Juventudes (en plural)

Por Taylor Emilio Torres Escalona

Foto: Taylor Emilio Torres

HAVANA TIMES — Desde que llegué a la secundaria básica, mis metas fueron muy claras – cuando terminara el 9no grado saldría hacia el Instituto Preuniversitario Vocacional en Ciencias Exactas (IPVCE), una de las escuelas de más prestigio en el país en aquel entonces y obtendría mi Carné de militante de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC).

Todo lo que hice fue encaminado a lograr lo que me había propuesto.

Al llegar a ese grado, obtuve las dos cosas, la primera a golpe de estudio y la otra a golpe de trabajos voluntarios y verificaciones (UJC). Esta última la logré no sin antes haber sido cuestionado en un claustro de profesores por mi condición (aun cuando no podían probarme nada) de “homosexual” y por supuesto con recomendación de ir a consultas con el psicopedagogo de la escuela (quien, a mis pocos años, podía suponer, padecía de los mismos “males” por los cuales debía tratarme)…

Luego de varios años de militancia para nada fructífera, de ser secretario del Comité de Base, en varias instancias, de ser presidente del Movimiento Juvenil y Martiano en el IPVCE y de ocupar otros cargos que existen dentro de la organización, hace alrededor de cuatro dejé de pertenecer a la “vanguardia” de la juventud cubana.

Después de tomar esa decisión, no he pensado mucho en ello, pero a partir de la entrevista que publicara Juventud Rebelde, diario de la “juventud cubana” realizada al Vicepresidente de la República de Cuba José Ramón Machado Ventura y con motivo del X Congreso, me han surgido varias preguntas y la principal es que, si no deseo ser parte de la UJC…

¿A qué organización, como joven, puedo pertenecer?…

Que exista una sola organización de jóvenes de corte político en todo el país, reconocida por el estado, resulta problemático, puesto que el que no se sienta ni identificado ni representado por esta no tiene otra opción, ¿dónde queda entonces la creatividad y la autonomía que se le pueda escapar al comunismo?

Esta organización que a todas luces ha perdido el sentido y se ha convertido, como se dice en tantas reuniones de base, en una organización monótona que en ocasiones solo está para llenar un espacio, debe revitalizarse y de alguna manera responder a los intereses de aquellos que componen sus filas. Debe ser una alternativa dentro de tantas para los jóvenes cubanos, no la única.

Si hacemos un análisis general a los temas que se han tratado en cada uno de los congresos que ha tenido la organización, pudiéramos llegar a la conclusión de que salvo algunas variaciones, dichos temas se han mantenido estáticos desde los inicios y da la impresión de que no han pasado más de cinco décadas desde su fundación, es por eso una opinión generalizada que “paradójicamente” la organización de la “juventud cubana” padece de los achaques de una vejez provocada.

Salir a las calles y conversar con cualquier joven al azar nos pudiera dar la medida de cuan ciertos son estos argumentos y muestra también el escaso interés que tienen los jóvenes cubanos por pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas.

Como solución a estas situaciones, muchos piensan en la creación de algo cercano al Ministerio de Juventudes o instituciones equivalentes existente en varios países del mundo y más cercano a los cubanos, en países de Latinoamérica, donde pueda convivir el amplio espectro de deseos y realidades que caracterizan a la juventud cubana de estos tiempos y a donde se trate por igual a unos y otros, sin distinciones. Donde el agricultor, el empresario, el periodista, un representante de la comunidad LGBTIQ puedan llegar y no les sea necesario ser comunista para ser bien recibidos y plantear sus inquietudes. Desde otro orden de la interpretación, existe un numeroso grupo de jóvenes que apuestan por una Ley de Asociación que permita crear organizaciones con las que se sientan más representados y que exista, por ejemplo, un ministerio (como menciono anteriormente) que sirva de mediador y facilite el diálogo entre estas asociaciones y el Gobierno.

Sería recomendable, entonces, hacer un estudio acertado y de una vez y por todas darle voz al pueblo (es hora de que algunos dejen de atribuirse el derecho de hablar por todos cuando “todos” abarca una diversidad inmensa y rica) pues cuando los cubanos nos sintamos con voz y que nuestras opiniones cuentan, entonces nos sentiremos más parte y más responsables de las decisiones que se toman a nivel gubernamental.

Interesante fuera ver como la pluralidad de nuestra juventud hiciera uso de su derecho a expresarse y a trabajar por una mejor sociedad, apoyados por un ministerio que responda a los intereses y necesidades de este grupo etario sin la obligación de defender una u otra ideología.

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