo mejor se lleva otro chasco cuando el próximo 4 de diciembre los 925 delegados que no obtuvieron más de la mitad de los votos en sus respectivas circunscripciones se sometan a una segunda vuelta. ¿quién sabe si tienen que asumir el cargo con el apoyo minoritario de su barrio?

Este es apenas el inicio de un proceso electoral que acabará el próximo año con la elección presidencial, pero a medida que se van subiendo escalones la participación ciudadana es menor, hasta llegar a la máxima magistratura, por la que votan solamente los miembros del Parlamento, todos militantes del Partido Comunista.

En las calles las protestas se incrementan a pesar de la feroz represión desatada después del 11 de julio de 2021, y prosigue también un éxodo sin precedentes (según cifras oficiales, casi 250 mil cubanos se han marchado a Estados Unidos desde septiembre del pasado año).

El monto se duplica si se cuenta los que fueron regresados en ese periodo, los que han desertado en diferentes momentos, los que se fueron por otros países y los que están actualmente en la travesía por Nicaragua o la tienen planificada en el futuro cercano.

Todos los factores influyen en que cada vez más los cubanos de a pie vean cada convocatoria como una oportunidad de castigar al gobierno con la desidia y la indiferencia, que duele tanto o más que el rechazo.

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