Escuchando a mi policía

Julio de la Yncera

HAVANA TIMES, 2 april — Recuerdo hace tiempo, cuando estudiaba en la Universidad, mis visitas al Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de la Habana. Me sorprendió mucho ver unas armas de guerra (ametralladoras anti-aéreas) en el patio central del museo.

Después que terminé mi visita, miré a todas partes y como no había nadie, escribí mi opinión en el Libro de visitas criticando la presencia de las armas de guerra en un museo de arte. Poco después presencié cómo unos muchachos leyeron lo que  escribí y comentaban entre ellos sobre lo escrito.

Por supuesto no firmé con mi nombre, pues tenía miedo.

Esta fue una de esas ocasiones que recuerdo haber escapado de la censura de mi Policía. Ese policía que llevamos todos los cubanos dentro. Que nos dice cuando nos pasamos de la raya.

Este policía muchas veces es peor que los Agentes de la Seguridad de carne y hueso. Este no necesita instalar micrófonos ni seguirnos a escondidas, ni hacer anotaciones de lo que hacemos, pues nos acompaña las 24 horas de cada día. Es muy difícil huir de su supervisión en todo lo que hacemos.

Como provengo de una familia católica recuerdo que de niño mi madre me decía que siempre tendría conmigo un ángel de la guarda que me acompañaría. Más tarde me di cuenta que mi ángel de la guarda, gracias a la revolución, se transformó en un policía represivo que no me dejaba expresarme, limitando severamente lo que pudiera decir, creando de cierta forma una disparidad entre lo que pensaba y lo que llegaba a expresar.

Esto lo hacía, claro está, para mi protección. Si hubiera expresado realmente lo que pensaba, no hubiera podido estudiar en la Universidad y tampoco hubiera encontrado dónde trabajar.

Mi ángel de la guarda transformado ya en policía, es el resultado de vivir en un sistema de gobierno totalitario, en el que las personas pueden ver a diario qué le ocurre a las personas que se atreven a decir lo que piensan o a contradecir o criticar a las figuras del gobierno o sus políticas.

Peor aún fue cuando comencé a comentar en el Internet. Mi policía, que también me acompañó desde Cuba, y a pesar de vivir en un país libre, no me dejaba escribir mis opiniones con mi nombre.

Por aquel entonces firmaba mis opiniones críticas en español como Voz Silente y en inglés como Silent Voice.

Viendo cómo muchos cubanos escribían y actuaban desde Cuba firmando sus opiniones con nombres como Yoani Sanchez y otros blogueros me di cuenta que realmente con respecto a dar mis opiniones sobre Cuba y su gobierno todavía estaba encadenado a mi represivo policía interno de alguna forma cuando firmaba con un seudónimo.

Así decidí desterrarlo para siempre firmando mis opiniones.

Hoy de nuevo tengo a mi ángel de la guarda y no a un policía y el privilegio que ya disfrutan muchos cubanos dentro y fuera de Cuba. Me refiero al privilegio de expresar lo que pienso.

Sueño que un día esto no sea un privilegio, sino un derecho para todos los cubanos.

 

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