La libertad, el miedo, y la locura

Por Miguel Coyula

Miguel Coyula en fotograma de Corazón Azul

HAVANA TIMES – No puedo recordar cuándo me di cuenta de que era libre. No fue una revelación repentina, ni grandiosa. Cuando pienso en la cárcel o hasta en la muerte como consecuencia de mi trabajo, sin sentir ninguna preocupación, siento que no se trata de valentía. Simplemente es el hecho de que mi vida no vale nada, si no puedo hacer lo que me gusta y decir lo que pienso.

El error de la mayoría de las personas es pensar que su vida es demasiado importante.

En el recién concluido festival de cine, caminaba por el Hotel Nacional y varios colegas evitaban la mirada, otros saludaban de forma huidiza. Pero es la norma. Este es un país de cobardes. Se ha hablado mucho de cómo el Gobierno ha instalado el miedo en el cubano. Pero el mayor culpable ha sido el pueblo, los artistas y la prensa.

Para mí este proceso que se inició con Memorias del Desarrollo, se agudizó con la censura gubernamental de Nadie (2017) y de la obra de teatro Los Enemigos del Pueblo (2017). Este hecho ha servido para decantar a las personas que realmente me interesan. Son pocos, pero siempre me ha interesado más la calidad que la  cantidad.

Los demás colegas dicen que estoy loco, un cineasta que perdió la frontera y es ahora un disidente. Es una justificación para la cobardía. Los intelectuales del país se manifiestan públicamente contra la censura, cuando se trata de la institución artística quien la ejecuta sobre un artista con quien tiene algún tipo de lazo. Pero cuando ven a la Seguridad del Estado y a la policía reprimiendo a uno, que trabaja de manera completamente independiente, se refugian diciendo “es que se volvió loco”.           

Lynn Cruz en Los Enemigos del Pueblo

Al principio me daban consejos: “¿Para qué exponerte tanto?” o “se puede jugar con la cadena, pero no con el mono”.  Luego, varios actores han abandonado el rodaje de mi nueva película Corazón Azul y he tenido que matarlos (los personajes que interpretan). He sido repudiado por colegas. Otros sienten vergüenza: hace poco un crítico se acercó para decir que escribió una reseña de una película mía, pero no se atreve a publicarla ni aún con un pseudónimo, pues lo botan del trabajo.

El miedo se extiende no solo dentro de la Isla, sino a muchos cubanos que viven fuera y temen que no los dejen volver a entrar, como es el caso de  otro crítico cubano residente en Miami, quien quería inicialmente escribir en el Herald sobre Nadie, pero cuando supo de la censura a manos de la policía y la Seguridad del Estado se retractó, pues viajaba con frecuencia a Cuba y me dijo que no quería problemas.

Puede decirse, entonces, que para el cubano no existe libertad de expresión dentro ni fuera de Cuba, a menos no públicamente, a excepción de unos pocos, “el grupito”, como dice el poeta Rafael Alcides. Los demás maniobran estratégicamente y han aprendido a navegar ¨con inteligencia¨ o “a través de los canales apropiados” 

Yo no discrimino espacios, mi discurso sería el mismo en el Granma, que en Diario de Cuba.

Presentaría Nadie en la casa galería El Círculo o a un grupo de generales en el Comité Central.

“It´s painful to live in fear… That’s what it is to be a slave” dice Rutger Hauer en Blade Runner. Extrapolado a Cuba a veces me pregunto si esa mayoría puede dormir tranquila, cuando los más inteligentes saben que no son totalmente libres.  Pero no, se construyen las corazas, actitudes defensivas para sobrevivir y lo cierto es que muchos de ellos se creen libres. Eso no les quita el sueño.

Durante este tiempo, he podido constatar a través de instituciones y festivales internacionales, que lo que yo creía se trataba solamente de la censura dentro de Cuba a mi obra, constituye un problema que se extiende más allá del país, gestada por los intereses políticos y económicos con el Gobierno cubano.

Te estoy cazando sería:  Fotograma de Nadie.

En 2011 la embajada cubana instó al director del Festival de Cine Latinoamericano del Líbano a retirar Memorias del Desarrollo, pocos días antes de su proyección en ese evento, y así fue, la desprogramaron. Luego, el  Icaic exigió que se eliminara de una muestra de Cine Cubano en Corea del Sur.

Por otra parte, ninguno de mis largometrajes ha tenido estreno en Cuba fuera de proyecciones aisladas.

Este año, mi más reciente obra, el documental Nadie, fue aceptado en el Festival de Cine de Mar del Plata y un tiempo después fue rechazado con un extraño argumento, adujeron no haberse enviado la copia de proyección en el formato requerido por ellos. Aunque faltaban meses para que arrancara el festival, se rehusaron a recibir una nueva copia, donde se corrigiera lo que supuestamente ellos alegaban, pero de manera tajante, dieron por terminada la discusión. Eso sucedió poco después del operativo policial desplegado para evitar su proyección en la Casa-galería El Círculo, en La Habana, incidente que saltó en la prensa hispanohablante.

El Gobierno de Raúl Castro y sus allegados debe terminar inmediatamente. Pero pienso que el te país no cambiará, aunque cambie su Gobierno. Será un proceso muy largo eliminar el daño moral a varias generaciones. Es una visión pesimista, pero la mayoría de los cubanos, tanto la clase trabajadora como los intelectuales, tienen muy claros sus límites y alianzas.

Eso sucede tanto dentro de la oficialidad como, dentro de los que se dicen neutrales. No sé si a ellos les parece completamente normal una sociedad donde no se pueda mencionar de forma directa y critica a sus políticos en público. El problema fundamental es que no quieren romper el raquítico cordón umbilical que los ata a las instituciones cubanas.

Ches: fotograma de Memorias del Desarrollo

Yo no aspiraría jamás a un cargo en un nuevo gobierno, pues siempre he detestado el juego de la política.  Esa es una palabra secuestrada por Fidel Castro para convertirla en algo peyorativo. Y el pueblo lo ha asumido así. Los que dicen: “A mí no me interesa la política” realmente están diciendo: “A mí no me interesa hablar mal del Gobierno”. Bajo esa lógica ¿Ni Fidel ni Raúl Castro son políticos? Sé que no soy político, pero sí me interesa un arte que critique a los políticos.

Por eso es importante decir las mías, son películas políticas. Hay muchos otros artistas cubanos que lo hacen, pero insisten en decir que su obra no es política.  Eso tiene relación directa con una cuestión económica.  No se trata de ideologías, sino de la creciente sociedad de consumo en el capitalismo de bajo presupuesto que ya vivimos en la Isla.

Hace poco conversaba con un amigo que me decía “yo también quiero hacer cine independiente, pero igualmente quiero tener la posibilidad de ir a un restaurante, a un club, o sea, vivir, ser feliz”. A lo que yo dije: “No puedes hacer ambas cosas en Cuba, y si crees que las puedes hacer, estarás haciendo compromisos de alguna manera. Así que ¿cuál es tu prioridad?”

Para mí esta es la única forma de crear con verdadera independencia. Así que en caso de que  estuviera loco, estaría feliz por no asumir lo que la mayoría acepta como “normalidad”.

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