La crisis racial corroe las bases de la sociedad cubana

By Alberto N Jones

Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – En otra vergonzosa inacción y complicidad oficial con el creciente racismo que está devorando el país, resultó el anuncio hecho por la Fiscalía General de la República en el sonado caso de Yanay Aguirre Calderín.

La estudiante de sexto año de Derecho, de la Universidad de La Habana, fue vejada con epítetos racistas por el chofer de taxi colectivo, Roberto Reguidor Contreras, el día 10 de Julio. Ahora la Fiscalía declara resuelta esa infamia en la estación policial de Playa con una disculpa del encartado y una multa de 500 CUP (25 USD).

¿Está Cuba convirtiéndose en el sur de  África, Israel o Estados Unidos, donde los blancos son inmunes a cualquier acto que cometan en contra de los negros?

¿Desde cuándo en la Isla, los delitos se ventilan en las unidades de la Policía y no en los tribunales?

¿Es aceptable una sanción de 500 CUP para amonestar a un racista confeso de su crimen, que lo convierte en un catalizador para otros racistas solapados, sabiendo que, de ser detectados, bastan 500 CUP para sanar sus indignidades?

¿Por qué el creciente racismo que corroe las fibras de la nación, no está incluido en el currículo escolar, las artes, la radio y la TV ni es motivo de discusión en la Mesa Redonda, en lugar de  desgastarse con problemas ajenos al país?

¿Por qué convertir un problema psicológico, moral, cognitivo que requiere una profunda educación de la sociedad en un vulgar proceso policiaco?

Tan culpables son de esta deleznable acción el chofer Reguidor como las autoridades que conocieron los hechos y le dieron una palmadita cómplice y el extenso artículo apañador de Vivian Bustamante, que recurriendo a leyes, decretos, estatutos del Partido, la Constitución e invocando incluso a José Martí, trata en vano de enmascarar esta ignominiosa acción.

Foto: Juan Suárez

Trata de ignorar el impacto negativo que los conflictos raciales han tenido en Cuba,cuando esas desavenencias dieron al traste con la insurrección de 1868 que condujo al Pacto del Zanjón, el vil asesinato del General Quintín Banderas en Arroyo Arenas y la masacre de más de 3000 miembros del Partido Independientes de Color, en 1912.

Estos debían servir de alerta de las imprevisibles y graves consecuencias para el país, que un grupo influyente del Gobierno cubano persista en perpetuar la segregación, marginación y empobrecimiento de un sector de la sociedad.

El primer Ministro de San Vicente y las Granadinas Dr. Ralph Gonsalves es un amigo incondicional de Cuba, así como el Caucus negro del Congreso de los Estados Unidos y cientos de intelectuales Afroamericanos leales amigos de Cuba, han denunciado estas escandalosas agresiones a la dignidad ciudadana en vano, que muchos funcionarios del Gobierno cubano tratan de descalificar con raquíticas respuestas prefabricadas.

Si esto no fuera cierto, ¿por qué, entonces, existen en todo el país, claves linguísticas segregacionistas como “personas de facciones finas”, “martianos y maceístas” “palestinos” etc., para identificar y segregar a algunos cubanos?

Qué intelectual, educador o alto funcionario del Gobierno podría explicarle al poeta nacional Nicolás Guillén, que especímenes de esa naturaleza subsisten y proliferan en la tierra donde él escribió “Tengo”.

Nelson Mandela y Fidel Castro

¿Cómo permitir una conducta que desmienta a Nelson Mandela  y el discurso de Fidel Castro en Naciones Unidas y en la iglesia de Harlem sin sonrojarnos?

Si las máximas instituciones del país se niegan a valorar la opinión y las quejas de su pueblo, ¿podrá sobrevivir la nación con la imagen mancillada, aborrecida y las perennes explicaciones exigidas por organizaciones internacionales?

Hace cerca de 150 años, el 10 de octubre de 1868, un cubano digno, valiente, Carlos Manuel de Céspedes, asumió su rol histórico al liberar a sus esclavos en La Demajagua.  Hoy miles de cubanos claman por otro Carlos Manuel de Céspedes y una nueva La Demajagua, que les restituya su dignidad y establezca la igualdad entre todos por la que murieron Martí, Maceo y Mariana.

En nuestras manos está rectificar errores, rechazar dogmas y prejuicios o sucumbir juntos en la pira del odio y la división.

 

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