Indignante historia de turistas

“Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.” (José Martí, palabras iniciales de la constitución socialista de 1976)

Por Vicente Morín Aguado

Catamarán in Holguín. Foto: cubaholidays.co.uk

HAVANA TIMES — Juventud Rebelde publicó en su edición de este 27 de octubre una queja del médico veterinario cubano Oscar Rafael Arbesun Pérez, residente en Detmold, Alemania: “¿Por qué no me dejaron en Holguín subirme en el catamarán que va a Cayo Saetía desde Guardalavaca? No le pude explicar a mi novia alemana por qué ella sí y yo no…”

El periodista Jesús Arencibia escribe perplejo: “Oscar no brinda otros detalles, pero a él y a este redactor les gustaría saber si existe alguna normativa legal al respecto.”

El cronista vivió una historia parecida en febrero de 2014, cuando tres amigos noruegos le pidieron una opción de pesquería en aguas del Caribe. Finalmente hubo un acuerdo formal para cuatro personas durante ocho horas en la marina del hotel Colony, Isla de la Juventud. Tampoco fue posible explicarle a los nórdicos por qué ellos sí y yo no.

Tratándose de sus vacaciones, no era justo aguarles la fiesta por la arbitraria disposición que en aquellas breves jornadas no seríamos capaces de cambiar. La conclusión es un fuerte tufo a chantaje circunstancial.

El impotente reportero clama por la ley, ¿legalidad en Cuba?, tal principio depende de las conveniencias políticas impuestas por el autoritarismo estatal.

¿Hubo algún eco en el periodismo oficial relacionado con los 10 meses de injusta prisión aplicados a El Sexto?, injusta, recalco, dentro de la legislación socialista. Precisamente la incapacidad de un régimen para hacer frente a su propia legalidad es una clara demostración de su degradación, del fracaso de sus propuestas.

Conozco de mujeres presas durante meses, finalmente absueltas sin prueba alguna en su contra, sencillamente las castigaron debido a “orientaciones políticas determinadas por la clasificación del delito.”

Las Damas de Blanco van y vienen del calabozo semana tras semana, sencillamente la orden es sacarlas de la vía pública por temor al contagio. Generalmente no reciben formulación alguna de un delito en su contra, ya están acostumbradas, el hábito termina en cierto consenso tácito entre represores hastiados y reprimidos acostumbrados, ambas partes van adecuándose a las “reglas del juego.”

Y así las cosas nos viene el periodista con su reclamo de legalidad. Es duro vivir en un estatus en el que no pueden medirse las cosas con la debida integralidad. A veces sí, a veces no, en ciertos casos se puede reclamar, en otros es obligado callar porque la política “desde arriba” impone las posibilidades.

No hay tontos en la crónica nacional, tampoco incapaces en el plano profesional, menos aún ingenuos receptores del mensaje. La situación es tal, que los debates se quedan casi siempre en el pasillo, a veces llegan al parque o de vez en cuando matizan los tragos en cualquiera de los bares de nuestra urbanidad.

Lástima de ese amor propio, el susurro de Tatlin que imperiosamente demanda Tania Bruguera, cuando parafraseando al Titán del parque junto al Malecón dijo: No soy de las que piden por sus derechos, los ejerzo, porque me pertenecen.

Así y todo, la escasa pero real apertura a la Internet viene consumiéndose entre el posible escape de Facebook o las video llamadas, tratando de apresar al ser querido allende los mares.

En cuanto a cultura cívica hemos retrocedido medio siglo.

Si les preguntáramos a los personajes que le negaron a Oscar subir al barco, ofrecerían decenas de frases huecas, ocultando su manifiesta indignidad.

Detrás de tales disposiciones, absurdas en apariencia, se esconden “mecánicas” equivalentes a dinero en divisas esquilmado al visitante desconocedor, sin tiempo para aprender. Un cubano es diferente, no conviene su ojo avizor, menos aún si evidentemente cuidará de sus propios intereses, tratándose de la novia yuma. Otro chantaje circunstancial.

Tal y como se ha ejemplificado, el silencio cómplice acompaña a irrefutables violaciones de la legalidad, reitero, porque no es ocioso, de la legalidad socialista, ese cuerpo de leyes creadas con el objetivo de perpetuar el sistema que, según una enmienda constitucional votada a gritos de SI en una mañana de espectáculo, determina la eternidad del fracaso.

Un aplauso al indignado Oscar Rafael. Es larga la distancia entre la proclama y su realización si hablamos de la dignidad plena de hombres y mujeres en nuestro socialismo.

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